Lippman - Enlace Judio Mexico

Enlace Judío México- Nuestro experto en genealogía judía, Alejandro Rubinstein, está respondiendo las numerosas peticiones acerca del origen de sus apellidos. Pide paciencia a quienes las han enviado. Aun así, nos aclara que la duda acerca de si el apellido es judío debe ser atendida por quienes tienen autoridad en dicho foro: los rabinos.

La petición de nuestra audiencia:

Hola. Mi apellido es Lippmann y solo tenemos registros de mi bisabuelo que nació en Breslavia (Silesia) antes Prusia y ahora Polonia a fines del siglo XIX (también conocido como Wroclaw o Bratislava). Asumo que el apellido se originó en la región, pues el registro más antiguo que encontré es el del Rabino Yom Tov Lippmann Heller y es de Baviera. Si pudieran darme algo mas de información se los agradecería mucho. ¡Ah! Y una última pregunta, algo había leído que había una diferenciación entre apellidos Ashkenazis y ‘germanos’ en cuando a la doble consonante antes de la consonante débil, por ejemplo, Lippmann vs. Lipman y que durante la guerra hubo selección en base a esto. ¿Qué tan cierto es? ¡Gracias! Jag Pésaj Sameaj

La respuesta de nuestro experto en genealogía judía, Alejandro Rubinstein:

Registrado con varios elementos gráficos incluyendo Leverman, Liberman, Liebmann, Liepmann, Lipman, Lipmann, Lippman, Lipman y Lipmanovicz; se trata de un apellido inglés, alemán, polaco y ,a veces, atribuido a los judíos de origen alemán.

Su origen más remoto se ubica en el vocablo del siglo VIII al ser acuñado el nombre bautismal Lieb o Lib, cuyo significado es bueno o amado. Si se le adiciona el sufijo man o mann que, en este contexto, significa amigo o siervo de Lieb. Las voces lieb y lib pueden ser encontrados en el antiguo alemán conocido como medio alto y el hebreo, por lo que es realmente difícil definir su origen preciso.

La primera ocurrencia del apellido en cualquier forma de expresión escrita es la de Conrad Liepmann, anotado en los Estatutos de la ciudad de Vaihengen, Alemania en el año 1394, convirtiéndolo en uno de los primeros apellidos alemanes registrados. Posteriormente, se ubicaron ejemplos tomados de los registros auténticos que incluían a Anna Justina Lipman, la hija de Michael Lipman, bautizado en Dresden, Alemania el 19 de noviembre de 1661; Anna Elizabeth Liebmann, registrada en Leipzig, Alemania el 8 de agosto de 1700 y, asimismo, Carl Gottfrid Lippmen, también de Dresden, de quien se da cuenta y registro allí el 22 de noviembre 1801.

Este nombre de familia se registró por primera vez desde el siglo XIII en la mayoría de países europeos, aunque su numero e idioma de expresión variaron, de manera muy importante, en Inglaterra y de menor importancia y frecuencia en Polonia. Teniendo en cuenta que previamente al siglo XX, los dialectos locales en la mayoría de los países tenían una presencia muy fuerte y que las normas de educación eran poco refinadas resultó que, a menudo, la ortografía del apellido fuera sometida al cambio continuo, incluso dentro de la misma familia.

De esta suerte, no es raro encontrar en la misma familia quien emplease la doble p, la doble m o la doble n en su expresión gráfica del apelativo familiar hasta que, en Alemania en julio de 1787, se publicó una nueva regla: a cada judío que morara en tierras germanas, le era necesario adoptar (o si ya tenían uno, mantener) un apellido que se escribiese, sonase y pareciese alemán. Nombres derivados del hebreo ya no eran permitidas y tuvieron que ser cambiados de manera legal.

Aquellas familias con apellidos ya establecidos se les permitió mantenerlos, siempre y cuando no fueran nombres hebreos. Sus apellidos debían ser “germanizados” y ya no se permitieron nombres que eran “desconocidos en la lengua alemana”.

La selección fue muy limitada: el traductor hebreo en Bohemia, por ejemplo, presentó una lista de 2000 nombres, pero sólo 156 de aquellos eran considerados aceptables por las autoridades. Todos los demás apellidos fueron prohibidos y su uso fue penado con multas. La razón principal: que a pesar de escribirse, sonar y parecer alemanes, debían tener un signo distintivo que les diera un “rasgo” de menor germanización que, este caso, era la pérdida de alguna letra doble que, conforme a la costumbre de la época, era un elemento altamente teutónico que no podría apareceré en los apellidos empleados por judíos.

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