AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa, develó la portada de la décimo quinta edición de la lista, obra del artista y diseñador Pedro Friedeberg.

El mandatario capitalino estuvo acompañado del presidente de la revista Líderes, Raúl Ferráez; la editora de la publicación, Ivonne Bacha, así como integrantes de la lista.

“Ésta es la decimoquinta edición de la lista de Los 300 Líderes más Influyentes de México y, emocionados como quinceañeros, comisionamos a Pedro Friedeberg a que nos hiciera la obra para nuestra portada” dijo Bacha “Pedro decidió hacer la obra titulada Líderes de 22 siglos, en ella podemos ver a un grupo totalmente heterogéneo y surrealista de personajes que fueron líderes en su actividad a lo largo de la historia de la humanidad”.

“El grupo abarca desde filósofos griegos, emperadores romanos, reyes medievales y modernos, dictadores, libertadores, reformadores, músicos, místicos y por supuesto artistas”.

Entre los dictadores,Friedberg incluye al temible Hitler.

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Pedro Friedeberg presenta la portada de la revista “300 lideres “

Fragmento de la entrevista de Ivonne Bacha a Pedro Friedeberg

Me encontraba frente al maestro platicando sobre aquel cuadro. Si iba a ser complicada la charla, debía comenzar ‘agarrando al toro por los cuernos’ y le pregunté ¿qué pasaba en el cerebro de Pedro, se parece al cuadro de la sala? “Ah, pero ese cuadro no es mío, es de Leonora Carrington” me dijo. Y luego me contó sobre un juego que estaba de moda entre los artistas y las personas que integraban el mundo de la cultura durante los años 60 y 70.

“Era un juego surrealista: le mojaban a uno el pelo con agua sucia, luego se ponía la cabeza sobre un papel y quedaba una imagen como de Jackson Pollock o algo así y luego el artista, que en este caso era Leonora Carrington, le añadió un poquito y me lo regaló. Bueno, yo le hice uno a ella también. Hicimos un intercambio de cerebros”.

Después de varios años dedicados a entrevistar llíderes nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene en cada uno de ellos encontrar su vocación; jamás nos hemos encontrado con alguien que haya logrado el éxito haciendo algo que le disgusta. Por ello, lograr que nos cuenten el camino que los llevó hasta su vocación es determinante para nosotros, ya que uno de nuestros objetivos es generar nuevos liderazgos provocando en nuestros lectores deseos de parecerse a nuestros entrevistados.

Cuando Pedro Friedeberg me escuchó decir que era mi interés que a mis lectores se les antojara ser como él, dio un salto y puso cara seria: “¡No! ¡Que no se les antoje! ¡Imagínese si hubiera 120 millones de pintores! ¡Ya así como estamos, hay demasiados”.

Después de reírme, le dije que yo pensaba que el mundo sería mejor con 120 millones de pintores, nos hace falta esa visión estética. “Lo dudo”. Me dijo.
– “Los pintores son unas gentes muy vanidosas, narcisistas, envidiosas y ridículas. Entonces entre menos haya mejor”.
– “Los empresarios también son vanidosos y todo lo que usted dijo”.
– “Si, pero no quieren ver sus obras en todos los museos o no se mueren de la envidia porque alguien ya vendió un cuadro en 154 millones de dólares y ellos apenas van en 2 mil o 500”.

La pintura para Pedro está lejos de ser solo un trabajo, es su forma de vivir y de relacionarse con el mundo, de encontrar un balance. “Es una terapia sobre todo. Porque si yo no tuviera este pasatiempo, esta chamba, yo moriría del aburrimiento. Veo a tanta gente que trabaja en algo que odia o simplemente que no hace nada. Se levantan como a las 12 de la mañana y empiezan a mandar correos o a hablar por teléfono y así se les va el día… viendo la televisión”.

Durante la charla con Friedeberg no pensaba abordar el tema de la disciplina, a pesar de ser una de las cualidades que más se repite en las vidas de los líderes. No la había considerado hasta que el propio Pedro mencionó el tema de aquellas personas que solo ven pasar la vida y se despiertan a medio día para enviar correos. “¿Y Pedro Friedeberg a qué hora comienza a trabajar?”. Bien pudo haberme contestado ‘a la hora que me da la gana’ pero fue más explícito y sobre todo más amable. “Es muy variado” dijo.

– “A veces me levanto a las tres de la mañana para trabajar dos horas, a veces me acuesto a las tres de la mañana para dormir hasta las nueve y luego trabajar toda la mañana. No hay una ruta”.
– “Es que tampoco hay reloj checador”.
– “No, sí hay. Porque luego hay clientes, o hay entrevistas. Siempre hay mil cosas por hacer. Compromisos qué cumplir”.

Hice caso omiso de la vocecita que me recordó el refrán popular de ‘al buen entendedor pocas palabras’ y continué con la entrevista.
– “¿Por qué un día se levanta a las tres de la mañana y otro se acuesta a las tres de la mañana?”
– “Pues porque hay una fiesta muy divertida. Pues porque no hay horario fijo para nada, para mí. Puedo darme el lujo de trabajar cuando yo quiera, aunque quisiera que me dejaran más horas de trabajo libre, para hacer lo que yo quiera”.