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SIMON HENDERSON

 

Estados Unidos sufre un importante revés en la guerra contra el terror mientras se avecina una guerra indirecta entre Irán y Arabia Saudita.

La evacuación de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos de su base en el sur de Yemen el viernes, debido a que al Qaeda había asumido el control de la ciudad cercana de al-Houta, es difícil de contar como algo más que un importante revés para la guerra contra el terror. Aún más desde que el mes pasado los pocos diplomáticos estadounidenses restantes en Yemen habían volado fuera de San’a, la capital, debido a la amenaza de los rebeldes houthis. El embajador estadounidense ante Yemen ahora opera desde la ciudad portuaria saudita de Jeddah.

El hecho que Al Qaeda (sunita) y los houthis (cuasi-chiitas) se odien uno al otro es poco consuelo para los observadores occidentales de la crisis de Yemen. La antipatía de Al Qaeda hacia Estados Unidos está bien establecida. Nadie trataría a la ligera la consigna houthi de “Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, malditos los judíos, fuerza para el Islam.”

Anteriormente sin ley en la noche, especialmente fuera de las principales ciudades, el país más populoso en la Península Arábiga, tanto como el más pobre, es ahora cada vez más anárquico a toda hora. El caos violento en Yemen no es lo suficientemente ordenado como para ser llamado una guerra civil.

Las montañas y desiertos de Yemen ofrecen refugios ilimitados y, como consecuencia de las retiradas estadounidenses, cada vez son menos observados los islámicos radicales. Washington y otras capitales occidentales no tendrán más opción que volverse todavía más obsesivos acerca de la amenaza para sus patrias. Los vínculos de Yemen con el atacante con bombas bajo su ropa de las Aerolíneas Northwest en el año 2009 y las matanzas de Charlie Hebdo en París de este año, ya habían marcado al país como una importante fuente de peligro letal. Ahora, esa amenaza se intensificará.

Cabe recordar que el año pasado el Presidente Obama citó a Yemen como un ejemplo exitoso de política exterior y estrategia contra-terrorista estadounidense.

Contrarrestar la creciente amenaza terrorista será especialmente difícil debido a que Yemen ahora es un campo de batalla indirecto para las ambiciones regionales de Irán. Como destacó el año pasado un parlamentario iraní: Tres capitales árabes—Bagdad, Damasco y Beirut—ya estaban bajo control de Irán. El apoyo de Teherán por los houthis en Yemen significó que San’a se convirtiera en la cuarta en septiembre, cuando los hombres de las tribus, buscando aparentemente una parte más justa de los ingresos del gobierno, completaron su avance sobre la capital.

Arabia Saudita, donde reina el tipo de Islam sunita severo conocido como “wahabismo”, está alarmada por la expansión del Irán chiita y preocupada a perpetuidad por las amenazas que emanan de Yemen. Puede esperarse que los saudíes aumenten su participación en la disputa por Yemen, desplegando la totalidad de la caja de herramientas diplomáticas saudíes—dinero, suministro de armas y tal vez incluso hacer la vista gorda a las acciones que serían descritas en cualquier otro lado como terrorismo—para bloquear a Teherán. El viernes, bombardeos suicidas en mezquitas houthis en San’a mataron a 152 personas; la responsabilidad se la atribuyó Provincia de San’a, un grupo sunita leal al Estado Islámico pero anteriormente prácticamente desconocido.

La posición saudí  con respecto a Yemen puede ser descrita como paranoia. El fundador del reino, Abdulaziz aka Ibn Saud, dijo supuestamente en su lecho de muerte en 1953 que nunca debe permitirse a Yemen, entonces dividido en dos países, unirse. Sucedió de todas formas en 1990, y fracasó el apoyo saudí en 1994 a un movimiento sureño separatista yemenita .

La Casa de Saud ha pasado las últimas décadas siendo superada en Yemen por el ahora ex presidente Ali Abdullah Saleh, cuyo historial incluye participación personal en golpes de estado contra al menos uno de sus predecesores, una crueldad de la que carece la progenie de Ibn Saud. Como la comunidad internacional, los saudíes colocan su confianza, aunque endeble, en el ex segundo del Sr. Saleh, el Presidente Abed Rabbo Mansour Hadi. Su palacio en la ciudad sureña de Aden fue ametrallado por aviones de guerra houthis la semana pasada. Sí, este grupo militante tiene su propia ala aérea.

Poca sorpresa, entonces, que se diga que las preocupaciones saudíes por los houthis se extienden a temores que el arsenal de misiles Scud de Yemen podría ser apuntado contra ciudades saudíes, incluyendo la ciudad santa de Meca, a 350 millas de distancia.

El lunes, el ministro del exterior yemenita, Riyadh Yaseen, pidió a los países del Golfo Pérsico, incluyendo a Arabia Saudita, que intervengan militarmente para detener los vuelos desde los aeropuertos controlados por los houthis. Los saudíes podrían tentarse: Hay ahora 28 vuelos semanales entre San’a e Irán, de cero antes de la captura houthi. Los vuelos incluyen los hechos por Mahan Air, una aerolínea iraní registrada en la lista negra de Estados Unidos por apoyar al terrorismo.

El colapso de Yemen junto a la frontera sur de Arabia Saudita es la primera prueba importante para el nuevo monarca del reino, Salman bin Abdulaziz. La responsabilidad por las relaciones con Yemen parece dividida. Ha sido dada preeminencia al Príncipe Adjunto de la Corona y Ministro del Interior, Muhammad bin Nayef, quien en el año 2009 sobrevivió a un bombardeo suicida por parte de un miembro de al Qaeda de Yemen que presuntamente se estaba rindiendo. Pero el primer líder saudí en aparecer en la zona de la frontera durante la agitación actual ha sido el Ministro de Defensa, Príncipe Muhammad bin Salman, hijo del rey y asesor más cercano, quien visitó el centro de operaciones avanzadas local.

Sin importar quien termine asumiendo el liderazgo saudí al abordar la amenaza de la desintegración de Yemen, en tanto Irán esté aumentando su participación allí, las cosas pueden solamente empeorar en este último foro para el conflicto entre sunitas y chiitas que ha propagado caos a lo largo del Medio Oriente.

El Sr. Henderson es el director del programa de Política para el Golfo y Energía en el Instituto Washington para Política del Cercano Oriente.

 

Fuente: The Wall Street Journal

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México