Barack Obama and Binyamin Netanyahu at the White House in 2010

BRET STEPHENS

 

Bajo la administración Obama, amigos son enemigos, negación es sabiduría y capitulación es victoria.

 

El humillante desenlace de la participación de Estados Unidos en Yemen llegó durante el fin de semana, cuando las Fuerzas Especiales de Estados Unidos fueron obligadas a evacuar una base desde la cual habían operado contra la filial local de Al Qaeda. Esta es la misma filial que se atribuyó la responsabilidad por el ataque en enero contra Charlie Hebdo y se ha considerado durante mucho tiempo que representa la amenaza más directa para Europa y Estados Unidos.

¿Entonces a quién debe estar declarando la guerra Barack Obama en el Medio Oriente en vez de al Estado de Israel?

Hay una cualidad invertida para la visión del mundo de este presidente. Su administración está ahora en mejores términos con Irán—cuyos representantes houthis, con el lema “Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, malditos los judíos, poder al Islam”, acaban de deponer al presidente legítimo de Yemen—que con Israel. Él afirma estar ganando la guerra contra el Estado Islámico aun cuando el grupo continúa extendiendo su alcance dentro de Libia, Yemen y Nigeria.

Obama amenaza a los republicanos en el Senado como a un enemigo en lo que hace a las negociaciones nucleares iraníes, mientras trata al ministerio del exterior ruso como a un socio diplomático. Favorece la legitimidad moral del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas antes que al del Congreso estadounidense. Está facilitando la guerra de Bashar Assad contra su propio pueblo al atacar al ISIS para que el dictador sirio pueda entrenar su fuego contra nuestros aliados evidentes en el Ejército Libre Sirio.

Él estuvo preparado para abrazar a un Hermano Musulmán como presidente de Egipto pero mantiene una relación distante con su popular sucesor pro-estadounidense. No tiene problema en juntarse con Al Sharpton y etiquetar a un departamento de policía estadounidense como exhaustivamente racista pero no es más que firme en que las palabras “islámico” y “terrorismo” no deben ser unidas jamás en ningún caso. Cuanto más profundo avanzan las fuerzas rusas dentro de Ucrania, cuanto más violan los ceses del fuego, más débil se vuelve el gobierno de Kiev, es más insistente en que su respuesta a Rusia está funcionando.

Para adaptar el lema de George Orwell para Oceanía: Bajo el Sr. Obama, amigos son enemigos, negación es sabiduría y capitulación es victoria.

La víctima actual de las inversiones morales de Obama es el primer ministro israelí, electo recientemente. Normalmente, un mandato democrático arrasador refleja legitimidad, pero no para el Sr. Obama. Ahora somos sorprendidos ante el espectáculo asombroso en el cual Benjamín Netanyahu se ha convertido en persona non grata por sus comentarios dudando de la actual posibilidad de una solución de dos estados. Esto mientras su homólogo palestino, Mahmoud Abbas, está en el 11º año de su mandato de cuatro años, sin un murmullo de protesta de la Casa Blanca.

Es cierto que Netanyahu hizo un comentario espantoso el día de la elección sobre los votantes árabes israelíes “llegando en manadas a las urnas”, poniendo así “en peligro al gobierno de derecha.” Sin embargo, se ha disculpado por esto, en persona, ante los líderes de la comunidad árabe-israelí.

Eso es más que lo que puede decirse del Sr. Abbas, quien el año pasado amenazó a Israel con una guerra religiosa global si les era permitido rezar a los judíos en la mezquita al Aqsa del Monte del Templo. “No permitiremos que nuestros lugares santos sean contaminados”, dijo el presidente de la Autoridad Palestina. El gobierno de Obama insiste en que  Abbas es “el mejor interlocutor que jamás va a tener  Israel.”

Tal vez eso es cierto, pero si es así sólo pone de relieve el argumento que estuvo planteando en primer lugar Netanyahu—y por el cual Obama ahora amenaza con una re-evaluación fundamental de las relaciones estadounidenses con Israel. En el año 2014  Mahmud Abbas aceptó un acuerdo para compartir el poder con Hamas, un rompe-acuerdos para cualquier israelí interesado en la paz. En el año 2010 utilizó la expiración de un congelamiento de 10 meses en los asentamientos israelíes como una excusa para abandonar las campañas de paz bilaterales. En el año 2008  se retiró de una oferta de estado del entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert. En el año 2000 estuvo con Yasser Arafat en Camp David cuando los palestinos rechazaron el acuerdo de Ehud Barak con Israel.

Por rechazar en forma continua las ofertas israelíes de buena fe, el Sr. Abbas puede estar a punto de obtener su deseo: un voto estadounidense para el Estado Palestino en las Naciones Unidas. Por cansarse de la constante mala fe palestina—y notar el hecho—Israel ahora será tratada con la condición de una nación paria por Obama.

Aquí está mi consejo para el gobierno israelí, junto con todo otro país que está siendo tratado en forma desdeñosa por esta administración crasa: retribuyan el desprecio con desprecio. Barack Obama juega al tipo matón clásico. Es abusivo y hosco sólo hacia aquellos que siente son, ya sea demasiado débiles, o demasiado educados, como para devolver el golpe.

Los saudíes descubrieron eso en el año 2013, después que el Obama falló en honrar sus promesas con respecto a Siria; ellos rechazaron una banca en el Consejo de Seguridad, hablaron abiertamente sobre adquirir armas nucleares de Pakistán y derrumbaron el precio del petróleo, principalmente como un arma contra Irán. Ahora Obama no es más que solícito con las altezas saudíes.

Los israelíes tendrán que trazar su propio camino de resistencia. Con respecto al acuerdo nuclear iraní, pueden tener que ir por su cuenta. Esperemos que sus advertencias no hayan sido meros alardes. Israel sobrevivió sus primeros 19 años sin patrocinio estadounidense significativo. Por ahora, todo lo que tiene que hacer es pasar los próximos, y ciertamente largos, 22 meses.

 

Fuente: The Wall Street Journal

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México