SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El representante saudí recibió presiones para dar marcha atrás, pero las tensiones continúan

Por Alain Jourdan

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Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, Suiza

Enfrentada con una fuerte protesta, Arabia Saudita finalmente renunció a su candidatura a la presidencia del Consejo de Derechos Humanos. Riad pidió a su representante ante la ONU en Ginebra, Faisal bin Hassan Trad, dejar de lado sus ambiciones. El diplomático, quien asumió su cargo en 2014, había estado haciendo campaña durante varias semanas en el grupo de Asia para convertirse en su candidato y asegurar su mandato como jefe del Consejo de Derechos Humanos, cuando cambie la presidencia en 2016.

A pesar de esta decisión, el “rompecabezas” sigue sin resolverse, comentó un diplomático europeo. Encontrar a alguien para suceder al alemán Joachim Ruecker en el grupo de Asia promete ser complicado por decir lo menos. El cargo de presidente tiene un gran valor simbólico. El efecto sería desastroso para el Consejo, si un representante fuera nombrado de un país que está en clara contradicción con los principios consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Es fácil imaginar que si Indonesia o Pakistán fueran candidatos en el grupo de Asia, el resultado sería una protesta semejante a la del intento fallido de Arabia Saudita. En cuanto a Japón, que podría ser un candidato creíble, no tendría ninguna posibilidad de pasar más allá de la barricada que China levantaría de inmediato a Japón en caso de exhibir la más mínima ambición. Los diplomáticos se encuentran en tal apuro que algunas misiones no han descartado la propulsión de Mongolia a la cabeza del Consejo de Derechos Humanos en 2016, el mismo año en que está programado que se incorpore.

El efecto Irán

Por lo general, los diplomáticos sobresalen en el arte de encontrar compromisos que permitan a todos salvar la cara. Esta vez, las cosas son más complicadas. El regreso de Irán a la vanguardia de la escena internacional altera el equilibrio, incluso en medio de fortalezas multilaterales como el Consejo de Derechos Humanos. “El hiper-activismo diplomático de Arabia Saudita no es ajeno a las conversaciones nucleares y la próxima adopción de un acuerdo histórico”, confirmó un diplomático.

Más allá de los avances del último episodio, las incursiones de la monarquía saudí en materia de derechos humanos siguen crispando los nervios. Jeddah acogió recientemente la 5ª Conferencia de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), como parte tanto del Proceso de Estambul como de la Resolución 16/18 sobre la “lucha contra la incitación al odio, la discriminación y la violencia basada en la religión o las creencias” – un evento que casi pasó por alto.

En un comunicado, la ONG UN Watch expresó su enfado y sorpresa por la decisión de la ONU, pero también países como Estados Unidos, por enviar representantes a Arabia Saudita. Las ONG los critican por haber tomado parte en la reunión a pesar de que el activista de los derechos humanos y blogger Raif Badawi fue condenado a 10 años de prisión y 1.000 latigazos por disidencia religiosa.

Tal discrepancia notoria entre el tema de la conferencia y las prácticas actuales en Arabia Saudí es un insulto a los defensores de derechos humanos, sobre todo porque uno de los presuntos crímenes de Raif Badawi fue atreverse a afirmar que “los musulmanes, los cristianos, los judíos y los ateos son todos iguales”. Esta afirmación podría costarle muy caro, ya que a algunos les gustaría volver a abrir su caso para que pueda ser declarado culpable de apostasía, una determinación que puede llevar a la pena de muerte.

El espectro de la blasfemia

En este contexto, el Director Ejecutivo de UN Watch, Hillel Neuer, [israelí] no entiende por qué el actual presidente del Consejo de Derechos Humanos, Joachim Ruecker, aceptó participar en la conferencia que se celebró recientemente en Jeddah – una falta de distancia que algunos diplomáticos también deploran mientras que al mismo tiempo admiten que el Consejo de Derechos Humanos es prisionero de la Resolución 16/18, que le permitió restringir el muy controvertido proyecto de resolución sobre la blasfemia presentado antes por Arabia Saudita, ampliando el debate para incluir la intolerancia religiosa. El tema es más consensual, pero las posiciones son mucho más hipócritas.

Fuente: UN Watch

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