JACK ENGELHARD

Los estadounidenses apenas recuerdan la época en que tuvieron su propia crisis nuclear y cómo el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, lidió con ella.

Reclinados cómodamente aquí, en los Estados Unidos, los estadounidenses son propensos a preguntarse el motivo del pánico en Israel.

Los detalles del acuerdo tramado entre la administración Obama y los ayatolas por el programa nuclear de Irán están todavía fluyendo excepto por esto:

Irán consigue mantener sus misiles y esto tiene aterrorizada a Israel, como una vez estuvimos nosotros aterrorizados.

Las diferencias políticas fueron hechas a un lado entre nosotros cuando enfrentamos la Crisis de los Misiles Cubanos y hoy día incluso la extrema izquierda en Israel se une al gobierno de Netanyahu para expresar temor y aborrecimiento si, como parece ser el caso, los misiles balísticos intercontinentales de Irán siguen preparados para el estado judío.

¿Qué falta para una catástrofe nuclear? Un sólo artefacto y, como advirtió el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, “Ellos están obteniendo  un camino libre a la bomba.”

Él debe saber. Porque es del equipo local. Es su vecindario. Así como nosotros supimos cuando la amenaza llegó a nuestro vecindario. Nadie nos dijo que permaneciéramos en calma. Supimos que era hora de preocuparnos. El editorial de hoy en The New York Times se burla con este titular predeciblemente tonto: “Las demandas irrealizables de Israel con respecto a Irán.”

Fue diferente por entonces cuando nuestras vidas estaban en la línea.

Es probable que olvidemos cómo fue allá por octubre de 1962, y cuán atemorizados estábamos ante la perspectiva que nuestras vidas y nuestro mundo llegaran a un final.

Una equivocación, un error de cálculo entre el Presidente John F. Kennedy y el líder soviético Nikita Khrushchev y estábamos condenados.

Las fotografías aéreas mostraban que los misiles balísticos intercontinentales soviéticos habían sido desplegados en Cuba, a 90 millas de Florida. Kennedy lo llamó una provocación insoportable y amenaza para nuestra seguridad. Kennedy impuso un bloqueo y amenazó con acción militar decisiva a menos que esos misiles fueran quitados de inmediato.

Así comenzó un enfrentamiento de 13 días con el mundo al borde de una guerra nuclear a gran escala.

Los estadounidenses se dieron cuenta de lo que estaba en juego cuando Kennedy se dirigió a la nación el lunes 22 de octubre a las 19 horas, conocida para siempre como la Crisis de los Misiles Cubanos.

Pero hizo falta un tiempo para absorberlo. Apenas una semana antes había concluido otro enfrentamiento. Esta fue la Serie Mundial entre los San Francisco Giants y los New York Yankees, liderados por Mickey Mantle. Debido a los retrasos por lluvia la, Serie se pasó del 4 al 16, con los Yankees llevándose el trofeo – y estos eran el tipo de emociones que nos gustaban.

Los estadounidenses, amamos nuestros juegos y distracciones, dotamos a nuestros héroes, como Mantle.

Pero ahora es tiempo de prestar atención plena a John F. Kennedy, cuando en los tonos más sombríos nos contó sobre los nervios que enfrentábamos en los días amargos por venir con una cuarentena en vigencia: “Ni Estados Unidos de América ni la comunidad mundial de naciones pueden tolerar el engaño deliberado y las amenazas ofensivas de parte de ninguna nación, grande o pequeña.

“Ya no vivimos más en un mundo donde sólo el disparo real de armas representa un desafío suficiente para la seguridad de una nación para constituír el peligro máximo. Las armas nucleares son tan destructivas y los misiles balísticos son tan rápidos, que cualquier posibilidad sustancialmente incrementada de su utilización o cualquier cambio repentino en su despliegue pueden ser vistos como una amenaza definitiva para la paz.”

Ese fue Kennedy. Este es Netanyahu: “Si un país [Irán] promete aniquilarnos y está trabajando cada día con medios convencionales y medios no convencionales, si ese país tiene un acuerdo que allana su camino a las armas nucleares, muchas armas nucleares, pone en peligro nuestra supervivencia.”

¿Tenemos la sabiduría para apreciar las similitudes escalofriantes entre entonces y ahora? ¿Tenemos la resolución?

Fuente: Arutz Sheva

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México