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ANGELINA MUÑIZ

Y un día acepté el paisaje.

Las montañas,

siempre las montañas.

El lago del recuerdo,

que hubo

que ya no hay.

Los volcanes al oriente,

los volcanes siempre.

Los volcanes al oriente,

la punta de nieve,

ya blanca, ya breve.

El sol que se pierde en ella.

Árboles lejanos,

de tan lejanos,

olvidados.

No hay agua que corra,

no hay agua que brote,

sólo el agua que cae,

que limpia,

que arrastra,

que reverdece.

 

Y acepté el paisaje,

el paisaje que no era mío,

que me encerraba en cuatro paredes,

que me daba alta prisión,

con sólo el escape del cielo

y tal cual nube para sentirme mejor.

 

¿Qué hacer si el paisaje no era mío?

¿Qué hacer si nací de cara al mar?

Si el mar desgastado

había arrastrado la arena

y con ella los recuerdos conjurados.

Si la memoria no guardó nada,

si el olvido era línea confín.

 

Y sin embargo

durante años

creer en el olvido,

en la tierra perdida,

en el mar que lloraba,

en la imagen sellada.

 

Hasta que ya no se puede más

Porque un día ya no se puede más.

Y entonces

al abrir la ventana

ves el alto perfil,

la nieve en los volcanes,

los árboles lejanos.

 

Y ese día,

ese día,

aceptas el paisaje.

Fuente: Rompeolas