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ELIAS FASJA TAWIL

 

Con el permiso del amable lector, indignado por las recientes declaraciones de los líderes de la comunidad judía de Irán en relación al nefasto acuerdo alcanzado entre las potencias mundiales e Irán (país al que están convirtiendo en otra potencia mundial) me permito transcribir aquí abajo el artículo que en su oportunidad escribí titulado “El problema del otro”.

Y es que si lo analizamos con la calma debida y tratando de ser objetivos, encontramos que la comunidad judía de Irán – o quizá solo sus líderes – se preocupan solo por ellos y nada más que por ellos para efectos de quedar bien con el régimen así como lo hicieron los judíos de Turquía a raíz del problema de la flotilla.

Es más que claro que el acuerdo firmado es un juego económico que, sin importar poner en riesgo al mundo entero, reactiva la economía mundial al permitirle a los Estados Unidos y los demás países no solo hacer negocios con Irán sino también  vender armas a países como Arabia Saudita quienes temen por su suerte dado el acuerdo. De otra forma no se puede entender este acuerdo.

En las declaraciones que hace unos días  realizó a un diario iraní Haroun Yashayaeii, presidente de la comunidad judía de Irán, entre otras cosas expresa “Israel ha estado ocupando una gran parte de los territorios palestinos desde 1967 y nunca ha hecho caso a ninguna de las resoluciones adoptadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas o el Consejo de Seguridad, e incluso ha rechazado para detener temporalmente la construcción de asentamientos”.

También acusó a Israel de usar cohetes disparados desde Gaza, ello como un “pretexto” para “transformar la Franja de Gaza en un territorio en ruinas”. Concluyó diciendo: “No hay duda de que el primer ministro israelí es tan narcisista que ninguno de estos acontecimientos le puede disuadir de seguir sus metas delirantes”

Nadie niega y desde luego yo soy el primero que defiende la libertad de expresarse y criticar, pero como todo en la vida hay un momento, un tiempo y un entorno para hacerlo.

Transcribo pues, aquí abajo,  lo que escribí cuando traté de plasmar mis sentimientos  después de haber escuchado similares declaraciones de los líderes judíos de Turquía.

Creí haber perdido mi capacidad de asombro.

No me sorprendió que el mundo esté en contra nuestra. No me sorprendió que la opinión pública se deje llevar por la prensa y las escenas de televisión que, como mencioné en uno de mis últimos artículos, es el otro frente de la guerra quizá más crítico e importante.

Ya no tiene caso hacer o presentar mas aclaraciones a lo que sucedió con la famosa flotilla. Hemos agotado el tema hasta el cansancio. Ahora sí, quien quiera creer que lo haga quien se engañe a si mismo que lo haga. Por eso, ahora, después de que la tormenta de aclaraciones ha pasado, deseo rescatar un asunto al que  quiero referirme brevemente y que surgió alrededor de esta crisis y de lo que extrañamente no he escuchado, leído o visto nada. O quizá nadie le prestó atención.

Y es el hecho de que cuando comenzaron las violentas manifestaciones en Turquía en contra de Israel, frente a la propia embajada, en las calles céntricas de la capital y en las provincias, el presidente de la comunidad judía de Turquía declaró, ante un reportero internacional, que el conflicto es con Israel y no con los judíos de Turquía que viven muy bien y en paz con el pueblo turco.

Así de sencillo, así de absurdo, así de peligroso. Al ver y escuchar esto frente a mi pantalla de televisión me froté incrédulo los ojos.

Aquí es donde desafortunadamente comprobé que aún existe en mí la capacidad de asombro.

Cuando un judío declara que el problema es del otro, es de Israel y no nuestro, cuando él mismo se excluye de su verdad y su realidad sin lugar a dudas es lo más peligroso que puede sucedernos.

Más alarmante y peligroso que todas las manifestaciones que vemos alrededor del mundo en contra de Israel, más peligroso y alarmante que todos los artículos infestados de odio contra nosotros que ya nos cansamos de leer todos los días en los diarios del mundo.

Cuando yo no formo parte del todo, no soy nada.

Cuando sé que soy una parte del todo entonces tengo esperanza.

Todos nosotros, viviendo aquí o allá, somos y formamos parte de Israel. Todos, los judíos que vivimos en Israel y los judíos que viven en la diáspora tenemos el mismo destino, la misma bandera, la misma meta y el mismo compromiso. Los mismos riesgos y los mismos problemas. La misma realidad.

¡En este caso el otro soy yo mismo!

Afortunadamente quien esto escribe vive en Israel. Por eso puedo expresar mi estado de incomprensión ante el triste hecho que algunos de los judíos de la diáspora no quieran darse cuenta que a pesar de que no solo los misiles de Irán, sino también los de Siria, Líbano y quizá también los de Egipto, Jordania y Arabia Saudita,  estén dirigidos hacia Israel, aun así, creo, sin intensión de incomodar o asustar  a nadie, que el peligro mayor se encuentra en los judíos de la Golá quienes están sentados sobre un barril de pólvora a punto de estallar. Todas las manifestaciones en cada uno de los países de Europa, América Latina, Medio Oriente, Asia, en contra de Israel, ponen  en riesgo constante a los judíos que viven fuera de Israel, no al Estado de Israel aunque, repito, se encuentre  en la mira constantemente de los misiles. 

El problema es del otro. El problema es de Israel dice el dirigente de la comunidad judía turca… Que triste, que absurdo, que peligroso.

Israel y el judío, querámoslo o no, somos un sinónimo. Somos inseparables. Somos lo mismo. Somos uno.

Que el creador del mundo nos proteja a todos en cualquier lugar que nos encontremos. Y que nosotros nos protejamos de nosotros mismos.