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RODOLFO VILLARREAL RÍOS

 

Solamente esto nos faltaba, que la peste del antisemitismo renaciera en nuestro país. Ello ocurrió hace unos días cuando el ciudadano mexicano, quien profesa la religión judía, Ezra Shabot Askenazi “osó” emitir su muy particular y respetable opinión sobre el diferendo laboral suscitado entre la empresa MVS y la ciudadana María del Carmen Aristegui Flores.

Dado que el ciudadano Shabot no se sumó al coro de quienes arropan la victimización, y dicen ser adalides de la democracia, le cayó encima un sinfín de epítetos por su origen étnico.

Aquello parecía remontarse a los finales de los años treinta, principios de los cuarenta del pasado Siglo XX, cuando en nuestro país los simpatizantes de la bestia austriaca, Adolfo Hitler, ocupaban espacios en los medios de comunicación para exaltar las “virtudes y superioridad” de la raza aria, además de promover el exterminio de los judíos. Sobre esta página oscura de nuestra historia, que algunos insisten en ocultar, les comentaremos a continuación.

En septiembre de 1939, The New York Times daba cuenta de que el agregado de prensa de la embajada alemana en México, Arthur Dietrich desempeñaba una actividad febril abriendo espacios para su causa en los medios de comunicación de entonces, la prensa y la radio.

En este contexto, se indicaba que un ciudadano alemán oriundo de Berlín, cuyo nombre no se precisaba, había obtenido, meses atrás, un contrato para instalar todo el equipamiento de las instalaciones en los cuarteles militares, algo que no solamente le proporcionaba acceso a contactos políticos, sino a tener conocimiento sobre las instalaciones de radio que poseía el Gobierno mexicano.

En igual forma, el aludido Dietrich había establecido un sistema que le permitía enviar diariamente boletines de prensa a las diversas estaciones de radio en la ciudad de México a las cuales proveía con la versión germana sobre los acontecimientos bélicos en Europa.

Asimismo, se presumía que operadores alemanes laboraban en cada una de dichas estaciones. En lo concerniente a la prensa, desde marzo del año arriba aludido, los medios con tendencia conservadora mostraban su simpatía abierta hacia los nazis.

Editoriales, particularmente los publicados en el diario vespertino Últimas Noticias, exhibían su antiamericanismo, mientras alababan a los gobiernos de Alemania e Italia.

Sin embargo, cuidadosos, enfatizaban que México debería de permanecer neutral y continuar su intercambio comercial con dichos países europeos. Pero la actividad pro-nazi no se circunscribía a la ciudad de México.

En los estados de Veracruz, Sonora, Querétaro y Guanajuato, se reportaban actividades pro-nazis. En ese contexto, era mencionado el arribo de armas que, introducidas a México de contrabando vía Veracruz, serian utilizadas para encabezar una revuelta en contra del Gobierno federal e instalar un gobierno pro-germánico.

Cabe precisar que ya para entonces en nuestro país existía una organización que portaba camisas de color café y no solamente en eso coincidía con quienes las llevaban de color similar en Europa, era la Unión Nacional Sinarquista.

En Sonora, se indicaba que un diario y una estación de radio, ambos propiedad de una familia alemana muy influyente en la localidad, solamente emitían noticias a favor de la causa teutónica. Eso no era suficiente, el gobierno alemán estimaba que era importante utilizar, en paralelo, otros instrumentos.

En ese entorno, el ministerio de propaganda nazi ya había encargado a un par de alemanes que escribieran sendos libros sobre México. Uno, bajo la firma de Cannon Ross, titulado “México-los Balcanes de América”.

El otro, de la pluma de Josphep Maria Franck, “México es diferente”. En ambos, se concluía que aun siendo México un país rico en recursos era incapaz de gobernarse por si mismo debido a la corrupción de sus líderes.

Al parecer, diríamos nosotros, los “redentores” y quienes les compran sus espejitos siguen con el mismo script. Ante ello, los nazis impolutos proponían como vía de salvación la “Arianización” de nuestro país. Bajo esa premisa, seguramente nuestros ancestros hubieran terminado convertidos en barras de jabón, sus pieles recubriendo sillones y nosotros jamás hubiéramos existido.

No obstante ello, no podían faltar los colaboracionistas quienes, a cambio de unas monedas, se prestaron a servir de instrumento de la causa nazi y la purificación étnica.

A principios de 1940, Dietrich entabló negociaciones con él, ya para entonces, gigoló-cobarde-sinarquista, José Vasconcelos a quien le faltaba agregar lo de nazi como parte de su divisa de presentación. Al tintineo de los dineros, el oaxaqueño no le hizo el asco y aceptó dirigir una publicación en la cual a la par que resaltaba las virtudes de la raza aria y su líder, la bestia austriaca, mostraba el peligro que para la humanidad representaban los judíos.

