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ALEXIS ANCONA  PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

¿Cuántas veces al día hacemos tefilá? ¿Tres? ¿Diez? ¿Shajrit, Minjá y Arbit? ¿Ninguna?

Antes de tocar ese punto, me gustaría que, tanto los lectores como yo, estemos en el mismo canal y, para ello, necesito plantear otra pregunta: ¿qué es la tefilá? ¿Acaso se trata únicamente de abrir un libro y leerlo? No, la tefilá es todo lo que sale de nuestro corazón; son todos esos deseos que nos hacen voltear hacia el cielo y pedir, desde que no nos regañen por llegar tarde a la casa hasta pedir por una persona enferma.

La tefilá nos sale del alma y es algo que simplemente hacemos. Pero, ¿por qué rezar? ¿Qué caso tiene? ¿No se supone que todos nuestros decretos se sellan en Yom Kippur? Ese día es cuando se nos asigna la vida del próximo año; sin embargo, no se asigna la duración, es decir, podemos tener asignada cierta cantidad de dinero pero podría durar solamente dos meses. La tefilá hace que todos esos decretos que ya fueron escritos se prolonguen y, lo más impresionante de esto, es que sólo sirve para bien.

HaShem quiere escuchar de nosotros; quiere que pidamos y Él, si se trata de algo bueno, nos lo va a dar inmediatamente.

Un dato sumamente importante de la tefilá es que debe ser honesta y venir de nuestros corazones aunque, al mismo tiempo, debemos de saber que no depende completamente de nosotros porque ésta puede ser tan fuerte como para cambiar un decreto, arrancar el sello y tirarlo.

Entonces, ¿cuántas veces al día decimos tefilá? Tal vez hasta hayamos perdido la cuenta. No tenemos que ser ortodoxos porque se trata únicamente de las palabras que salen de nuestra boca y van dirigidas al cielo. Se trata de tener a D-os presente en cada paso, ya sea chico o grande.