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ALEJANDRO RUBINSTEIN

 

Je suis juif.

No es una declaración oportunista. Es mi estado permanente, el de mis antepasados, el de mis hijos y nietos y el de mis correligionarios.

Je suis juif.

Cuando veo las imágenes de la manifestación en las calles de París ante el terrible atentado y no veo las caras de Obama o de Ban Ki Moon me convenzo, una vez más, que estamos solos y que lo único que nos queda es la solidaridad entre nosotros mismos.

Je suis juif.

La inacción, el esconder la cara, el dejar las cosas pasar, el no sentir el liderazgo de quienes nos representan, me obliga a reflexionar la raison d ‘ être (en el idioma de Moliere: la razón de ser) de su gestión.

Je suis juif.

No me pondré más una estrella amarilla derogatoria sino, en cambio, me envolveré en la bandera blanca con su estrella y franjas azules de Israel. Reclamaré mi derecho a vivir sin tener que ocuparme de sobrevivir. Atacaré a quien me ataque.

Je suis juif.

Islámicos, cristianos, católicos, budistas, protestantes, evangelistas, etc. Son variantes de religiones que no van a detenerme.

Je suis juif.

Es la violencia, es el terrorismo, es la ceguera de los dirigentes, es la sordera de la Comunidad Internacional la que pretende que yo pare, más no lo haré.

A pesar de los pesares, que son muchos y que no han cesado de sucedernos en el paso de nuestra senda de la Historia Universal…

Je suis juif