A veces es necesario librar batallas que no podemos ganar, porque la lucha – independientemente del resultado – impulsa una causa mayor. La lucha de Israel contra el acuerdo nuclear alcanzado entre las grandes potencias, encabezadas por el presidente estadounidense Barack Obama, e Irán es un ejemplo de ello.

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CAROLINE B. GLICK

La inutilidad de la batalla se hizo evidente el 20 de julio, sólo seis días después de haberse concluido en Viena.

En ese momento el gobierno estadounidense ancló el acuerdo – que allana el camino para que Irán se convierta en una potencia nuclear y agrega una suma de 150 mil millones de dólares al terrorismo patrocinando por los ayatolás mediante una resolución vinculante del Consejo de Seguridad de la ONU.

Gran parte de los fondos congelados habrían sido liberados, independientemente de la acción del Congreso. Así, el régimen de no proliferación que Estados Unidos ha desarrollado en los últimos 70 años se volcó con la firma del acuerdo en Viena.

Luego de que el senador Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, aprobó una ley según la cual Obama puede asegurar el apoyo de un tercio de los miembros de cualquiera de las Cámaras del Congreso, la aprobación del acuerdo era inevitable. La Constitución de Estados Unidos otorga al Senado la autoridad para aprobar tratados internacionales, con un mínimo de dos tercios de los miembros a favor. Corker modificó la Constitución a través de su proyecto de ley. Lejos de frenar la extralimitación ejecutiva de Obama, Corker le otorgó el poder de promulgar el radical e imprudente programa nuclear.

Si la lucha contra el acuerdo estaba destinada al fracaso, ¿por qué el gobierno israelí decid luchar hasta el final? ¿Y por qué el Primer Ministro Benjamín Netanyahu sigue luchando a pesar de que ya no hay manera de impedir que Obama le permita a Irán alcanzar sus objetivos? Mediante su lucha contra el acuerdo nuclear del presidente estadounidense, Israel pretende impulsar dos cuestiones. En primer lugar, utiliza la batalla para ampliar su capacidad de actuar sin Estados Unidos e impedir que Irán adquiera armas nucleares. Además, está determinando sus relaciones con EE.UU. durante el resto de la cadencia de Obama.

En lo que respecta al programa nuclear de Irán, el pacto de Obama no ha modificado las opciones con las que cuenta Israel para impedir que los mulás consigan la bomba.

Incluso antes de que EE.UU. traicionara a Israel, a sus aliados árabes y sus propios intereses de seguridad nacional, firmando un acuerdo que transformará a Irán en una potencia nuclear, no había ninguna posibilidad de que los estadounidenses impidiesen que Teherán desarrolle ojivas atómicas.

Esa perspectiva fue bloqueada en noviembre de 2007. Entonces, la comunidad de inteligencia de Estados Unidos publicó una Evaluación Nacional de Inteligencia afirmando falsa y escandalosamente que Teherán había abandonado su programa nuclear a finales de 2003.

La evaluación fue un golpe de Estado burocrático. Los analistas de la CIA, conocidos por sus análisis parciales y politizados desde la década de 1970, utilizaron la falsa evaluación para impedir que el entonces presidente George W. Bush negociara con Irán. Al perder el apoyo del público en la guerra de Irak, y no encontrar las armas de destrucción masiva de Saddam (que mágicamente cayeron en manos del Estado Islámico 11 años más tarde), Bush no podía oponerse a una evaluación oficial de la comunidad de inteligencia afirmando que Irán no era un proliferador nuclear.

A principios de 2008, incluso antes de asegurar su candidatura a la presidencia, Obama anunció que deseaba negociar con el entonces presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad.

Desde entonces quedaba claro que Obama no levantaría un dedo para impedir que Irán consiguiese armas nucleares.

Es decir, desde hace ocho años ha quedado claro que Israel no tiene otra opción más que impedir que Irán adquiera armas nucleares.

A través de su intensa lucha contra el acuerdo nuclear de Obama, Israel eliminó el principal obstáculo interno para atacar las instalaciones nucleares de Irán.

La reciente publicación de las grabaciones de audio del ex ministro de Defensa, Ehud Barak sobre el programa nuclear de Teherán reveló que la inteligencia israelí impidió que el gobierno ordenase un ataque contra sus instalaciones nucleares al menos tres veces. En 2010, 2011 y 2012, el Jefe del Estado Mayor y altos generales, apoyados de vacilantes miembros del gabinete, se negaron a apoyar las directivas de Netanyahu y Barak para prepararse a llevar a cabo el ataque.

No cabe duda que una de las razones principales por las que se rehusaron fue su fe en las promesas de Obama.

Por su parte, los estadounidenses hicieron todo lo posible para subvertir la autoridad de los líderes electos de Israel.

En los últimos siete años, Washington ha enviado a varios altos funcionarios a fin de “supervisar los esfuerzos conjuntos de Israel y Estados Unidos” con respecto a Irán. Ahora es evidente que el objeto de esta “cooperación sin precedentes” no era fortalecer a Israel contra Irán, sino erosionar el poder del gobierno para tomar decisiones independientes con respecto a las instalaciones nucleares de Irán.

Si Netanyahu no hubiese criticado la decisión de Obama de permitir a los iraníes desarrollar armas nucleares, los generales se habrían encogido de hombros agradeciendo las brillantes nuevas armas que Obama enviará para “compensar” por haber facilitado capacidades nucleares a un régimen que amenaza con aniquilar a Israel.

