mauricio-meschoulam-academico-de-la-uiaMAURICIO MESCHOULAM

Lo que se ha pactado no es un tratado legalmente vinculante sino un acuerdo entre naciones. Su cumplimiento está garantizado por el acuerdo mismo.

Finalmente se ha alcanzado un acuerdo definitivo entre Irán y las potencias en el tema nuclear. El acuerdo puede ser juzgado como positivo o como negativo, dependiendo  el cristal con el que sea visto y dependiendo de la posición política de quien emite el juicio. Acuerdos como estos nunca son “totalmente buenos” o “totalmente malos”. En este blog, intentamos siempre buscar un equilibrio señalando los potenciales beneficios así como los riesgos que un acuerdo como este pudiese arrojar hacia el futuro. Como lo explico abajo, encuentro un acuerdo relativamente balanceado que resuelve algunas de las dudas expresadas por expertos en meses previos, pero que deja también temas sin resolver y cuyo efecto será imposible de medir hasta dentro de muchos años. El acuerdo sin embargo, no solo tiene efectos en cuanto al programa nuclear iraní en sí mismo, sino que conlleva una serie de repercusiones políticas y geopolíticas de enorme relevancia. Por consiguiente, un solo texto al respecto será insuficiente. Hoy dedico el blog a una revisión de lo acordado y en días subsecuentes escribiré acerca de las potenciales repercusiones geopolíticas que este acuerdo pudiese tener.

La naturaleza de este acuerdo

Lo que se ha pactado no es un tratado legalmente vinculante sino un acuerdo entre naciones. Su cumplimiento está garantizado por el acuerdo mismo: Si una parte deja de cumplir con lo pactado, la otra puede simplemente dejar de cumplir con su parte.

Lo que el acuerdo esencialmente consigue es una reducción o imposición de límites al proyecto nuclear iraní durante un período de tiempo (10 a 15 años), a cambio del levantamiento de todas las sanciones económicas y políticas que se habían impuesto a esa nación. El levantamiento de estas sanciones está sujeto a la verificación de que Irán cumpla con lo prometido y se llevará a cabo dentro de los próximos meses, o en ciertos aspectos -como el fin al embargo de armas (convencionales) a Irán- dentro de los próximos años.

¿En qué consiste el acuerdo?

Podemos resaltar del acuerdo los siguientes elementos:

Se está revirtiendo la actual capacidad nuclear iraní a un grado tal que si hoy el estimado que se hace es que a Teherán le tomaría unos tres meses elaborar una bomba atómica, gracias al acuerdo, ese tiempo se prolonga hacia alrededor de un año, a decir de la Casa Blanca. Esto incluye la desactivación de casi 14 mil centrífugas y la remoción de unas 10 toneladas de uranio ya enriquecido (suficiente para armar unas 7 u 8 bombas).
El enriquecimiento de uranio en Irán va a continuar a través de unas 5,000 centrífugas que permanecen activas, pero no será un enriquecimiento de niveles mayores que al 4%. Para una bomba nuclear se requiere enriquecer uranio a niveles de hasta 90%.
Las instalaciones subterráneas de Fordow se convertirán en instalaciones solo de investigación pero sin material nuclear ubicado en ellas. Esto funciona como un logro político y simbólico para el presidente Rouhani, quien puede argumentar ante su ciudadanía que no se ha cerrado ni una sola planta del proyecto nuclear de su país.

Se bloquea el reactor principal de plutonio, garantizando que no se producirá plutonio en grado suficiente para el armado de armas nucleares.
Se impide la construcción, al menos durante 10 a 15 años, de nuevas instalaciones que puedan enriquecer material para efectos nucleares.
Se garantiza un protocolo de vigilancia y supervisión sin precedentes para que esto sea respetado, con el objeto de revisar no solo las operaciones al interior de Irán, sino también para asegurar la inspección de la cadena de abastecimiento que pudiera servir a fines violatorios de lo pactado.
Solo si se respeta el 100% de lo anterior, las sanciones diplomáticas y financieras contra Irán serán levantadas. Los inspectores internacionales estarán revisando el cumplimiento de los puntos anteriores durante los próximos meses.
En caso de que ya se hubiesen levantado las sanciones y se detectase una violación a lo pactado por parte de Irán, se establece un mecanismo de “snap back”, es decir, la re-implementación inmediata de las sanciones en un plazo no mayor a 65 días. Esto teóricamente se llevaría a cabo mediante un panel en el que participarían las naciones firmantes, Irán incluido, que podría someter al Consejo de Seguridad el caso de la restitución de las sanciones. Se requeriría una mayoría de 8 miembros de ese órgano para aprobar dicha restitución, y ninguna potencia tendría poder para vetarla.

