ELENA BIALOSTOCKY PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO

En la reunión de APEIM (Asociación de Periodista y Escritores Israelitas de México) del 17 de enero, tuvimos la oportunidad de escuchar al filósofo Enrique G de la G, que fue alumno de Andre Laks. Nos platicó su relación con Andre y la forma en que se fue inmiscuyendo en la historia del Holocausto y la vida judía.

“Yo conocí a Andre casualmente, por motivos de trabajo y de estudio. Su padre, Shimon Laks, sobrevivió a Auschwitz y escribió siete libros de memorias. El primero lo escribió junto con un amigo sobreviviente en 1947 y se publicó al año siguiente. Pasaron 30 años y en 1976, ya con tres décadas de distanciamiento y reencuentros con antiguos compañeros, reescribió ese libro que fue el que yo leí primeramente y que me conmocionó muchísimo, porque Laks es un gran escritor, un alma bastante sensible que tiene la capacidad de transmitir con fidelidad todas sus impresiones.

“Después de leer este libro llamado Música de otro mundo, invité a Andre Laks a que lo tradujéramos al español y va a salir publicado este verano”.

El libro relata las memorias de Shimon Laks, músico profesional. Su primer recuento es el momento en el que iba en el tren camino al Campos de Concentración y, casualmente, cuando se asomó por una pequeña ventana el tren se detuvo en Leipzig, lugar donde falleció Bach, quien era su héroe en términos musicales.

Enrique G de la G comentó que “el libro está lleno de anécdotas y reflexiones: Es bastante interesante y profundo y cuenta cómo Shimón Laks se convirtió en el director de la orquesta del Campo de Concentración de Auschwitz, y entonces explica que la música era un vehículo ya fuera para que de alguna manera se pudieran sobrellevar las penalidades del Campo de Concentración, en el mejor de los casos. O para que, por el contrario, se agudizaran aún más las penalidades. Era un arma de doble filo: había gente que se extasiaba y se olvidaba y vivía un momento de felicidad por la experiencia musical tan bonita, pero también quienes sufrían terriblemente por los recuerdos que la música despertaba, las añoranzas, las esperanzas frustradas.

Él le atribuye a la música haber sobrevivido a Auschwitz. Cuenta cómo cuando se están aproximando los rusos para liberarlos y los nazis empezaron a huir, decidieron llevarse a la orquesta a Alemania caminando, y el director del Campo de Concentración se despidió de ellos con lágrimas en los ojos diciendo “mi hermosa orquesta de campo”. Y agrega G de la G: “Con esta historia termina el libro, lo cual me parece absolutamente espeluznante y maravilloso. Me deja perplejo, no tengo palabras para ahondar en eso. Es la manera como los nazis tenían una capacidad de apreciación musical extraordinaria, pero estaba absolutamente eliminada la capacidad de respeto a la vida humana, lo cual me parece atroz”.

Shimon Lacks fue uno de los directores de orquesta en Auschwich. Su hijo Andre Laks es uno de los cinco grandes filósofos del mundo, y vive en México. Enlace Judío tuvo la oportunidad de entrevistarlo gracias a la relación que tiene Enrique G de la G, quién es originario de Monterrey y vive actualmente en la Ciudad de México.

André Laks dijo: “El era director de orquesta, un músico ya formado. Una de sus macabras tareas era escribir las partituras que los alemanes le pedían, como marchas y canciones populares, pero escribirlas de tal manera que el día que desapareciera un miembro de la orquesta, ya sea que fuera enviado a los hornos o muriera por causas naturales, la orquesta pudiera seguir tocando las partituras sin necesidad de grandes cambio. Hubo varias cosas que lo salvaron, principalmente la música; sabía polaco, francés y más; podía servir de interprete, sabía jugar bridge y a los alemanes les gustaba este juego.

“El hombre que recuerdo y conocí no era un hombre que se entregara mucho, ni siquiera en el plano estético. Era claro que la música era su mundo, pero no era algo que manifestara demasiado. De hecho, mi propia educación no estuvo impregnada de lo que él sabía. Por ejemplo, él quería que yo fuera francés, y por eso nunca me enseñó el polaco, que aprendí a pesar de él. La idea era que había un pasado y un futuro: el futuro era yo, y no tenía nada que ver con el pasado”.

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