AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Cuando se firma un buen acuerdo, no hay necesidad de pasar tiempo explicando por qué se firma. El presidente Obama habló el martes, minutos después del anuncio en Viena de la conclusión del acuerdo, y el pasado miércoles entró ampliamente en su contenido e implicaciones, durante una rueda de prensa tensa e incómoda.

 

Por Ilan Tzadik, Tzadik y Jean Stéphane Juffa

iran-eeuu-nuclear-770x470Lo menos que podemos decir es que sus argumentos no eran convincentes. Además, incluso en el seno de Mena, conocidos por ser menos complacientes que yo, menos opuestos al gobierno de Benjamín Netanyahu, se habló internamente de “tomadura de pelo” por parte del inquilino de la Casa Blanca. Es decir, en este caso, una cuestión de diferencias semánticas.

Con Juffa y mi padre, hemos consultado en los últimos días, decenas de videos y miles de páginas de declaraciones anteriores, los comentarios y las críticas. Lo que más me impresionó al final de las consultas, es que los iraníes no han cesado, a lo largo de las negociaciones y después de su conclusión, de ser mucho más consistentes que Obama y su administración.

Esto explica, más allá de toda duda razonable, el motivo por el cual en Teherán y en Damasco bailan de alegría en las calles, y que ningún ayatolá haya perdido su tiempo justificando y analizando públicamente los términos del contrato.

Habían dicho en repetidas ocasiones que los inspectores de la OIEA (Agencia Internacional de la Energía Atómica, por sus sigas en inglés) no tendrían libre acceso a sus instalaciones nucleares, y el acuerdo les da la razón. Prometieron que no destruirían el mínimo equipo de su infraestructura nuclear, que no renunciarían a la investigación y el desarrollo en el campo del átomo, que no exportarían ni un kilo de uranio enriquecido, que continuarían desarrollando misiles capaces de alcanzar a sus vecinos, así como otros continentes y no han mentido sobre estos puntos.

Los ayatolás habían advertido que sus centrifugadoras seguirían rotando y volverán a hacerlo. En menor número, sin duda, para un grado de purificación del mineral limitado temporalmente, pero a la vez, no en la clandestinidad, sino de conformidad con el derecho internacional.

Jamenei expresó que su país no firmaría ningún documento que no proporcionara el levantamiento inmediato de las sanciones, y el próximo año, en esta misma época, desde la implementación de la consecución de las cláusulas del Tratado, Irán tocará unos 160 millones de dólares.

Jamenei había garantizado que los miembros de la OIEA no serían admitidos en las instalaciones militares, y el Apéndice concerniente a las posibles visitas de estos sitios aún no ha sido redactado y no forma parte de lo firmado.

En su conferencia de prensa, Barack Obama invitó al público a consultar el documento, para que tome consciencia del compromiso, espetando: “Ya no es necesario especular, podéis leer lo que dice”. Es por la invitación del presidente que hicimos las observaciones que constituyen este artículo.

Está claro que si se trataba de llegar hasta aquí, si acabaríamos cediendo a todas las demandas de Teherán, Kerry podría haber firmado el acuerdo hace dos años, al inicio de la fase decisiva de las negociaciones, y esto no es una broma de mi parte.

La administración Obama ha hecho caso omiso de las salvaguardias impuestas por los líderes de su propio ejército; aún más que eso, ha ignorado los compromisos que ella misma se había fijado. Por lo tanto, no está claro cómo se debería interpretar la introducción del presidente durante su enfrentamiento con la prensa, cuando dijo: “¡Esto es lo que se puede lograr a partir de una posición de fuerza y respetando sus principios!”. Esto sí que es una broma, pero no es culpa mía.

Martin Dempsey, presidente del Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos, es decir, el comandante militar supremo de las fuerzas de Estados Unidos, había advertido, hace dos semanas, al Comité de Servicios Armados del Senado, revelando a sus miembros que “en ningún caso se debe aliviar la presión sobre Irán por su capacidad de misiles balísticos y el tráfico de armas”.

Iran DealSin embargo, leyendo el acuerdo, como Barack Obama nos ha propuesto que hiciéramos, vemos que todas las restricciones a la importación y exportación de armas convencionales y misiles, respectivamente cinco y ocho años, serán levantadas.

El Presidente respondió a esta observación el miércoles, declarando que “no retiraremos nuestra presión sobre Irán en lo que concierne a las armas y los misiles balísticos”.

Detalló su respuesta, argumentando que “había otras [fuera del tratado] resoluciones multilaterales [internacionales] y unilaterales [estadounidenses] que nos permiten actuar si Irán se embarca en este tipo de actividades, ya sea dentro de seis o diez años a partir de ahora”.

Contrariamente a lo que Obama dice, su administración trabaja en este preciso momento en el Consejo de Seguridad para que los futuros presidentes de Estados Unidos no puedan impugnar el acuerdo con Irán.

Obama debería haber leído el tratado que firmó y que requiere que todos los signatarios – Estados Unidos incluido – deben honrar sus principales disposiciones, tales como el levantamiento del embargo de la ONU de armas y misiles balísticos.

Los expertos en derecho internacional están indecisos en cuanto a la obligación de los Estados Unidos de adaptar su legislación en función de la resolución salida del tratado que será ratificado esta semana por el Consejo de Seguridad; pero vemos que las disposiciones de la ONU que surgen de las sanciones decididas para oponerse al programa de desarrollo de misiles de Irán van a desaparecer.

