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MAURICIO MESCHOULAM

ISIS es una mutación. Y como sucede con cualquier mutación, intentar combatirla, “degradarla” o “destruirla” a partir de estrategias similares a las que se utilizaban para combatir sus formas anteriores, resulta poco atinado. Es indispensable entender con la mayor claridad posible en qué consiste esa mutación, qué contextos le favorecen y cuáles son sus diferencias con Al Qaeda, organización de la que ISIS procede. Es necesario identificar de dónde emerge su atractivo para miles de personas, cuáles son sus fortalezas, y sobre todo, en donde radican sus debilidades.

ISIS, como Al Qaeda, es en esencia una idea. Una idea que se encuentra, en buena medida, contenida en su nombre. Llamar a esta organización “ISIS” (Estado Islámico de Irak y Siria), “ISIL” (Estado Islámico de Irak y Levante), o simplemente “Estado Islámico”, no son cuestiones relativas al “uso correcto del lenguaje”, sino a la psicología detrás de las palabras. ISIS busca ser percibido no como “grupo militante”, sino como un estado, y además, un estado no limitado a Irak y Siria, sino un estado en expansión, cuyas fronteras ya no deben ser nombradas. Cada vez que decimos “Estado Islámico”, estamos llamando a esta organización del modo preciso en que quiere ser llamada para así elevar la proyección de su alcance y poder. Por lo tanto, la primera tarea es comprender que la fuerza de ISIS está más en el campo de lo político, lo simbólico y lo psicológico que en el mundo material, pero que a diferencia de otros grupos terroristas, dicha fuerza sí contiene una importante ancla en el mundo material: el territorio que domina y su potencial expansión.

ISIS aprende de Al Qaeda la eficacia de las tácticas terroristas y de la utilización psicológica de la violencia, el uso de mensajes y el discurso para alcanzar una imagen global en su lucha por la jihad, el establecimiento de un califato que abarque a toda la Umma o comunidad islámica en el planeta. Pero una vez aprendido lo esencial, ISIS decide mejorarlo a través de: (a) Un empleo aún más sofisticado de las nuevas tecnologías, las redes sociales, y las estrategias de comunicación. ISIS comprende perfectamente que en el mundo de hoy, la guerra más importante es la guerra por la narrativa, esa otra dimensión del poder capaz de golpear eficazmente a ejércitos y gobiernos más “fuertes”, y (b) al mismo tiempo, brindar un contenido de realidad a ese eficaz y atractivo discurso a partir de establecer un califato de carne y hueso, con un territorio real, con una burocracia permanente, con capacidad de defenderse, de autofinanciarse y de crecer.

La fórmula es mágica. Al Qaeda solo cometía atentados y hablaba desde las catacumbas para justificarlos. El Estado Islámico, en cambio, no se esconde. Existe de manera abierta y frontal. Conquista. Domina y defiende. Por lo tanto, la idea de ISIS adquiere una energía aún mayor que la de Al Qaeda. Atrae a decenas de miles de combatientes procedentes de todos los rincones del planeta, lo que robustece sus filas, y le permite la formación de cuadros para desempeñar tareas de gobierno y de comunicación política. También le permite exportarse como marca franquiciable. ISIS, su bandera blanquinegra, y la idea que hay detrás de ella, se convierten en símbolos que pueden ser adoptados lo mismo por un atacante solitario de Australia que por una agrupación en Argelia o por una milicia en el Sinaí que hasta hace unos meses portaba la otra bandera, la de Al Qaeda.

De este modo, otra gran fortaleza de ISIS radica en su hibridez. ISIS es a la vez grupo terrorista, milicia insurgente y ejército que conquista posiciones. Pero ISIS es también un proto-estado con territorio, funciones de gobierno, con una burocracia encargada de ver que los asuntos cotidianos, las finanzas, y la economía se mantengan funcionando. El Estado Islámico, entre otras cosas, cuenta ya con su propia moneda, acuñada en oro y plata de acuerdo con el más estricto apego a los mandatos islámicos.

En todo ello ISIS fundamenta su atractivo para exportarse y franquiciarse Sin embargo, también es justamente en esa idea anclada a lo material, donde quizás radica su mayor debilidad: ISIS, como Estado Islámico, es lo que es solo porque tiene el control de un territorio que atraviesa las fronteras de Siria e Irak, porque tiene bajo su dominio aldeas, pueblos, ciudades, pozos petroleros con los cuales financia el califato. Por lo tanto, producir un impacto real en esa idea requiere de mermar su posibilidad de mantenerse como ese “estado” que dice ser, reduciendo su territorio, sus recursos financieros y/o su capacidad de gobierno.

El problema es que para lograrlo, se necesitaría pensar de formas diferentes a las tradicionales. Ya para estas alturas debimos haber aprendido que implementar campañas aéreas, supuestamente “asistidas” por milicias locales, no terminan sino fortaleciendo el caos que favorece el surgimiento de la inestabilidad y de grupos radicales. Combatir el extremismo a través de vías militares no ha sido precisamente eficaz en las últimas décadas. Se puede golpear a ciertas organizaciones o a su liderazgo. Pero si el contexto que les alimenta permanece intacto, entonces estos grupos terminan mutando, emergen nuevos liderazgos y nuevas formas del mismo fenómeno.

Combatir eficazmente a ISIS requeriría, en suma, atender de raíz el entorno que permite su emergencia y fortalecimiento: la guerra civil en siria y el irresuelto conflicto en Irak. O dicho al revés, la coalición liderada por Estados Unidos podrá tener mayor o menor éxito en atacar cuarteles, arsenales, o en golpear al actual liderazgo de ISIS. Efectivamente ya se ha escuchado acerca de las disputas internas que están surgiendo al interior de esa organización, y quizás en un futuro podríamos hablar de escisiones, o de otras cuestiones similares. Pero mientras no se construya de fondo un entorno pacífico tanto en Irak como en Siria -y a eso es a lo que deberían estar más enfocados los esfuerzos de la comunidad internacional- ya sea ISIS o alguna nueva mutación de esa organización, sobrevivirán, una vez más, a los bombardeos de Washington y sus aliados, para ofrecer en unos pocos años, alguna versión más acabada y mejorada de lo que hoy está victimizando a millones de seres humanos en esa y otras regiones del planeta. Es necesario cambiar el switch con el que llevamos décadas operando. La meta más que “destruir” a ISIS, como la plantea Obama, debiera ser construir condiciones de paz, y hay una gran diferencia entre ambas.

Analista internacional

Twitter: @maurimm

Fuente:eluniversalmas.com.mx