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MÓNICA GARZA

Fue en 1966 que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 21 de marzo como el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Para este año el tema es “Aprender de las tragedias históricas para combatir la discriminación racial del presente”.

Oportuno reflexionar al respecto en este momento en el que, por ejemplo, el antisemitismo ha cobrado nueva fuerza no sólo en el Medio Oriente y Europa, también en Latinoamérica.

Y es que pareciera que a pesar de toda la información que tenemos y la educación en derechos humanos que pretendemos, nuestra memoria se debilita con gran facilidad.

Esta semana en México, a través de las redes sociales vivimos un ejemplo lamentable pero muy claro en la figura del periodista Ezra Shabot, quien al pronunciarse en su programa de radio sobre el despido de la periodista Carmen Aristegui de MVS, de inmediato recibió una letanía de insultos, que pasaron de su opinión a su condición de judío.

Uno puede no estar de acuerdo con una opinión y tiene derecho a expresarlo, pero convertir eso en trampolín para una agresión de orden racista, y en un país como el nuestro donde los mexicanos en el extranjero también somos minorías discriminadas, no tiene justificación.

Yo considero que como mexicanos hacer un comentario antisemita es además desconocer injustamente en la comunidad judía la cuna de grandes mexicanos, que no por tener un credo distinto han dejado de aportar, trabajar, pagar impuestos, y en muchos casos generar muchos empleos.

La lista de mexicanos célebres de origen judío es larga y por generaciones. Están en los museos, como Gunther Gerzso, Leonardo Nierman, Pedro Meyer, Perla Krauze, Enrique Norten…

En el teatro, como Abraham Oceransky, Morris Gilbert, Sergio Kleiner, Lenny Zundel, Ari Telch, Susana Alexander…

En el cine como Luis Mandoky, Arturo Ripstein, Daniel Gruener, Roberto Sneider, Emmanuel Lubezki, Lynn Fainchtein…

En la radio como Jacobo Zabludovsky, Ezra Shabot, Eddy Warman, Ethel Soriano, Shanik Berman…

En la televisión como Adela Micha, Enrique Burak, León Krauze, Susana Moscatel, Carlos Alazraki, David Faitelson, Leo Zukerman, José Gordon, Ricardo Fastlicht, Erick Elías, Raquel Pankowsky, Gabriela Goldsmith, David Ostrosky…

En las librerías como Enrique Krauze, Sara Sefchovich, Sabina Berman, Jorge Castañeda Gutman, Andres Roemer…

En la política como Andres Rosental, José Woldenberg, Salomón Chertorivski, Claudia Sheinbaum, David Korenfeld…

En otras disciplinas representando a México en el extranjero, como Galia Moss, la primera mexicana y latinoamericana en cruzar el océano Atlántico en velero en solitario, o Emilio Rosenbleuth personaje fundamental de la ingeniería sísmica, sólo por mencionar algunos ejemplos de entre los más populares.

Todos ellos son judíos orgullosamente mexicanos y algunos hasta se consideran “judíos guadalupanos”. Muchos de ellos tienen historias familiares de migración muy dolorosas y por ende de gran arraigo a lo mexicano.

“Mi papá estuvo en Auschwitz durante tres años y terminando la guerra fue liberado del campo de concentracion. En aquellos tiempos había organizaciones judías en todo el mundo que buscaban a sobrevivientes y los conectaban con sus familias. Una tía de mi padre que había llegado a México antes de la guerra, vio publicado su nombre en una lista de sobrevivientes, pudo localizarlo y lo trajo como turista”. Me contó el destacado productor teatral Morris Gilbert.

La multipremiada escritora Sabina Berman cuenta que en su casa la única religión que profesaban sus padres —refugiados polacos judíos— era la ciencia, pues pertenecían a instituciones como el Politécnico Nacional, la Asociación de Psicoterapia Psicoanalítica y la Escuela de Ingenieros. Mientras que el resto de su familia no pudo salir de Europa.

“Sabemos que fueron exterminados todos. Son unas cuantas fotos las que tenemos de ellos, siempre en un lugar prominente en nuestras casas, pero todos desaparecieron en los campos de exterminio”, recuerda Berman.

Historias como éstas se cuentan por cientos en nuestro país.

Según la encuesta realizada por Inegi en 2012, la comunidad judía de México se compone de poco más de 67 mil ciudadanos mexicanos, con obligaciones y derechos como cualquier otro.

Una comunidad muy pequeña para un país de mas de 119 millones de habitantes, pero que pesa mucho porque en la historia moderna de México ha hecho importantísimas aportaciones a nuestra economía, cultura y ciencia. No lo pasemos por alto.

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Fuente:razon.com.mx