Proceso de venta doméstica

Lo que sigue será un proceso de venta. Obama tratará de vender este acuerdo en casa y Rouhani hará lo propio en la suya. Cada parte intentará mostrar sus logros y minimizar sus debilidades. Como indiqué, no se trata de un tratado que requiera propiamente “aprobación” del Congreso estadounidense. Obama negoció con el poder legislativo el hecho de que éste tendrá el derecho de verificar el acuerdo y en su caso rechazarlo. Sin embargo, la Casa Blanca conserva poder de vetar la decisión del Congreso al respecto, lo que por lo pronto, se espera, Obama no va a necesitar hacer, pero con lo que ya amenazó por si lo requiriera.

Dudas resueltas

El acuerdo definitivo resuelve algunas de las dudas que habían expresado varios expertos en la materia.

En la declaración de principios de abril, Irán no parecía estar obligado a dar respuesta a ciertas preguntas por parte de inspectores internacionales acerca de los posibles fines militares del proyecto nuclear en el pasado. Según se ha dado a conocer, esto cambia con el acuerdo definitivo. Irán deberá responder a cuestionamientos tanto pasados como presentes para teóricamente que no quedara duda de los fines civiles del proyecto nuclear. Tampoco quedaba claro en abril, qué sucedería si Irán se negara a conceder el acceso a determinadas inspecciones en determinados momentos. En el nuevo acuerdo, si Irán se rehúsa a las inspecciones, ese país podría ser acusado de violación y se podría activar el panel de restitución de las sanciones.

Una más: en la declaración de principios de abril no quedaba claro el destino del material enriquecido que sería removido (10 toneladas arriba mencionadas) puesto que éste no iba a ser destruido, lo que deja el riesgo latente de que si el acuerdo se llegase a romper, Irán podría armar unas 7 u 8 bombas en muy poco tiempo. En el acuerdo definitivo, Rusia, una de las potencias firmantes, sería el destino de este material enriquecido.

Los aspectos que serán criticados como negativos

Al final del camino, Irán conservará instalaciones y capacidad nuclear, lo que gracias a investigación y desarrollo futuros –incluso dentro del período del acuerdo- más adelante podría acortar el tiempo que tomaría a ese país armar una bomba atómica si lo deseara hacer. Ninguna instalación nuclear iraní se cierra de manera definitiva. Irán conserva alrededor de 5,000 centrífugas funcionando y el resto solo son desactivadas, no destruidas. El acuerdo actual termina legitimando a Irán como potencia nuclear de facto y de jure, ahora ya sin sanciones que combatir, lo que le abre puertas si no para hoy, sí para el futuro.

Poniéndolo en términos de Kissinger, se está validando el hecho de que Irán se convierte en potencia nuclear. De modo que resulta irrelevante si esto se retrasa un tiempo. Lo importante es que las potencias rivales en la región y el mundo en general, tendrán que acostumbrarse a la idea de que Irán será un poder nuclear tarde o temprano y eso conlleva repercusiones geopolíticas. El acuerdo actual simplemente coloca los relojes en cuentas regresivas.

¿Se podía haber negociado un mejor acuerdo, un acuerdo con menor riesgo?

Posiblemente sí. Probablemente no. Eso es muy difícil de responder y solo aquellos encargados de las negociaciones durante 20 meses lo saben. Es completamente cierto que los negociadores iraníes supieron leer y jugar con el hecho de que Obama parecía desesperado por obtener un acuerdo, lo que fuese. De modo que queda ahí la posibilidad de que si Washington hubiese sido menos franca, o hubiese estado dispuesta a no acordar nada, quizás, solo quizás, sus contrapartes iraníes hubiesen exhibido mayor flexibilidad. Sin embargo, es importante recalcar que a pesar de la importancia de las negociaciones bilaterales entre Washington y Teherán, la realidad es que este acuerdo ha venido siendo armado por varias otras potencias que incluyen a Francia, Reino Unido, China, Rusia, Alemania y la UE, cada una de las cuales tiene sus propias agendas e intereses, pero que coinciden en el centro del problema: ninguna de ellas desea un Irán nuclearmente armado. Quizás el mayor riesgo de haber presionado por un acuerdo más favorable a Occidente era sin duda una potencial ruptura como explico abajo (escenario de no-acuerdo), lo que ya ha ocurrido antes en la historia. Por supuesto que aquellos actores políticos quienes no estaban en la mesa de negociaciones indican que era factible seguir negociando sin producir la ruptura, y por supuesto que las partes que consiguen los acuerdos dicen que se obtuvo lo más que se pudo. Sin embargo, hay una realidad adicional:

