israelreise_tag5_Bernstein_600px 

 

PASCAL ROY PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Entrevista a Sarah Bernstein, directora del Centro para las Relaciones Judeo-Cristianas de Jerusalem.

Jerusalén es una ciudad donde confluyen casi todas las religiones del mundo, no hay duda al respecto. Es fascinante pasear por sus calles y ver todo tipo de hábitos, pañuelos, símbolos coloridos que llaman la atención, pues no siempre se sabe a qué religión, qué cofradía, qué corriente, o a qué iglesia pertenecen. Los unos no se conocen a los otros y cada templo es un rincón sagrado donde los fieles cumplen con sus ritos y rezan en comunidad.

Pero existen personas y organismos que velan por el respeto mutuo, el acercamiento entre las religiones y el entendimiento entre unos y otros. Una de esas asociaciones es, el Centro para las Relaciones Judeo-Cristianas de Jerusalem (JCJCR).  Su Directora, Sarah Bernstein, nos explica el papel que desempeña su organización en Israel, con programas que tienen como objetivo luchar contra la ignorancia y los prejuicios, y promover el entendimiento y la empatía entre judíos, cristianos y musulmanes en Tierra Santa. Es una labor de educación, de concienciación y también de denuncia, como en el caso del incendio criminal que destruyó, hace escasas semanas, parte de la histórica Iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces en Tabgha, a orillas del Mar de Galilea.

– ¿Cuándo se creó el JCJCR y con qué objetivos?

– El Centro para las Relaciones Judeo-Cristianas de Jerusalem fue creado hace unos diez años por el difunto Daniel Rossing. Trabajó durante muchos años con las comunidades cristianas en Israel, en calidad de director del departamento de cristianismo en el Ministerio israelí de Religiones. Él sintió la necesidad de crear un organismo que se centrara en las relaciones entre judíos y cristianos en Tierra Santa, precisamente por el carácter único de esas relaciones en un país que es el único lugar en el mundo donde los judíos son la mayoría y los cristianos la minoría.

– ¿Cómo se financia? ¿Quiénes son los donantes?

– El centro, desde su creación, se financia gracias a una red de donantes judíos y cristianos, sobre todo donantes cristianos de Europa preocupados por el futuro de las comunidades cristianas en Tierra Santa. Hay que saber que el número de cristianos es bastante limitado: hablamos de alrededor de 125.000 cristianos árabes, ciudadanos de Israel, y unos 40.000 cristianos palestinos en Cisjordania. Es una pequeña comunidad. Es también una “doble” minoría: una minoría con respecto a la comunidad judía y una minoría con respecto a la comunidad musulmana palestina. Por lo tanto su situación es muy delicada.

– ¿Cuáles son las actividades diarias que lleva a cabo su organización?

– La educación es uno de nuestros ejes prioritarios: tenemos muchos programas de formación dirigidos a maestros, profesores y guías turísticos; trabajamos mucho con jóvenes antes de que vayan al ejército así como con jóvenes adultos después del servicio militar, con estudiantes, personal de ministerios… Enseñamos cristianismo a la gente y les instruimos sobre las comunidades cristianas locales. Los judíos israelíes no saben casi nada de cristianismo, no es una materia que se enseñe en la escuela, salvo únicamente desde la perspectiva histórica de la persecución de los judíos en Europa. Todo esto hace que exista un cierto miedo hacia el cristianismo. Es verdad que, en general, los judíos temen más a los musulmanes que a los cristianos, pero a nivel religioso, el temor hacia los cristianos es mayor, precisamente por las relaciones complicadas que se vivieron en el pasado.

– Hace unas semanas asistimos a un incendio provocado en la Iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces, en Tabgha, a orillas del Mar de Galilea, en el norte de Israel.  No se trata del primer acto de vandalismo hacia los cristianos en Israel. ¿Cómo reacciona su organización frente a ataques de este tipo?

– Condenamos rotundamente este tipo de ataques, no podemos permitir que esto ocurra. Trabajando entre bastidores, procuramos que los ministros, responsables políticos, líderes religiosos… condenen públicamente el ataque.  Ayudamos también con la cobertura mediática del asunto. Pero, sobre todo, hacemos un llamamiento al gobierno israelí para que logre poner fin a esos ataques. No basta con arrestar a los autores, hay que hacer un trabajo de educación para crear una cultura de tolerancia interreligiosa en todos los sectores de la sociedad,  y también el gobierno, necesitan desarrollar el trabajo de inteligencia: del mismo modo que se puede impedir actos de terrorismo contra judíos (no siempre, desgraciadamente, pero a veces, por lo menos), tendríamos que ser capaces también de impedir semejantes actos de terrorismo contra cristianos y musulmanes en templos y lugares sagrados.

– ¿Cuál es la actividad, la acción de la que se siente más orgullosa a lo largo de su trabajo en este centro?

– La pregunta no es sencilla. Cada día trae su lote de alegría, de logros… Es un privilegio poder trabajar aquí, en este entorno. Siempre fascinante y gratificante. Pero mencionaría un programa que lanzamos hace dos años, llamado “Educar para el Cambio”. Es un programa de formación contra el racismo dirigido a maestros y profesores. El año pasado, 120 personas participaron en este curso, provenientes de escuelas de Jerusalén.  Estamos negociando ahora para implantar el programa a nivel nacional. Es un gran logro, porque se trata de un programa que tiene un gran impacto y puede cambiar realmente las cosas.  Pero en general, me siento orgullosa de todos nuestros programas, porque creo en ellos, sabemos que son buenos y por eso los desarrollamos. Como organización, estamos siempre a la escucha, aprendiendo, adaptando, mejorando nuestra programación… Todos nuestros programas nos llenan de orgullo.

– Desde su fundación, hace diez años, ¿cómo evaluaría la influencia de su organización en la sociedad y las autoridades israelíes?

– Somos una pequeña organización con medios limitados, pero estamos haciendo un trabajo efectivo y bueno dentro de nuestras posibilidades. Hoy en día podemos decir que nos dirigimos directamente a 6.000 personas al año, gente que participa en nuestros programas. Una cifra que consideramos elevada para una organización tan pequeña como la nuestra. Y muchas de esas personas comparten y difunden a su vez nuestros mensajes y nuestro conocimiento: hablamos de profesores, guías turísticos, etc. Por otra parte, es evidente que llegar a la sociedad en su conjunto es un trabajo a largo plazo. Aún no lo hemos conseguido, pero seguimos trabajando en ello. Pero mira, he vuelto de la última sesión de uno de nuestros cursos de formación para maestros y profesores. Solemos preguntar a los participantes, al final del curso, con qué se quedan, qué lecciones han aprendido a lo largo de la formación. Hoy, precisamente, refiriéndose al terrible incendio en la Iglesia de la  Multiplicación de los Panes y los Peces, en Tabgha, una de nuestras estudiantes, una joven judía ortodoxa, resumió el impacto del curso en su ser al decir: “hace un año, este hecho me habría dado igual, pero ahora no me da igual, me preocupa de verdad”. Así, vemos que algo cambia en las personas que participan en nuestros programas, y como son maestros, profesores, tienen la capacidad de cambiar algo de cara a las nuevas generaciones.