Al hacer pública su oposición, Netanyahu alertó a la nación de los peligros. Los altos mandos ya no pueden pretender confiar en las garantías de seguridad de Estados Unidos. Ahora se verán obligados a depender de inútiles garantías de seguridad por parte de Estados Unidos, aceptar la realidad y actuar en consecuencia.

Mejor ocho años más tarde que nunca.

Los americanos no fueron los únicos que notaron la lucha de Israel. Los vecinos árabes de Israel también observaron cómo Netanyahu, y el embajador de EE.UU., Ron Dermer volcaron cada piedra para convencer a los legisladores demócratas votar en contra del acuerdo. Y las consecuencias regionales son evidentes.

A juzgar por la disposición de Arabia Saudita para apoyar a Israel públicamente en este tema, nuestros vecinos han quedado muy impresionados por la valentía diplomática que ha demostrado el Estado judío. En el caso de que Israel ataque las instalaciones nucleares de Irán, nuestra disposición de enfrentar al gobierno norteamericano tendrá un peso en nuestro favor. Influirá en la disposición de nuestros vecinos para colaborar en acciones destinadas a eliminar de la amenaza iraní sobre sus cabezas.

Al luchar contra el acuerdo, Israel también ha trabajado para mejorar sus relaciones con Estados Unidos a corto y largo plazo.

El mandato de Obama terminará en un año y cuatro meses (503 días para ser exactos). Incluso antes de la disputa sobre el acuerdo nuclear, Obama dejó en claro que en lo que resta de su cadencia socavará la alianza entre Estados Unidos e Israel y debilitará a su aliado en la arena internacional.

Las agresiones antisemitas de los líderes demócratas contra el senador demócrata Charles Schumer de Nueva York y la casual acusación de corrupción contra el senador demócrata pro-Israel Robert Menéndez envían un mensaje claro a los legisladores demócratas: cualquier demócrata que apoye a Israel en contra de Obama recibirá lo suyo.

Al actuar de esta manera, Obama refleja su objetivo de convertir el apoyo estadounidense a Israel en un tema únicamente republicano.

A nivel internacional, no cabe duda que hasta que termine su mandato, Obama tratará de perjudicar a Israel en la ONU y puede intentar dañar nuestra economía mediante barreras comerciales con EE.UU. y Europa.

La lucha de Israel contra el acuerdo nuclear de Obama ha disminuido la capacidad del presidente de utilizar toda su fuerza para contrarrestarla, mientras que prepara el terreno para que su sucesor repare las relaciones.

Antes del discurso de Netanyahu ante ambas Cámaras del Congreso en marzo, el acuerdo nuclear de Obama estaba fuera de la agenda estadounidense. El debate público comenzó sólo después de que Netanyahu se dirigiera a los miembros del Senado. Es verdad que Obama ha logrado asegurar el pacto en el Congreso, pero su victoria es pírrica.

El éxito de Obama será contraproducente porque gracias a la decisión de Netanyahu de encabezar el debate público en EE.UU., hoy en día dos tercios de los estadounidenses se oponen al acuerdo. El público ya no le dará el beneficio de la duda.

Además, dado que el acuerdo es tan malo como sus opositores dicen y que la mayoría de los estadounidenses se oponen al mismo, no habrá impedimento para que el sucesor de Obama cancele el pacto y adopte una nueva política hacia Israel e Irán.

Hoy, algunos comentaristas sostienen que la victoria de Obama sobre los oponentes de su acuerdo nuclear – y especialmente contra el AIPAC – pone fin al lobby pro-israelí en Estados Unidos.

Afortunadamente, están equivocados.

El AIPAC nunca ha tenido el poder de derrotar a un presidente que toma medidas anti-israelíes. Su fuerza se medirá después de las elecciones de 2016.

Si el acuerdo nuclear llega a fracasar, seguramente habrá una serie de rivales demócratas que desearán ser elegidos a expensas de los partidarios del mismo. La lucha pública del AIPAC en contra del acuerdo ha creado las condiciones para que pueda cobrar un precio político de sus partidarios que prefirieron a Obama y descuidaron la seguridad nacional.

Si el AIPAC logra cobrar un precio de los principales legisladores demócratas que desempeñaron papeles decisivos en la aprobación del acuerdo nuclear con Irán, se evitará que Obama convierta el apoyo a Israel en un asunto partidista y podrá salir fortalecido de su lucha.

La victoria de Obama es la pérdida de Bibi. Benjamín Netanyahu no logró convencer a 12 senadores demócratas y 44 congresistas demócratas para que voten en contra del jefe de su partido. Pero a través de su lucha, Netanyahu eliminó el obstáculo principal que impidió a Israel tomar medidas para evitar que Irán consiga armas nucleares y redujo el poder de Obama para dañar a Israel.

La lucha fortaleció la oposición de los americanos y de la comunidad judía al acuerdo nuclear, allanando el camino para una renovación democrática tras el mandato de Obama. Por último, la batalla de Israel contra el acuerdo de Obama abrió el camino para que su sucesor pueda abolirlo.

En definitiva, es una gloriosa derrota.

Fuente: The Jerusalem Post

Traducido y editado por Esti Peled para Agencia de Noticias Enlace Judío

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