Si al final del camino el acuerdo fuese demasiado desfavorable a alguna de las partes, con el tiempo se empezarían a activar los incentivos para romperlo. En la medida en que el acuerdo sea percibido como benéfico, en esa medida el acuerdo tiene mayores probabilidades de sostenerse en el tiempo. Y no tenemos otra cosa para poder emitir juicios al respecto que la historia de casos fallidos en estos temas.

La alternativa de un no-acuerdo

El riesgo que se corría era que a causa de mayores exigencias por parte de Occidente, Irán o determinados actores dentro de ese país tales como el Ayatola Alí Khamenei o el liderazgo de las Guardias Revolucionarias, se terminasen autopercibiendo como la parte perdedora. Ese escenario podría ocasionar que (a) un acuerdo final y definitivo no hubiese sido pactado, o (b) que el acuerdo hubiese sido firmado pero se empezara a buscar mecanismos para violarlo o darle la vuelta.

El escenario de un no-acuerdo no alejaría, sino que probablemente acercaría las posibilidades de que Irán buscara obtener su arma nuclear. Si los estimados son correctos, eso podría ocurrir tan rápido como en unos tres meses. Esto podría ocurrir debido a que en un escenario de no-acuerdo la postura negociadora de Rouhani quedaría completamente vulnerada, y muy probablemente aquellos quienes han empujado hacia la militarización del programa, en este escenario (o en caso de que fuesen atacados, por ejemplo) presionarían ahora con mucha mayor fuerza hacia la obtención de la bomba.

Ante ello, persiste siempre la posibilidad de mantener las sanciones contra Irán. Pero, como afirma Kenneth Waltz en Foreign Affairs,  la historia ha demostrado que aquellos regímenes que toman la decisión de armarse nuclearmente terminan por conseguirlo tarde o temprano, a pesar de todas las sanciones y aislamiento diplomático que les sea impuesto.

En este escenario de no-acuerdo quedaría a Occidente la posibilidad de atacar a Irán, algo que por cuestiones militares que ya hemos explicado en este blog, Israel no podría efectuar en solitario (sin correr altos riesgos y con beneficios relativamente escasos). Sin embargo, no solo un ataque estadounidense es muy poco probable en estos momentos, sino que aún efectuándolo, lo más que se terminaría consiguiendo es un retraso, no el final del proyecto nuclear de Teherán. Y una vez más, EU podría seguir atacando indefinidamente, pero eso representaría un franco viraje en la política exterior que Washington ni quiere ni está en la capacidad de dar (tema que abordaremos, prometo, más adelante).

Geopolítica, alianzas y rivalidades en Medio Oriente

Quizás esta es la parte más importante del acuerdo signado, por lo que si la coyuntura me lo permite, mi próximo texto se dedicará solo a este punto. Baste por ahora mencionar que el sostén más importante del acuerdo nuclear con Irán, la razón más potente que quizás garantice que el acuerdo se respete por ahora, es que el resultado final es el fortalecimiento geopolítico de la posición iraní en toda la región, ya sin una amenaza militar mayor como la de Washington. Al revés, Teherán y Washington, a pesar de las muchísimas y muy importantes diferencias que les siguen y seguirán separando, establecen de manera formal y real un canal de comunicación que no tuvieron en las últimas décadas. Esto –y no tanto la bomba nuclear- es lo que más preocupa a quienes son enemigos o rivales regionales de Irán en su región (de un lado Israel, del otro Arabia Saudita y aliados, y por último Qatar y Turquía), y por consecuencia, estarán trabajando muy fuerte para tratar de revertir o contrarrestar sus efectos, en la medida de sus posibilidades.

Seguiremos comentando al respecto

¿Usted cómo lo ve?

Twitter: @maurimm

Fuente: eluniversal.com.mx

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