JACOBO ZABLUDOVSKY
No lo podían creer: la madrugada del martes algunos clientes de Au pied de cochon en París lamentaron al salir el exceso de vino de la casa y comprobaron la realidad de los cinco drones sobre la Torre Eiffel, los inválidos, Notre Dame, la embajada de los Estados Unidos y la Concordia, gran espectáculo no incluido en el todo pagado de sus actividades turísticas.
La policía, en alerta máxima desde los atentados terroristas contra el semanario Charlie Hebdo y un mercado kosher, que dejaron 17 muertos, trató de seguir a uno de los aparatos. Se desplegaron rápidamente aviones especiales sobre el Palacio del Eliseo, pero el dron “siguió su vuelo” hacia la tumba de Napoleón donde se le perdió rastro. Dice el comunicado: “Durante cerca de seis horas, los servicios de la policía se movilizaron para tratar de localizar a los pilotos de esos aviones teledirigidos en vano. Desplegamos todos los medios para interceptar a los pilotos pero no los detectamos. Nunca se habían visto tantos en una sola noche. Podría tratarse de una acción coordinada, pero no sabemos nada más hasta el momento”. La noticia es confusa porque, si son teledirigidos ¿para qué los pilotos? Se refieren quizás a los operadores ocultos en tierra firme. El informe, lejos de tranquilizar, echa fuego a la angustia de los parisinos.
Coincidencia espantosa: Eugenio Sue, el autor de Los Misterios de París, también lo es de El judío errante. Entre una y otra obra, por lo menos en sus nombres, se encierra gran parte del enigma de los vuelos y de los crímenes que tienen perplejos a los investigadores franceses. Metió su pluma, tal vez en lo de los drones, un iluminado, Julio Verne o un muy posterior Simenon, éste no por sus novelas de asesinatos, sino por su declarado antisemitismo, o por ambos méritos ampliamente comprobados.
En Francia ya hay más musulmanes practicantes que católicos. No confundo, como sabiamente recomendó el presidente Barack Obama, musulmanes con yihadistas. Recomiéndeles eso, don Barack, a musulmanes poderosos, como Tayyip Erdogan, primer ministro turco, quien informó que el número de mezquitas en Francia llegará pronto a 4 mil, y que su construcción y la emigración “forman parte de la estrategia de islamización de Europa”. Don Tayyip repitió públicamente las palabras de una poesía turca, escrita en 1912 por el poeta nacionalista turco, Ziya Gökalp: “Las mezquitas son nuestros cuarteles, los alminares nuestras bayonetas y los fieles, soldados”.
El miércoles Le Monde cabecea en primera plana: “París sobrevolado por drones por décima segunda noche consecutiva” y revela que desde principios de octubre los aparatos han sido captados sobre 16 sitios nucleares y hay una investigación en curso. El gobierno, agrega el diario, “no tiene inquietud” pero toma el asunto “muy seriamente”. El mismo día Le Figaro destaca también en su primera plana: “Los drones sobre París son la prueba de que Francia no está protegida”. La falta de protección es (o debe ser) aviso de sangrienta y constante recordación entre los franceses, dada la confianza absoluta que durante la Segunda Guerra Mundial basaron en su línea Maginot, ejemplo histórico de una defensa inútil.
Como en la literatura, la historia de Francia con frecuencia acerca la risa a la lágrima. En este caso mezcla la intriga policiaca con la tragedia y la frivolidad. Coexisten Guy de Maupassant y Víctor Hugo, Alejandro Dumas y Voltaire, pensamientos vivos en el grandioso mundo de la cultura francesa que desde hace siglos ilumina la inteligencia del hombre. Un francés, Napoleón, si no hubiera pasado a la historia como el gran estratega militar que fue, ocuparía el sitio de colosal legislador, autor de estructuras sociales y económicas transformadoras como su Código Civil, a cuya imagen y semejanza se promulgaron y son vigentes los códigos civiles de 100 países, incluido México. Creador en 1802 de la Legión de Honor con la que sustituyó, en el nuevo mundo laico, las medallas religiosas, y con la cual el presidente de Francia, en nombre de su pueblo, agradece a quien considera haber contribuido a la difusión de la cultura francesa. Ostento orgulloso, la Legión de Honor.
Volviendo al tema: ¿qué diablos son los drones? Pueden ser anuncios de una barata en Au bone marché o presagio del nuevo cañón Berta. Nada imprevisto: fue un francés, Gastón Leroux, el autor de la que se considera la primera novela policiaca, la creadora del género: El misterio del cuarto amarillo.
Y ayer, por Radio Europe, la cantante Madonna lanzó un grito de alerta: “Me siento aterrorizada por el creciente clima de intolerancia en Francia, tan espantoso que me recuerda la Alemania nazi y afecta a toda Europa”.
Fuente:eluniversal.com.mx
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