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MARCELA LUBCZANSKI PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

PROF. EFRAIM INBAR

 

Obama no quiere a Netanyahu en Washington porque considera al primer ministro de Israel un serio aguafiestas de su iniciativa más importante en política exterior – un acuerdo con Irán. A él le gustaría echarlo de Jerusalem también, y ha hecho intentos por desbancar al primer ministro de Israel. Él toma seriamente la declaración de Netanyahu que Israel no está obligada por los acuerdos unilaterales de Estados Unidos. En la visión de Obama, Netanyahu puede todavía utilizar la opción militar, y por lo tanto destruir su único “éxito” de política exterior. De hecho, entre los candidatos para primer ministro en las próximas elecciones, sólo Netanyahu es apasionado acerca de Irán, y sólo Netanyahu consideraría ordenar que las F.D.I. ataquen las instalaciones nucleares iraníes en desafío a los Estados Unidos.    

Lamentablemente hay muchas fuentes de tensión entre el gobierno de Obama y el gobierno de Netanyahu. La principal cuestión de discordia es, por supuesto, Irán. Obama busca un acuerdo con la República Islámica  por su programa nuclear que permitirá al Presidente Obama afirmar que él evitó que Teherán construyera la bomba. El hecho que Irán mantendrá la capacidad de enriquecer uranio, y no desmantelará ninguna de sus instalaciones nucleares, es simplemente barrido bajo la alfombra como insignificante. Extraño como suena, parece que Obama está preparado para etiquetar a Irán como un socio estratégico de Estados Unidos en el intento por traer estabilidad a una región asediada por el caos.

Parte de este realineamiento involucra la capitulación estadounidense en la cuestión nuclear, y una aparente carta blanca para actividad e influencia iraníes aumentadas en la región. Irán está capturando Yemen (y echando a los diplomáticos estadounidenses del país); armando una esfera de influencia en Irak; continúa apoyando al brutal régimen de Assad en Damasco; fortaleciendo el control de Hizballah sobre Líbano; involucrándose en subversión en Asia Central; y desarrollando su aparato terrorista. En el contexto del “Gran Pacto” de Obama con Irán, todo esto parece estar bien. Teherán obtiene todo lo que quiere, mientras que Washington obtiene una promesa iraní de no nuclearizarse en tanto Obama esté en la Casa Blanca. No habiendo tenido ningún logro en política exterior a lo largo de su presidencia, Obama, tal vez obsesivamente, quiere ahora que la relación con Irán sirva como su legado de política exterior.

Este comportamiento tonto afecta en forma negativa la propia posición de Estados Unidos en el Medio Oriente, tanto como los intereses nacionales de su aliado más cercano, Israel. A Obama no le importa la posición internacional estadounidense. Él ha defendido una posición retirada en los asuntos mundiales. Israel, además, nunca ha estado cerca de su corazón, pero Obama comprende que las preocupaciones israelíes tocan una nota sensible en el público estadounidense.

Este es precisamente el motivo por el cual  no quiere que Netanyahu hable en el Congreso de Estados Unidos. Obama teme que el discurso planificado de Netanyahu del 3 de marzo podría convertirse en un catalizador para un debate público sobre su propia política peligrosa hacia Irán. Él no quiere publicidad indebida para su peligrosa estratagema de política exterior. Lo último que necesita es un orador dotado, tal como Netanyahu, señalando las deficiencias evidentes en el enfoque estadounidense hacia Irán.

Y éste es precisamente el motivo por el que Netanyahu está determinado a desafiar los deseos de Obama. La gravedad de la amenaza iraní es comprendida por los israelíes de todos los matices políticos. En tanto haya aquí una posibilidad, aunque mínima, que un discurso ante el Congreso revigorice el debate público en los Estados Unidos con respecto a Irán, y obstruya el intento de la administración por firmar un acuerdo, Netanyahu se siente obligado a asumir una posición contra todos los pronósticos para detener un mal acuerdo con Irán. Paradójicamente, los esfuerzos de Obama para evitar que Netanyahu visite Washington, y para convencer a los miembros del Congreso de boicotear la sesión, sólo aumentan el interés en lo que tiene que decir el primer ministro de Israel.

Más allá de la animosidad personal y la vasta diferencia en los puntos de vista mundiales, Obama no quiere a Netanyahu cerca porque considera al primer ministro de Israel un serio aguafiestas de su más importante iniciativa de política exterior. Pero no es sólo en Washington que Obama considera no bienvenido a Netanyahu. Obama desea librarse de Netanyahu en Jerusalem también. Esta no es la primera vez que hemos sido testigos de la intervención estadounidense en las elecciones israelíes; con la Casa Blanca mostrando disgusto con los candidatos del Likud, y enrolando a activistas y donantes judíos para la campaña anti-Netanyahu.

Obama no quiere a Netanyahu como primer ministro de Israel ni siquiera después que sea firmado un acuerdo con Irán. Él no tiene deseos de ser expuesto a la continua crítica de Netanyahu, basada en darse cuenta que el acuerdo propuesto tiene muchas lagunas legales, o basada en probables violaciones iraníes del acuerdo. Obama toma también seriamente la declaración de Netanyahu de que Israel no está obligada por los acuerdos unilaterales de Estados Unidos. En la visión de Obama, un Netanyahu paranoico puede todavía revertir la opción militar, y destruir así su único “éxito” de política exterior.

Probablemente Obama tenga razón en este punto. Entre los candidatos a primer ministro en las elecciones israelíes, sólo Netanyahu es apasionado acerca de Irán, y sólo Netanyahu consideraría ordenar a las F.D.I. que ataquen las instalaciones nucleares iraníes en desafío a los Estados Unidos. Aunque la campaña en Israel está enfocada más en personalidades que en cuestiones, el tema subyacente de las elecciones es la amenaza iraní y quién está mejor colocado y es más experimentado para abordar este reto.

*Efraim Inbar, profesor de estudios politicos en la Universidad Bar-Ilan, se desempeña como el director del Begin-Sadat (BESA) Center for Strategic Studies, y es un becario Shillman/Ginsburg en el Middle East Forum.

 

 

Fuente: The Begin-Sadat Center for Strategic Studies

 

 

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