MAY SAMRA PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

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Los caricaturistas muertos ayer en Paris no son cuatro individuos asesinados de tantos que vemos cada día en las páginas de los medios. La ráfaga de metralla, que nunca esperaron encontrar los habitantes del pais de “liberté, égalité , fraternité”; y luego el tiro de gracia, a gritos de !Allahu Akbar!, están dirigidos a todos nosotros, los medios de comunicación- y a los lectores.

Bajo las narices de la leyes amordazadas por lo politicamente correcto, es la libertad de expresión que está siendo ejecutada, por enésima vez, estilo islámico. De ahora en adelante, los medios, en Francia y en otras partes, tendrán más cuidado y “moderarán” sus caricaturas, expresiones y juicios. La prensa será acallada de la misma amanera que en Pakistán, Irán, Hamastán y otros Califatos: por la espada.

Éste es el castigo ejemplar, que llevará a la más completa sumisión, traducción literal del islam: tiemblen, periodistas y redactores, que la furia vengadora de los yihadistas no respeta las leyes seculares, pues Allah es el Legislador Supremo que decide de los designios de los pusilánimes seres humanos.

Ésta no es la primera vez que sucede este tipo de atentados a la pluma libre. La primera fue en el 2005 con el caricaturista holandés del periódico de derecha Jyllands-Posten, quien tuvo a bien de prevenir el mundo que detrás del turbante del Profeta se escondía una bomba de tiempo que sometería al mundo a sangre y fuego. Recuerdo también mi amigo Steve Emerson (director del Investigative Project on Terrorism) quien, de un momento a otro, por hacer el documental “Jihad en América”, vio desembarcar en su casa agentes del FBI quienes le dijeron que su vida plácida había terminado y que ahora debía de cambiar de domicilio cada trimestre, entre otras precauciones.

Aún así, la peor censura es la auto censura: les presento lo sucedido casi dos semanas después del 9/11.

El 6 de octubre de 2001, en su Convención Nacional en Seattle, la Sociedad de Periodistas Profesionales aprobó una resolución instando a los miembros y colegas periodistas que tomen medidas contra la discriminación racial en su cobertura de la guerra contra el terrorismo. Entre otras cosas, se les pedía:

Evitar el uso de combinaciones de palabras tales como “terrorista islámico” o “extremista musulmán” que puedan inducir a error porque vinculan religiones enteras a la actividad criminal: “Sea específico: opciones alternativas, dependiendo del contexto, son “terroristas de Al Qaeda” o, para describir la amplia gama de grupos que participan en la política islámica, “islamistas políticos.” No use caracterizaciones religiosas de forma abreviada cuando distinciones geográficas, políticas, socioeconómicas o de otro tipo puedan ser más exactas”.

Evitar el uso de términos como “yihad”, a menos que esté seguro de su significado preciso e incluya el contexto cuando se utiliza en las citas. El significado básico de “yihad” es superar a uno mismo por el bien del islam y mejorarse.

– “Al escribir sobre terrorismo, no olvide incluir la supremacía blanca, los antiaborcionistas radicales y otros grupos con historias similares”.

– “Consulte a hombres y mujeres de las comunidades seleccionadas para revisar la cobertura que usted hizo y darles sugerencias” (?????).

Con consignas como éstas, ¿qué importa cuántas veces se grita “Allahu Abar” en un atentado? ¡No hay islamista que vale!

Las voces que alertaron de la bomba de tiempo islamista fueron consideradas amarillistas paranoicas y desinformadoras. Dejemos que el pueblo duerma el sueño de los justos, sin importar que se fortalezca, mientras, el enemigo.

Bajo amenaza,¿cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a convertirnos en héroes póstumos? Los valientes, los que no callaron, a pesar de la amenaza y de la deslegitimación, murieron ayer por su osadía.

También murieron el poder disuasivo de la justicia y la soberanía de las Naciones.

Una sola pregunta queda en el aire: ¿Cederemos?