Seguramente a Vasconcelos le habrá causado regocijo peculiar enterarse de que seis millones de ellos fueron exterminados en los campos de concentración y en los hornos crematorios.

Pero eso eran temas que podían obviarse, las monedas lucían centelleantes y, además de permitir vivir bien, servirían para adquirir la tinta y papel en que se editaría la revista “Timón” que vería la luz el 22 de febrero de 1940. En sus páginas, además de Vasconcelos, colaboraban, entre otros, Andrés Henestrosa, aquel escritor chaparrito simpático; Alfonso Junco, un hispanista ligado al sinarquismo; Gerardo Murillo, el paisajista conocido como el Dr. Atl; Adolfo León Osorio; María Elena Sodi de Pallares; Teodoro Schumacher, y los periodistas Carlos Roel, Antonio Islas Bravo y Pedro Zuloaga. Durante 17 semanas, por cincuenta centavos el ejemplar, los adoradores del nazismo pudieron solazarse con los escritos que les entregaban plumas devotas del antisemitismo. Como prueba de la adoración que Vasconcelos profesaba a la causa nazi, basta observar los números 12 y 16 de “Timón”.

En el nÚmero 12, del 11 de mayo de 1940, bajo el encabezado “Visita nuestro país prominente escritor alemán”, aparecen tres fotografías. En dos de ellas está Vasconcelos con funcionarios nazis, pero la mas patética es aquella en sonde se lee: “De izquierda a derecha: los señores [Arthur] Dietrich, licenciado Vasconcelos, director de Timón, [quien, con sus “ojitos” cerrados, seguramente imaginaba estar entre Goebels y Hitler], [Whilheim] Hammerschmidt, y César Calvo, presidente y gerente de Timón, S. A. En el número 16, del 8 de junio de 1940, Vasconcelos escribió algo para avergonzar a cualquier ser humano bien nacido. Bajo el título “La inteligencia se impone”, apuntó: “Hitler, aunque dispone de un poder absoluto, se halla a mil leguas del cesarismo.

La fuerza a Hitler no le viene del cuartel, sino del libro que le inspiro sus cacumenes. El poder no se lo debe Hitler a las tropas, ni a los batallones, sino a sus propios discursos… Hitler representa, en suma, una idea, la idea alemana, tantas veces humillada antaño por el militarismo de los franceses, la perfidia de los ingleses. En contra de Hitler, es verdad, se hallan combatiendo «Democracias» gobernadas por civiles. Pero son democracias de nombre”. No podía permitirse que tales bazofias
siguieran publicándose.

El 13 de junio de 1940, el secretario de relaciones exteriores de México, Eduardo Hay, anunció que Arthur Dietrich [el patrocinador de Vasconcelos], por sus actividades de propaganda que resultaban perjudiciales al Gobierno mexicano, era declarado persona non-grata y debería de abandonar el país a la brevedad. Con la salida del funcionario alemán, se iban los fondos que mantenían a “Timón” cuyo ultimo numero, el 17, estaba ya en prensa y aparecería el 15 de junio de 1940. Se cerraba así un órgano del antisemitismo en México, una peste que algunos insisten en que vuelva a brotar bajo la excusa estúpida de que quien no simpatice con sus causas “democráticas” debe de ser objeto del escarnio.

Hoy lo fue el ciudadano Ezra Shabot Askenazi por ser judío, mañana seguramente la emprenderán contra alguien cuya tonalidad de la epidermis no la consideren de su agrado. Dicen ser defensores de la democracia, pero en realidad no son sino admiradores del carnicero de Georgia, Josef Stalin quien al final muy poco tenia de distinto de quien una vez fuera su socio, la bestia austriaca, Adolfo Hitler. Eso sí, la boca se les llena cuando invocan al “maestro” Vasconcelos y como no lo van a hacer sí de él abrevaron la peste del antisemitismo.

Añadido: Este 29 de marzo, se cumple un año desde que el Gran Arquitecto mandó llamar a don Rafael Villarreal Martínez. Un hombre, pleno de virtudes y defectos, quien profesaba un amor entrañable a su familia y a su pueblo, Piedras Negras, Coahuila.

A éste, le sirvió como funcionario público intachable, a más de entregarle un par de libros sobre su historia, algo que solamente él lo ha hecho. Junto a la compañera de toda la vida, doña Estela Ríos Schroeder, proveyó a su familia con un ejemplo de honestidad, perseverancia, y esfuerzo, además de inculcarle el deseo perenne por adquirir conocimientos.

Lo extrañamos.

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Fuente:zocalo.com.mx