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Para celebrar el Día de la Independencia de México, pedimos a nuestros escritores disertar sobre el tema:

“México, una mirada Judía”: ésta es la participación de Margie Haber

MARGIE HABER PARA ENLACE JUDÍO

El 16 de septiembre es algo ya implícito en nuestros vocabularios; sin embargo, pienso que cuando algo se da por conocido se vuelve extraño. Por el contrario, hay que extrañar la cosa para comenzarla a conocer.¿Qué está de tras de nuestro tan acostumbrado y costumbrista 16 de septiembre?

Algo así…

Todos conocemos la historia tradicional en la cual: La noche del sábado 15 al domingo 16 de septiembre de 1810, avisados de que la conspiración en Querétaro había sido descubierta, Hidalgo y los otros líderes de la conjura decidieron iniciar el levantamiento contra las autoridades novohispanas; más adelante, estos se dirigieron a la parroquia, donde se tocó la campana ubicada en la torre oriente. Los habitantes del pueblo, pensando que se trataba de una emergencia, despertaron y se reunieron en el atrio, donde Hidalgo les dirigió un discurso en cual convocó al pueblo a alzarse en armas contra las autoridades españolas, dado que habían abdicado a favor de los franceses; o algo así.

Lo que no sabemos y pocos nos preguntamos es la verdadera historia detrás de la historia que nos hemos inventado; y no hablo de saber a ciencia cierta cómo, cuándo dónde y por qué sucedieron los hechos, ya que muy poco de esto está documentado y sería imposible saber. Yo hablo más bien de la cuestión del mito.

 

La cuestión del MITO.

El mito no es interesante en cuanto a mentira. El mito se mitifica, crea y vuelve eterno a partir de su línea de verdad, hay algo inventado que encubre una verdad; sin embargo devela otra.

“La verdad se encuentra repartida en las verdades particulares de cada ciencia. Reconstruirla, era una de las tareas de la época” (Octavio Paz: El Laberinto de la soledad)

La verdad que hay en una ficción tiene que ver con la pregunta de la decisión: ¿Por qué se decidió inventar ese algo y no otro algo?, ¿Qué representa esa invención? O más bien ¿A partir de qué realidades construimos nuestra historia?, ¿Qué queremos creer?, ¿Qué decidimos borrar?

Por ejemplo, entre tantos mitos que hay latentes en nuestra historia de La Independencia se encuentra la construcción del famoso personaje conocido como El Pípila.

 

El Pípila: La construcción de un héroe.

Se dice que este valiente caballero llamado Juan José de los Reyes Martínez Amaro, y apodado El Pípila (debido a su parecido con un guajolote hembra), era un barretero que colocó una losa en su espalda y al llegar a la Alhóndiga de Granaditas (lugar donde se refugiaban los españoles) le prendió fuego y de este modo se pudo concluir la toma de Guanajuato.

Si analizamos este sencillo relato, nos podremos dar cuenta del increíble trasfondo ideológico que éste conlleva:

El Pípila, descrito por Alfonso Toro en su Compendio de Historia de México como: “un hombre fuerte, valiente, poseído de una enfermedad silicosa común en las minas como cascado, que sabía leer y escribir; de tipo mestizo, con mucho de indio otomí o chichimeca, de color moreno, pelo lacio y oscuro, ojos rasgados y complexión musculosa”; representa a una persona común en el México de aquella época, con rasgos mestizos y con un trabajo que lo coloca en la clase obrera baja, con una enfermedad común en su oficio (misma que le atribuye una debilidad); sin embargo con inteligencia (“sabía leer y escribir”) y gallardía, se vuelve un valiente héroe que sacrifica y arriesga su vida para salvar al pueblo mexicano.

Este héroe está conformado por dos factores que se contrarrestan y complementan a la vez:

1-      El carácter identitario: Este atributo vuelve a nuestro héroe una persona real. Al Ser un mexicano común de la época, la historia nos dice que todos podemos ser héroes. Identificarse con un héroe nos brinda arraigo y esperanza.

