AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Habla suavemente y afirma llevar un gran palo, el que no tienes intención de utilizar jamás.

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El último fin de semana, con la tinta sobre el acuerdo nuclear con Irán siendo todavía deletreada, la Doctrina Obama cayó desde una entrevista entre el Presidente Obama y Thomas Friedman del New York Times.

“Usted preguntó por una doctrina Obama”, dijo el Sr. Obama. “La doctrina es: Nos involucraremos, pero hemos de preservar todas nuestras capacidades”.

En nueve palabras, el Sr. Obama explicó lo que ha estado sucediendo en los últimos seis años, culminando en lo que ahora vemos es el núcleo de la visión mundial de Obama, una acomodación con Irán.

El corolario de la Doctrina Obama, como explicó el presidente, es que si el involucramiento con una potencia hostil se vuelve peligroso, todos en el mundo saben que surgirá y prevalecerá la “superioridad militar” de Estados Unidos. En caso de emergencia, el Tío Sam romperá el vidrio.

El Sr. Obama ofreció un ejemplo de cómo funcionaría esto—apoyo estadounidense para Israel: “Lo que estaremos haciendo, inclusive cuando entremos en este acuerdo, es enviar un mensaje muy claro a los iraníes y a la región entera que si alguien ataca a Israel, Estados Unidos estará allí”.

Esta declaración, y de hecho la Doctrina Obama, es una farsa.

Pongan a un lado que “ataquen a Israel” y “Estados Unidos estará allí” son frases sin ningún significado operativo real.

“Estados Unidos estará allí” podría significar que si alguien explota una mochila con una bomba nuclear en Tel Aviv, al día siguiente el gobierno de Obama estaría en la parte este de Nueva York, condenando el ataque en una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.

Cualquier doctrina estadounidense de política exterior necesita un espacio de maniobra para la interpretación del comandante en jefe. Pero cualquiera asumiría que la frase “Estados Unidos estará allí” se refiere al despliegue de lo que el Sr. Obama invoca como “nuestra superioridad militar”.

A menos que no lo sea.

En el caso de la presidencia de Obama, no lo es. No hay casi alguna posibilidad que este presidente, bajo ninguna circunstancia—y eso incluiría la invasión de Taiwan por parte de China—use al ejército estadounidense en la escala que da a entender aquí.

Dick Cheney dijo el martes que el Sr. Obama es el peor presidente en política exterior en la historia. La Senadora Lindsey Graham dijo el domingo que Hillary Clinton sería mejor. Personalizar así la crítica de la política exterior de Obama es un error.

Es un error sugerir que la política exterior estadounidense es débil sólo debido a que la está manejando Barack Obama. En la cúspide de una elección presidencial, la pregunta más pertinente es si la política exterior estadounidense es débil debido a que la está manejando un demócrata.

La política exterior estadounidense es sustancialmente diferente si es manejada por un Presidente Clinton o Presidente Warren o Presidente O’Malley?

La “doctrina” del Sr. Obama es esencialmente que si sucede algo malo, el enviará a la 82ª División Aérea. Pero no lo hará. Ningún demócrata cuya visión del poder militar estadounidense a gran escala fue formada por la Guerra de Vietnam o la Guerra de Irak hará eso. Aparte de bombardeos aéreos, utilizar toda la gama de activos militares estadounidenses terminó para los demócratas con la presidencia de Johnson.

El último demócrata en esa tradición temprana, el ex Senador Joe Lieberman de Connecticut, fue expulsado del partido precisamente por esta razón. La afirmación que hoy pueden asumir riesgos debido a la desbordante fuerza estadounidense es una fanfarronada de relaciones públicas.

Pónganlo de esta manera: Cualquier candidato presidencial demócrata concebible se asociaría con la declaración fundacional de Teddy Roosevelt—Habla suavemente y lleva un gran palo. Eso suena como la Doctrina Obama, o lo que Hillary Clinton y los expertos progresistas en política exterior llaman poder “inteligente.” Pero la realidad de la política exterior demócrata moderna es—Habla suavemente y afirma que llevas un gran palo, el que no tienes intención de utilizar jamás.

Para comprender la fanfarronada, miren de cerca la Doctrina de los demócratas en el papel o en la práctica, y advertirán que siempre es eventual. Promete actuar en algún momento en el futuro si las circunstancias se vuelven tan difíciles que obligan a Estados Unidos a “vencer” al problema con fuerza superior. Nunca ha habido un “si” más grande.

Esta garantía verbal siempre es echada a rodar hacia delante en el horizonte, no llegando nunca a coaccionar el comportamiento del adversario. Política “inteligente” significa encadenar interminables razones casuísticas para no actuar.

En cambio, su imperativo real es contemporizar con “conversaciones” magnánimas—en la ONU, con los aliados, los enemigos, incluso con nuestros burócratas mismos, como con la incapacidad en 1996 de atribuir la culpa por el bombardeo a las Torres Khobar.

Las respuestas estadounidenses a las crisis en Ucrania y Siria son casos de estudio de la fanfarronada de “fuerza desbordante”. El acuerdo con Irán, un monumento a la conversación, es su apoteosis.

La promesa del Partido Demócrata de amenaza cuando se contrapone a su aversión doctrinaria a actuar significa que no es creíble, y por lo tanto, es peligrosa, porque incentiva a actuar a oportunistas como Vladimir Putin y Abu Bakr al-Baghdadi del Estado Islámico, sabiendo que Estados Unidos esperará que el “desastre” se haga una crisis fuera de control. En ese punto, las opciones de Estados Unidos caen a dos—el poder militar estadounidense masivo e indiscriminado. O perder.

La Doctrina Obama ha sido política exterior demócrata convencional desde la elección presidencial de 1972. No va a cambiar en el 2016.

Daniel Henninger

Traducción: Marcela Lubczanski

Fuente: The Wall Street Journal