AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO.

Maroca Tango

El próximo domingo 31 de mayo, a las 13:00 hrs., en la Sinagoga Histórica Justo Sierra, Maroca Tango presentará Nostalgías, el Tango como refugio del inmigrante judío.

En este evento estarán presentes Mara de los Monteros, Roberto Bikel y Carlos Serrano. Los bailarines invitados serán  Gabriela Mestas y Miguel García.

Les presentamos un texto titulado “Luces y sombras de los años veinte”, de José de Jesús Alva Santos, en el cual relata la historia del Tango, así como el aporte de los judíos a dicho género.

Veinte años para la historia es menos que un suspiro y para el Tango veinte años no es nada, aunque para valorar al propio género, los años veinte son esenciales para comprenderlo con la sola mención de dos nombres: Carlos Gardel y Julio De Caro, personajes que en su entorno ha girado esta música ciudadana hasta nuestros días.

Antes de esa segunda década, el Tango no contaba con solistas, ni instrumento cantante, existiendo únicamente intérpretes improvisadores y se carecía de estilos definidos; no había letra argumentada, tampoco se contaba con músicos profesionales; no obstante lo anterior, la llamada Guardia Vieja (es decir, los temas compuestos antes de esos años veinte) está presente con Vicente Greco, Roberto Firpo, Francisco Canaro, José Martínez,

Eduardo Arolas, Agustín Bardi, Juan Carlos Cobián y Enrique Delfino quienes establecieron la base musical del género y el material que serviría para que el Tango iniciara una nueva etapa. En derredor de Gardel y De Caro, se fortaleció tal y como hoy lo conocemos.

Carlos grabó un tango (“Mi noche triste”) en 1917, dos en 1919, seis en 1920, treinta y uno en 1923, cuarenta y dos en 1924, llega a interpretar sesenta y nueve en 1925, y de ahí en adelante tomó su camino ascendente que lo haría triunfar internacionalmente en los siguientes años.

A finales de los años veinte, el Tango entró victorioso en todos los escenarios, observando la sustitución del cine silente por el hablado, participó en el teatro, actuó en el cabaret, la radio, el disco, así como el cafetín y el cabaret.

Con la “Crisis de 1929” la desocupación de los músicos se vio reflejada en la compactación de las orquestas.
Lo anterior originó una acelerada dispersión conceptual tanto artística como profesional que influyó negativamente en el crecimiento del tango, pero éste pacientemente esperó otro impulso en la época de los años treinta, porque esa es su naturaleza: ¡jamás morir!

Aporte de los judíos al Tango

Entre 1880 y 1930 en Argentina ocurrió un fenómeno que se dio en llamar “aluvión inmigratorio”: miles de personas llegaron al puerto de Buenos Aires. Ellos encontrarían en el Tango un lenguaje común que les permitiría cruzar las barreras del idioma, de las costumbres, de las diferencias sociales.

Durante los años 1910 y 1920, violinistas judíos que desembarcaban en Buenos Aires llegados de Polonia, Rusia y Rumania encontraban en el Tango un medio de expresión con el cual se identificaban y del cual su instrumento era ya un típico representante. La inserción judía en el mundo del Tango se verifica en las dos primeras décadas del siglo XX con la “Orquesta Típica Criolla El Rusito” de Antonio Guzmán, que era bandoneonista y carrero de Barracas.

Por otro lado, los judíos y el Tango se vieron la cara por primera vez en los prostíbulos, en “La Varsovia” (luego rebautizada Zwi Migdal) de modo que el prostíbulo fue un lugar de encuentro entre los judíos y el tango.

Hacia la década del `30, que marcó el esplendor del tango alrededor del mundo, la comunidad judía en Buenos Aires contaba con una vibrante vida cultural reflejada en tres diarios en idish y numerosos centros culturales. Los músicos judíos ya formaban una parte de la sociedad argentina y compartían un mismo espacio, un hecho en sí mismo notable en vista de la creciente propaganda de ideas fascistas en el país.

El uso de seudónimos contribuyó a ocultar el aporte de los judíos al tango. León Zuker, un cantor popular en su momento, usó el seudónimo de Roberto Beltrán porque Celedonio Flores le dijo: “Si querés ser un cantor de tangos no te podés llamar León Zuker”. El grado de antisemitismo era bajo pero el ambiente tanguero consideraba “poco comercial” un nombre judío.

El tango tiene esenciales puntos en común con la música judía de Europa del Este, hoy llamada klezmer, y con la canción folclórica del idish: el expresar congojas y desamores, el aliar alegrías con tristezas, el utilizar un vocabulario común. Hay coincidencias en la instrumentación, tales como el uso predominante del violín; en el ritmo, como la relación existente entre el ritmo del klezmer y la célula tanguera que enfatizarán Osvaldo
Pugliese y luego Astor Piazzolla.