2-      El carácter endiosante: Este carácter, es de hecho el atributo que vuelve superior a este personaje, mismo que hace que lo llamemos “héroe”. El atributo que lo vuelve héroe, es el carácter del sacrificio; carácter que –desde la educación católica adquirida desde la época de la colonia– es una gran cualidad en el ser humano: un hombre bueno es aquél que se sacrifica e incluso arriesga su vida por el otro.

Si nos damos cuenta, estos dos factores son la mezcla perfecta en la conformación de un héroe, o más bien, la conformación del héroe que México quiere: alguien a quien admirar, pero que a su vez, ese alguien sea alcanzable, un hombre común y corriente que, debido a su valentía y bondad ha adquirido poder –pensemos en héroes modernos tales como El Santo o Hugo Sánchez–.

El Pípila quizá existió, pero fue transformado por la literatura en un héroe, fue mitificado, y de esa manera se hizo eterno, pues El Pípila personaje, a diferencia de El Pípila persona, es el ideal del mexicano patriota. Como diría la asesora de historia, Úrsula Camba, participante de La Seres, Gritos de Independencia y libertad, quien mencionó que es un “ mito completamente infundado, pero sí es un mito fundacional”.

Y ¿Qué es lo que tiene de verdad el mito de El Pípila? Lo mismo que tiene de eterno, que sigue circundado, que nos sigue dando identidad, pues verdad o no, nosotros nos hemos configurado y hemos configurado nuestra cultura a partir de mitos como estos, tal como un grito que sigue gritando.

¿Cuál es la verdad del hombre sino lo que él se construye e inventa? ¿Cuál es la historia del hombre sino su literatura?

 

Ritual: Fidelidad al acontecimiento

Ya habiendo hablado del carácter de verdad que tiene un mito, y de lo importante que es para la configuración de una identidad, nos hemos olvidado de otro factor crucial para volverlo eterno, factor que además los mexicanos adoramos: El festejo.

El festejo, más allá de ser una fiesta, es un ritual con el cual le somos fieles al acontecimiento; fidelidad que tiene que ver con la reproducción: intentamos recrear un momento mediante un símbolo: El grito. En este pintoresco afán de traer al presente el pasado; sin embargo, sabiendo esto imposible, utilizamos el propio presente para homenajear nuestro pasado.

Si pensamos, El Grito en cuanto a símbolo , nos podremos dar cuenta que desde su puro nombre, se asocia automáticamente con un sonido; sin embargo, la característica de este grito en particular es que, más allá del puro alardeante sonido, éste enuncia una serie de premisas:

“¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!” A lo que el pueblo respondió: “¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!” (Lo que se gritó en aquel 1810 por el cura Miguel Hidalgo y Costilla)

“¡Mexicanos!

¡Vivan los héroes que nos dieron patria!

¡Víva Hidalgo!

¡Viva Morelos!

¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!

¡Viva Allende!

¡Vivan Aldama y Matamoros!

¡Viva la independencia nacional!

¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!” (Lo que grita el presidente de México hoy en día cada 16 de Septiembre)

En el ritual de gritar desde un, llamémosle altar, frente a todo una congregación que escuche y responda, homenajeamos un pasado que nos marcó; o más bien decidimos que nos marcara al tomarlo como símbolo atribuyéndole deseos de esperanza. Sin embargo, hay una línea muy delgada que marca la diferencia, y es la diferencia misma, aquello que recuerda el pasado pero que también recuerda que éste ya no está.

Al gritar las premisas OTRAS que nos inventamos para homenajear el acontecimiento junto con sus héroes, y no las premisas que se gritaron en el momento, aludimos al recuerdo. Recordamos desde la diferencia que el pasado y el presente tienen, desde su imposibilidad de ser uno mismo; imposibilidad que posibilita la eternidad del acontecimiento.

Mientras tanto ¡Festejemos!… Que el grito siga gritando, que para eso tiene eco.

Referencias:

Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: FCE, 1992.

https://historeandoenlavida.blogspot.mx/2013/02/el-pipila-mito-o-realidad.html                El Pípila: Mito o realidad

#IndependenciaDeMéxico

Toro, Alfonso. Compendio de Historia de México. México: Patria, 1959.