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JEAN MEYER

 

Boko Haram, movimiento islámico violentísimo que opera en Nigeria y los países vecinos bajo la franquicia del Califato (Estado Islámico), se hizo famoso al raptar a varios cientos de adolescentes cristianas que fueron entregadas a sus hombres, casadas a la fuerza, vendidas, violadas. El Califato había hecho y sigue haciendo lo mismo en las zonas que devasta en Siria e Irak, al grado de fijar en un tabulador el precio de las mujeres yazedíes y cristianas. Hace poco me preguntaba cómo se financiaba el Estado Islámico; pues, entre otras fuentes de ingresos, está el mercado de las esclavas.

Dada la abundancia excesiva de tal mercancía, los precios habían caído al grado que eso afectaba los ingresos percibidos en forma de IVA sobre cada mujer vendida. El sitio panárabe Elaph explica por qué el Estado Islámico no deja más operar el juego de la oferta y de la demanda. Publicó un decreto intitulado El precio de venta de los botines, en el cual se fijan los precios de las cautivas en función de varios criterios, entre los cuales la edad es el más importante. Toda falta de respeto a la tarifa oficial se pagará con la muerte. Una mujer yazedí, una mujer cristiana cuesta en promedio 60 dólares: 80 para la mujer de 20 a 30 años; 120 para la que tiene entre 10 y 20 años; 40 para la de 40 a 50 años. Se me pasaba decirles que pueden comprar niños y niñas de uno a nueve años por 230. Los sujetos del Califato, o sea los autóctonos, no pueden comprar más de tres productos, mientras que los extranjeros, aquellos “brigadistas internacionales” no sufren límite alguno en sus adquisiciones: afganos, árabes del Golfo, australianos, chechenos, chinos, españoles, egipcios, estadounidenses, franceses, ingleses, iraníes, italianos, libios, pakistaníes, turcos…

Los lectores del sitio Elaph han manifestado su asco y su ira. Unos denuncian las prácticas del Califato como una traición al Islam, mientras que otros responsabilizan al Islam tal como se enseña ahora, especialmente en la escuela wahhabí que viene de Arabia Saudita. El cristiano iraquí Luay Samir, miembro de una de las comunidades que el Estado Islámico está borrando del mapa, exclama: “Es un escándalo, una mancha de vergüenza imborrable en el frente de la humanidad que acepta la suerte reservada a las mujeres, cuando todas las religiones pretenden respetarlas. ¿En cuál mundo vivimos? Mujeres esclavizadas, vendidas como ganado, entregadas al yihad sexual, y nadie reacciona”. (Le Courrier international, no. 1254, 19 de noviembre 2014.)

Cuatro meses después de ese grito desesperado, nada ha cambiado, la situación ha empeorado y se cuentan por millares las mujeres víctimas del Califato y de Boko Haram. El líder espiritual de los yazedíes, comunidad religiosa que vive en la región del Sinjar, en el Noreste de Irak, dice al periodista: “Nuestra religión remonta a cuatro mil años antes de Cristo. Sobrevivimos al Diluvio y a 74 masacres sin jamás desaparecer, puesto que uno es yazedí por nacimiento, nos casamos entre nosotros. Pero lo que les pasa a nuestras mujeres es la catástrofe más grave de todos los tiempos”. Llamó a la comunidad internacional para la liberación de las mujeres.

Tenemos testimonios de una venta masiva de niños y mujeres, más de mil, en el inmenso salón de fiestas “Galaxy”, en la ciudad de Mosul. Puras jovencitas, las de más edad habían sido apartadas en otro sitio. Se abalanzaron los hombres del Estado Islámico. “Los había de todas nacionalidades y todas edades. Compraban las mujeres por lotes, primero para ellos, luego para revenderlas. Veía los dólares pasar de mano en mano. Nos gritaban que nos laváramos para hacernos hermosas. Yo no me lavaba, lo intenté todo para ser asquerosa”. La joven puede contarnos todo esto porque si bien fue comprada diez días después, logró milagrosamente escapar una noche, cuando todos dormían, con su niño de dos años. Sin comentario.

Investigador del CIDE.
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Fuente:eluniversalmas.com.mx