En la nueva resolución que se presentará el lunes al Consejo de Seguridad, las restricciones concernientes al programa balístico persa son mucho menos estrictas que las que prevalecían hasta ahora. Las antiguas estipulaban que Irán tenía “la prohibición de llevar a cabo toda actividad relacionada con misiles balísticos capaces de transportar ojivas nucleares”. En cuanto a la nueva resolución, se limitará a “hacer un llamamiento a Irán” para que no ejerza dichas actividades.

La resolución resultante del acuerdo de Viena ya no mencionará ninguna prohibición que sería impuesta a Teherán para no proceder al desarrollo o la importación de tecnología aplicable a los misiles; los iraníes podrán así avanzar en su programa balísitico con toda legalidad.

Cualquiera que sea la opinión de los juristas en cuanto a la prevalencia o no de las leyes nacionales de Estados Unidos y la obligación o no de ponerlas en sintonía con el acuerdo con Irán, tres cosas son claras: 1. Si el Congreso, siguiendo el calendario definido en Viena, no levanta sus propias restricciones, Irán, después de embolsarse grandes sumas, estará en condiciones de denunciar el acuerdo y reanudar su programa de armas nucleares. 2. Si la intención de la administración consistía en no levantar el embargo sobre las armas y misiles, ¿por qué aceptó estas disposiciones? 3. ¿Cómo exigir la buena fe y la transparencia del adversario en el cumplimiento de sus compromisos, si, apenas firmado el protocolo, el presidente de los Estados Unidos está considerando formas legales para eludirlo?

El miércoles, el presidente también abordó el tema de levantar el embargo impuesto a Irán sobre el tráfico de armas convencionales, centrándose en el suministro de material militar a los Hezbollani, ayatolás de proxy libaneses. Reconoció que planteaban una grave amenaza para el Estado judío, así como para los otros aliados de Estados Unidos en la región.

Barack Obama, también en este punto, se refirió a la existencia de otras resoluciones de la ONU que no serían eliminadas – la misma problemática que con los misiles balísticos – por el tratado con Teherán, que continuarían dando a Washington la autoridad [legal] necesaria para impedir que se produzcan dichos servicios.

En Mena, este pasaje de la intervención del presidente nos ha desconcertado a todos; por la razón bastante comprensible, nos parece, que durante la existencia de las sanciones, el Ejército de Estados Unidos nunca intervino para evitar tales suministros. Durante ese lapso de tiempo, no menos de 80.000 cohetes y misiles, todos procedentes de Irán, se unieron a los arsenales de la milicia chií libanesa. Washington abandonó el trabajo sucio en manos únicamente de las Fuerzas de Defensa de Israel, obligando a la Fuerza Aérea [Jeil Avir] a aventurarse varias veces en la capital siria para destruir las armas más sofisticadas y bombardear los convoyes de camiones que trataban de cruzar la frontera sirio libanesa.

El problema, admitió Obama para explicar por qué Hezbolá había obtenido estos cohetes, era menos de origen legal que por una “falta del nivel de inteligencia y la capacidad de prohibir este tipo de suministros”.

El Presidente propuso mejorar la “coordinación con sus aliados” para paliar estas deficiencias y asegurar que una cantidad muy inferior de estas cargas logre atravesar las grietas de la red.

¿Las grietas de la red? ¿Qué red? Nadie en la región jamás ha visto una red estadounidense.

En palabras apenas cubiertas, Obama de hecho promete, en compensación por la firma del tratado con Teherán, llegar a actuar para mitigar este contrabando. Pero, ¿cómo creerle? ¿Cómo podemos creer que hará ahora, cuando es más complicado, lo que no ha hecho cuando era sencillo?

Además, el presidente no está diciendo la verdad: la inteligencia de Estados Unidos es muy poderosa en la región y se ha beneficiado de complementos de información regulares y verificables del Mossad, de los cristianos, de los suníes libaneses, y de la Marina alemana cuyos barcos espías están muy presentes frente a Beirut. En cuanto a la capacidad de actuar, la Fuerza Aérea de EE.UU. interviene diariamente en el cielo de Siria, pero durante las negociaciones, e incluso desde el comienzo de la guerra civil de Siria, tomó el mayor cuidado para evitar a los soldados iraníes en el conflicto así como a las armas que se entregaban a la milicia chií libanesa.

En la conferencia de prensa, alguien preguntó al presidente por qué los negociadores estadounidenses no han obtenido, en el marco del Tratado, la liberación de los cuatro rehenes estadounidenses detenidos en Irán -Amir Hekmati, Pastor Saeed Abedini, Jason Rezaian y Robert Levinson – por delitos imaginarios.

Barack Obama respondió que la prioridad de su delegación en Viena únicamente se ha centrado en la cuestión nuclear, y que si John Kerry hubiera hecho otras demandas, los iraníes probablemente habrían argumentado sus propias reclamaciones por otros temas.

En Metula, nos preguntamos sin embargo cómo se relaciona el levantamiento del embargo sobre las armas convencionales, incluidas las entregas de material de guerra a Hezbolá, con la cuestión nuclear.

El presidente garantizó que los esfuerzos diplomáticos de su gobierno para liberar a los cuatro hombres no cesarían; nosotros pensamos que la única razón que impulsó a los ayatolás a la negociación derivó de la extrema precariedad de la economía causada por las sanciones internacionales.

Con el levantamiento de estas, ningún argumento quedará a disposición de Washington para obtener otras concesiones, y los rehenes habrán sido sacrificados en el altar del amateurismo de los negociadores estadounidenses, la falta de una línea directiva sólidamente establecida y firmemente defendida, y del deseo del residente de la Casa Blanca, diga lo que diga, de alcanzar un acuerdo a cualquier precio.

Fuente: Metula News Agency©

Traducción: Silvia Schnessel para Enlace Judío México

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