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EDUARDO ABRAHAM SCHÑADOWER MUSTRI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

Era el año 1948. La mayoría de la Comunidad Judía de México aún se encontraba viviendo en vecindades. Incluso con frecuencia se compartían departamentos entre muchas familias. Muy lejos estábamos aún de la vida cómoda que conocemos hoy en día. La división entre Ashkenazim y Sefaradim era muy marcada: mientras los primeros tildaban a los segundos de incultos e interesados únicamente por el dinero, los Sefaradim se quejaban de la liberalidad excesiva de los provenientes de Europa. Casarse entre comunidades era una prohibición de facto: no estaba escrito pero era mal visto quien lo hiciera.

Los rumores de que Israel podría declarar su independencia eran vistos con cierto escepticismo, mientras los más religiosos renegaban del Movimiento Sionista por la ausencia del Mesías, otros dudaban de la capacidad del pequeño estado de enfrentarse a poderosos ejércitos árabes armados y entrenados por los británicos.

Cuando finalmente se pudo escuchar la voz de Ben Gurión en la radio mexicana anunciando la declaración de la independencia, un gran estallido de alegría ocurrió en la comunidad. Grandes celebraciones con música y bailes unieron a todo el Yishuv, salieron juntos a las calles sin importar los viejos prejuicios.

Tres años habían pasado apenas de que concluyera la tragedia más terrible que le haya acaecido a nuestro pueblo, pero parecían lejanas ya esas noticias de los avances del ejército alemán, en que los aliados parecían encaminados a la derrota y el pesimismo ensombrecía nuestras vidas.

Pero la situación no era fácil ante la nueva guerra que se avecinaba: con nerviosismo las familias judías leían el periódico y escuchaban la radio, siendo la voz de Jacobo Zabludovsky la que provocaba nuevos estallidos de alegría con cada victoria del ejército de Israel.

En un país que estaba muy alejado de los eventos, la mayoría de la población local no le daba importancia, y que nunca ha tenido en su territorio una guerra con armamento tan sofisticado, los relatos resultaban completamente insólitos: en una ocasión, por ejemplo, Jacobo relató que los aviones del recién nacido Estado Judío realizaron un bombardeo con focos incandescentes, a falta de bombas, y aunque éstos no servían para ocasionar grandes daños, el susto que causaron fue suficiente para traer ganancias estratégicas importantes.

Una fiesta aún mayor fue la que se dio al año siguiente, en 1949, cuando el gobierno mexicano anunció el reconocimiento oficial del nuevo estado, dando legitimidad a los ojos de esta nación.

La comunidad judía de México nunca ha dejado de tener un gran amor por este estado que a la distancia y con tanta emoción vio nacer, pero a su vez, el amor por la tierra que los recibió con los brazos abiertos y  en el que han nacido varias generaciones es también gigantesco, y como consecuencia de eso es que relativamente pocos son los casos que se han dado de mexicanos que deciden migrar hacia Tierra Santa, tanto en aquel entonces, como hoy en día, pero con gusto hacemos donaciones, escuchamos a sus artistas, vamos de visita, comemos falafel además de tacos, y cantamos el Hatikva junto al Himno Nacional Mexicano.

Si bien en aquella época había algunos prejuicios hacia los judíos, en especial entre las personas de bajos recursos, que se dejaban llevar por esas falsas enseñanzas antijudías pasadas de generación en generación desde la conquista, con los años las contribuciones de los nuestros, desde empresas hasta organizaciones caritativas, hicieron que México nos acogiera como parte integral, al grado que ya no es sorprendente para nadie cuando el presidente en turno envía personalmente una carta a la comunidad para felicitarnos por el año nuevo.

Amamos a Israel por ser el Estado Judío y ser la tierra de nuestros antepasados, por esa gran lucha que hubo para fundarlo, pero también amamos México por todas las bondades que este país nos ha dado, y por ser uno de los pocos países en el mundo donde podemos decir, en estos momentos tan complicados, que los incidentes derivados del antisemitismo son escasos.

Amamos dos tierras, amamos dos países, pero solamente en uno podemos vivir y trabajar, sólo en uno nacen nuestros hijos, y sólo una es nuestra lengua de uso diario. Nuestra elección ha sido clara, aunque la otra siempre representará nuestros ideales y nuestras añoranzas de ver algún día a nuestro pueblo unido de nuevo. Así somos, orgullosamente, los judíos mexicanos.

#Yom Haatzmaut 2015