022o1pol-1-enlace-judio-mexico ALI ALFONEH

El parlamento de Pakistán ha aprobado por unanimidad una resolución afirmando la neutralidad del país en el conflicto de Yemen, rechazando una solicitud saudí para que aviones de combate, tropas terrestres y buques de guerra se unan a la Operación Ataque Decisivo liderada por los saudíes contra los rebeldes huzíes, quienes son ayudados por Irán.

Eso evitó, por ahora al menos, un enfrentamiento entre Pakistán y el vecino Irán; el primero la única potencia nuclear musulmana del mundo, el otro, con sospechas de ambiciones de quebrar ese monopolio.

Pero precisamente cuánto tiempo durará la neutralidad de Pakistán en el conflicto de Yemen depende de dos factores: la lectura por parte de Islamabad del equilibrio de poder entre el bloque chiíta liderado por los iraníes y el bloque sunita dominado por los saudíes, y lo más importante, de la capacidad de Teherán de manejar en forma pacífica la paz fría que existe con Islamabad.

Una cantidad de cuestiones divide a los dos vecinos musulmanes. Desde la Revolución Islámica de 1979, los líderes de Pakistán han mantenido una posición ambigua hacia el llamamiento de Irán a una revolución islámica mundial. Por un lado, el General Mu­hammad Zia-ul-Haq, dictador militar de Pakistán entre 1977 y 1988, saludó famosamente al Ayatola Ruhollah Khomeini como el “símbolo de la insurgencia islámica”. Pero desde entonces Zia, muerto en un misterioso choque aéreo, y sus sucesores se han acercado más a los Estados Unidos – una potencia a la que Khomeini describió como “el Gran Satán” y archienemigo de la República Islámica.

A veces mediador, y otras veces equilibrador, esta ambigüedad ha asegurado a Islamabad considerable influencia sobre Irán, tanto como sobre los que temen a la influencia regional de Irán.

Los ejemplos abundan: Pakistán ha proporcionado apoyo moderado al programa nuclear de Irán, pero puede en el futuro ser precisamente tan atento a las solicitudes de ayuda científica y técnica de los adversarios de Teherán – incluido Arabia Saudita, un aliado de largo tiempo – que pueden desear disuadir una posible bomba iraní con una capacidad nuclear propia.

Otro irritante constante es el apoyo tácito de Pakistán a grupos armados en la hace tiempo intranquila provincia fronteriza iraní de Sistan-Balu­chistan, los que participan en ataques terroristas contra bases del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), estaciones de policía y puestos de guardia fronteriza.

Los comandantes militares iraníes han acusado con frecuencia a Pakistán de proporcionar un refugio seguro a esos grupos. Pero en otras ocasiones Islamabad ha extraditado a esos mismos combatientes si Teherán demostraba una disposición a pagar el precio exigido por Islamabad.

Los chiítas representan un 20% de la población de 182 millones de Pakistán de mayoría sunita; la mayor comunidad chiíta fuera de Irán. Ellos constituyen otra fuente de conflicto entre Teherán e Islamabad. Khomeini, y desde 1989 el Líder Supremo Ayatola Ali Khamenei, cuyo sitio web oficial incluye una sección en urdu, han buscado constantemente expandir la influencia iraní entre sus correligionarios pakistaníes.

Un gran número de chiítas pakistaníes parecen estar registrados en seminarios teológicos en la ciudad santa de Qom y otras ciudades iraníes. Aparte, la República Islámica ha financiado a organizaciones de caridad tales como el Comité de Ayuda y Socorro del Iman Khomeini, que opera en Pakistán, uno de los intentos más visibles por parte de Teherán por influenciar a los chiítas pakistaníes.

Menos visibles son los intentos de Teherán por establecer y entrenar una milicia pakistaní armada, como fue evidenciado por los recientes servicios funerarios en Pakistán para 15 chiítas pakistaníes muertos en Siria e Irak combatiendo junto a una “legión extranjera” iraní contra las fuerzas en gran parte yihadistas dominadas por los sunitas.

Los chiítas pakistaníes parecen ser parte de la Brigada Zeinabiyoun establecida recientemente, una filial urdu-parlante de la Fuerza Quds, el ala de operaciones externas y de elite de los Guardias Revolucionarios que controla a estos grupos chiítas no iraníes.

Los voluntarios pakistaníes de la Brigada Zeinabiyoun pueden explicar bien su deseo de “proteger los santuarios chiítas en Siria e Irak” como la fuerza motora detrás de su movilización.

Pero los veteranos de esta unidad podrían ser desplegados potencialmente por Teherán a Pakistán.

Human Rights Watch da fe que “miles de chiítas” han resultado muertos en Pakistán con los años a manos de extremistas sunitas en la violencia sectaria que Islamabad o no está dispuesto o no es capaz de detener. Estas cuestiones plantean preguntas con respecto a la capacidad de Irán de manejar en forma pacífica la fría paz con Pakistán.

Aunque Teherán tolerará muy probablemente los intentos de Pakistán por desempeñar un rol de mediador entre Irán y los adversarios regionales de Teherán, incidentes terroristas adicionales sobre las fronteras orientales de Irán podrían provocar una reacción por parte del CGRI, tal como atacar los refugios seguros de su enemigo en suelo pakistaní.

Sin importar si participan en tal operación nacionales iraníes o la Brigada Zeinabiyoun, el conflicto entre Irán y Pakistán podría intensificarse rápido. Tal situación puede cambiar también los cálculos del liderazgo pakistaní con respecto a la intervención militar de las potencias sunitas en el distante Yemen.

Fuente: The Arab Weekly

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México