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ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Nada de lo que ha vivido puede preparar al capitán Omrí Hotam para la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Omrí optó por vivir la vida al máximo, y ahora comparte una historia de amistad, coraje y optimismo por encima de todo.

Antes de comenzar la entrevista, me dejé llevar por mis propios prejuicios y escepticismo: imaginaba un hombre envuelto en sufrimiento, enfermizo, pálido, deprimido. Pensaba cómo formular mis preguntas. Mi corazón latía rápidamente mientras aguardaba nuestro encuentro.

El capitán Omri Hotam, oficial de la unidad de Inteligencia de las FDI entró a la habitación acompañado de uno de sus compañeros, quien empujaba su silla de ruedas. Omri se presentó con voz serena, su sonrisa radiante y ojos verdes penetrantes. Su optimismo y cortesía hicieron de esta una de las entrevistas más conmovedoras que he realizado.

El Diagnóstico

El capitán Hotam, de 25 años, llevaba una vida completamente normal antes de que diese un giro repentino. Omrí nació en Estados Unidos de padres israelíes que llegaron al país por el cargo del padre en una embajada israelí. Cuando era niño, volvió con su familia a Israel, donde pasó el resto de su infancia. Luego de terminar la secundaria, decidió cursar la preparatoria en el reconocido internado militar del Colegio Hebreo Reali de Haifa. Ya en el ejercito israelí, Omri fue reclutado en la Brigada de Paracaidistas, donde sirvió como soldado y posteriormente como comandante. Con el tiempo, fue entrenado en el curso de oficiales y volvió a su unidad como oficial.

11007725_10205452582889474_6150686314531857662_n-1A la edad de 22 años, la enfermedad de tres palabras desvió su camino: esclerosis lateral amiotrófica.

ELA, también conocida como la enfermedad de Lou Gehrig, es un trastorno corporal específico que se basa en la muerte de las neuronas que controlan los músculos voluntarios. Las personas que padecen la enfermedad degenerativa sufren de rigidez muscular, espasmos musculares, creciente debilidad causada por el desgaste muscular, experimentan dificultad para hablar, tragar y, finalmente respirar.

“Después de cuatro años en el ejército, descubrí la ELA. Entonces surgió el dilema de liberarme del ejército o continuar mi servicio,” comentó Omri. En lugar de tomar la decisión en ese momento, elegí viajar a Sudamérica y luego recorrer Estados Unidos. A mi regreso a Israel, decidí quedarme en el ejército y trasladarme a la unidad de Inteligencia, donde puedo poner en práctica mis habilidades y ser productivo.” Han transcurrido dos años desde entonces, y Omrí ha seguido una carrera militar como oficial de inteligencia.

 

En los últimos dos años, rentó un apartamento con amigos en Tel Aviv. “Yo sigo haciendo todo lo que hace la gente de mi edad y ahora vivo en la ciudad con mis amigos. Mis tres compañeros son amigos de la infancia. Vivir conmigo no es fácil, ya que es necesario ayudarme en todo y cuidarme, pero ellos son tan buenos amigos,exclamó.

Concientización

“Antes de mi diagnóstico, no tenía idea de lo que era esta enfermedad. Quiero aclarar que ELA es una enfermedad excepcional. No es como el cáncer o la diabetes y por lo tanto hay muy pocos fondos para su investigación y aún no se ha hallado una cura.”

Omri sabe por experiencia personal que la mejor manera de concientizar al público es exponerlo a pacientes con ELA, y promover campañas originales. “Iniciativas como el Reto de la Cubeta de Hielo son el primer paso hacia la sensibilización. Hace sólo un año muy pocos sabían sobre la enfermedad y hoy en día muchas personas están familiarizadas con ella.

Omri practica lo que predica. Una semana después de nuestra entrevista, organizó una gran fiesta en Tel Aviv, reflejando su ideología: vivir la vida al máximo. Los fondos recaudados fueron donados a una organización sin fines de lucro cuyo objetivo es encontrar una cura para ELA. “Fue una fiesta para los jóvenes, no un evento para recaudar fondos. Las personas bailaron y se divirtieron. Mi causa llegó a la gente joven tal y como deseaba. Esa es la mejor manera de exponer la enfermedad.

Afrontando la enfermedad: Una Red de Amor y Apoyo

A pregunta expresa, Omri insiste que “la única manera de manejar esta enfermedad es continuar con mi vida lo mejor posible. Decidí continuar mis labores, servir en el ejercito, viajar, disfrutar de la vida.”

Omrí agradece a las personas que han hecho todo esto posible: “Mis compañeros son increíbles. Ellos me ayudan mucho: me dan de comer, me ayudan a moverme. Son verdaderos amigos. Ellos son la razón por la que todavía estoy en el ejercito, ellos me ayudan a sentir que me estoy realizando.

Sus amigos de la infancia son otra fuente importante de apoyo: “Yo los considero familia porque estamos muy cerca y nos hemos acercado aún más a lo largo de este complejo proceso.”

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Por último, pero no menos importante, Omri identifica a su verdadera familia como la columna vertebral que le permite mantener su optimismo: “Somos la familia más solidaria y unida que existe. Por encima de todo, mi madre es mi mayor apoyo. Ella me ayuda con todo.Es la que me permite vivir la vida normal que deseo vivir.”

Antes de finalizar la entrevista, nuestro fotógrafo pide Omri posar con sus colegas. Él accede de buena gana, mientras bromea con ellos acerca de robar cámara. De pronto, se vuelve hacia mí y responde a la pregunta que debe haber leído en mi mirada: “Trato de vivir una vida normal. Eso es lo que he estado haciendo desde que surgió la enfermedad. En mi opinión, no tuve ni tengo otra opción.”

Mientras su amigo empujaba la silla de ruedas por la puerta de su oficina, dejé escapar una última pregunta. ¿Te gustaría transmitir un mensaje a alguna persona, ya sean enfermos de ELA, a mi o a nuestros lectores?

Sus palabras resuenan en mi mucho más allá de nuestro encuentro: “La vida es buena y vale la pena vivirla.”

Fuente: IDF Blog

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