Arnoldo-Kraus

ARNOLDO KRAUS

La enfermedad es una gran oportunidad para reflexionar. Pocos sucesos compiten con ella. Sus formas abigarradas y muchas veces incomprensibles son un abrevadero individual, médico, humano, social y ético. Todo, sobre todo el tiempo, cabe en la “filosofía de la enfermedad”. Comparto algunas ideas.

Cuando uno enferma y confronta su final, el tiempo se convierte en centro de atención. Los enfermos terminales lo saben: el día no muere, se prolonga, se dilata, camina lento. Apenas una hora, después otra. Tarda el tiempo, tarda más que lo acostumbrado. ¿Tarda el tiempo?, ¿en realidad, tarda el tiempo? El tiempo (casi) nunca tarda, es monótono, siempre es igual; su quehacer, su inmutable presencia es inamovible. Desde que el ser humano lo creó e inventó la imagen de Dios, el tiempo dura lo mismo. Lo saben los muertos, lo saben los túmulos. Un día, su noche. Una noche, su día. No es mera tautología: Enero 1, diciembre 31. Y después, y antes, lo mismo: Diciembre 31, enero 1. Los primeros habitantes de la Tierra no habían escuchado la palabra tautología: “Repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras”. La tautología, frecuente en el discurso de las personas, se debe al tiempo. Siempre estamos atados a él. En ocasiones la cuerda aprieta, otras veces afloja, nunca desaparece.

El tiempo es un binomio sui géneris. Es una de las grandes y tristes obsesiones de nuestra especie. Se desea y se teme: un encuentro amoroso, una desaparición forzada, un viaje soñado, una enfermedad irreversible. Todos quieren más tiempo: aunque duela, aunque tarde, aunque oprima. Nunca es suficiente. Desde la poesía, alargar el tiempo es el sueño; desde la realidad, el argot es prolongar la vida.

¿Tarda el tiempo? No. Dilatan los sucesos, demoran las personas en llegar. Las manecillas van y vienen, nunca paran. El tiempo tarda mientras la madre encinta puja y regala una nueva vida; tarda cuando se observa cómo la muerte llega pero no se decide. Corre con otra cadencia mientras el bebé rompe con su llanto la monotonía y la madre esboza la sonrisa más bella del Universo; transcurre con minutos pesados, largos, indescriptibles, cuando el ser querido fallece y dirige su mirada hacia un sitio inexplorado, lejano, vetado a los vivos. El largo segundo, el que acontece entre la palmada y el llanto de un nuevo ser, y el indefinible momento entre ser vivo y ser muerto rompen la uniformidad del tiempo.

¿Tarda el tiempo? El tiempo altera su ritmo cuando inicia y termina la vida. En esas circunstancias el tiempo sí cambia: se observa el cuerpo —la muerte, la vida— de otra manera. De otra manera significa mirar el tiempo, interiorizarlo, y hacer del cuerpo propio y ajeno —el del bebé, el del cadáver— parte de la existencia. Quien haya presenciado la magia del alumbramiento o la dureza de la muerte entiende lo que implica mirar el tiempo: un inmenso y rápido sollozo del bebé cuyo sonido inmortaliza esos segundos, o bien, el último suspiro de quien fallece representado por la terrible imagen de la cabeza que cae sin tono, sin cuello como Atlas, y cuyo dolor infinito pervive en la memoria.

¿En realidad, tarda el tiempo? Franz Kafka habló sobre el tema. El escritor checo explicó que la historia sobre Babel tiene más versiones. Kafka aseguró que no fue debido a la confusión de las lenguas la razón por la cual la Torre no se acabó. Lo que en realidad sucedió, dijo el malogrado visionario, es que la gente pensó que tenía tiempo y por eso, nadie concluyó la faena. La lección, siguiendo al autor de El Proceso, es evidente: el hombre sólo entra en acción cuando el tiempo se acaba.

Cuando el tiempo se agota, aunque las palabras no sean suficientes, al escribirlas y acomodar el cuerpo y el alma dentro de ellas, sirven, acompañan. Bien lo dicen los versos siguientes: Ver cómo llega la muerte./ Saber: “nunca más”,/ buscar la mirada,/ esperar la respuesta,/ aguardar en vano.

Todo ocurre cuando se muere lento: cada hora, un minuto, cada minuto, todo el tiempo. El tiempo se repite, no tarda, no sabe del ser humano. Sin el tiempo todo termina, con él, todo sigue.

Notas insomnes. Durante la enfermedad el tiempo transcurre con otro ritmo. ¿Cuánto tiempo durará, cuánto tiempo me queda?, son las preguntas más socorridas.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx