FEDERICO REYES HEROLES

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Quizá lo más sencillo sería fingir que no existió, arrojar a la conciencia, a ese cómodo expediente: lo anecdótico. Decir que el hecho pronto caerá en el olvido. Las elecciones, el cinismo priista del caso Gutiérrez de la Torre o la paridad del peso se pueden encargar del trabajo. Pero, ¿no estaremos resbalando en un perverso relativismo? Qué más da si unos “loquitos” lo hicieron. Además ocurre todos días y, como ha dicho Pascal Beltrán de Río sobre el caso Ashley Judd, las redes están dejando de ser algo noticioso. Que digan lo que quieran: ¡es parte de la libertad de expresión en el siglo XXI! Ni para qué preocuparse, si además no hay cómo evitarlo.

“…qué se puede esperar de un judío nada más y nada menos”. “Judío adorador del dinero púdrete en el infierno que te espera”. “Malditos judíos siempre serán una raza maldita”. “Es como todos los priistas, reniegan de sí mismos, pero sabemos para quiénes trabajan. Judío de mierda”. “…el judío siempre será un perro, siempre lo es, como EPN siempre será #presidentemarica”. Todo esto y mucho más por el simple hecho de que Ezra Shabot fijó su posición personal sobre el caso MVS-Aristegui. Ezra se atrevió a decir lo que pensaba y la avalancha se soltó: “… escudarte en el antisemitismo es cobarde y nada más que un cliché del siglo pasado. Cuida tu chambita lambiscón”.

Racismo, antisemitismo, homofobia todo explícito, vilezas, agresiones ¿Es ésta es la modernidad a la que debemos acostumbrarnos, a estas muestras claras de intolerancia profunda, de ignorancia supina, de amenaza que queda impune? ¿Qué avance civilizatorio es éste? También existe otra ruta de fuga: decir ha ocurrido muchas veces, son brotes recurrentes. Las víctimas públicas han sido muchas, los Krauze, Enrique y León; Alejandro Frank; Ruth Gall; Jorge Castañeda Gutman cuando fue designado Secretario; Santiago Levy cuando fue director del IMSS y modificó el régimen de pensiones. La mecánica es la misma: si no estoy de acuerdo con su forma de pensar y el interlocutor es judío, lo descalifico por esa condición. La descalificación lo que hace es recordar que pertenecen a una religión que no es “confiable”, que siempre tienen intereses que están más allá de lo que vemos o leemos; que no tienen patria aunque se digan mexicanos. La vileza no tiene límites.

La comunidad judía en México es muy pequeña, no llega las 70 mil personas, un poco más del 0.5 %. Nada más en Nueva York viven más de dos millones. Y sin embargo, a pesar de ser un grupo muy pequeño, han destacado y dejado legados en muy diversas áreas: Moshinsky, Lieberman, Bucay, Rozenblueth. Las facultades de Ciencias, de Química, de Filosofía y Letras de la UNAM tuvieron la fortuna de contar con mentes brillantes de origen judío que alimentaron esas aulas. Mónica Garza (La Razón, (22-2-2015) nos recuerda los ámbitos, cómo olvidar a Gunther Gerzo, a Nierman, Abraham Zabludovsky el gran arquitecto, a Pedro Meyer; a Abraham Oceranzky a la familia Alexander en el teatro. Comunicadores como menciona Mónica Garza, José “Pepe” Gordon, Adela Micha, Leo Zukerman y me detengo porque la probabilidad de olvidar es tan alta que seguro estoy incurriendo en el olvido involuntario. Los Chertorivski, los…. Mi amigo Luis Rubio y su brillante padre médico. Digamos mejor un larguísimo etcétera. Ellos son, por fortuna, parte de México.

Historias privadas hay muchas, un amigo quien preguntó hace años a un prominente empresario mexicano sobre la posibilidad de aceptar el ofrecimiento de una secretaría de estado, a lo cual el empresario respondió, México no toleraría a un judío en una secretaría. También están los vetos en clubes, condominios o la versión suave: cuotas máximas. Resistencias conservadoras las ha habido desde hace mucho tiempo, pero lo paradójico del caso es que en los últimos años las agresiones, han provenido de grupos que uno supondría progresistas. Después de la derrota de la izquierda en 2006 se soltaron oleadas de intolerancia de los derrotados. A Ezra Shabot le ocurre lo mismo: su definición ideológica es diferente a la de la audiencia radiofónica que hoy se siente agraviada. No eres de izquierda, eres un p… judío. ¡Vaya expresión de los nuevos demócratas mexicanos!

7575771-5 era si no mal recuerdo mi número de cuenta en la UNAM asignado por una computadora. El aparato decidió abreviarlo de forma impronunciable. Terminé siendo “El Güero”. Entre los muchos privilegios de esa etapa de mi vida está haber conocido a Ezra, brillante, apasionado, muy estudioso, hombre de bien, no se merece estás vilezas que no debemos menospreciar, ni tolerar.

Hannah Arendt, esa gran filósofa alemana de origen judío, escribió un texto que sigue siendo un clásico, Los orígenes del totalitarismo. El antisemitismo es mucho más que el odio a los judíos. Se trata de una expresión que delata una nueva naturaleza del mal. Por eso Arendt, que lo sufrió en carne propia, propone una salvaguardia que abrace a toda la humanidad. La salvaguarda contra la barbarie comienza por romper el silencio, por denunciar: #todossomosEzra.

Fuente: Excelsior