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El ataque de hoy, que mayormente mató a civiles, ha sido atípico porque desde que la organización yihadista ocupó Raqqa, en 2013, la ciudad apenas había sido castigada por el presidente Bashar Asad. Con esta ofensiva el líder sirio, que masacra civiles desde 2011, intenta acreditar ante el mundo su condición de enemigo del “terrorismo”.

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El grupo de activistas locales opositores ‘Raqqa está siendo masacrada en silencio’ -que acaban de recibir el galardón a la Libertad de Prensa del Comité para la Protección de los Periodistas- tuiteó a media tarde: “El régimen sirio ha lanzado doce ataques aéreos sobre Raqqa. Hay muertos y heridos, y ruido de ambulancias por todas partes”. Posteriormente publicaron fotos de columnas de humo sobre vecindarios, y destacaron la muerte de civiles.

El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una entidad opositora basada en Londres, confirmó el bombardeo sobre Raqqa. Añadió que otra ofensiva separada de la aviación oficialista sobre Alepo, ciudad que un cúmulo de organizaciones alzadas -entre ellas Al Qaeda- disputa al Gobierno, acabó con al menos 47 civiles entre anteayer y ayer. Imágenes publicadas ayer en Internet mostraban una calle sumida en el caos entre numerosos heridos.

El último bombardeo de los leales a Asad sobre Raqqa que este periódico ha podido fechar se remonta a noviembre de 2014. En aquella ocasión el ejército sirio arrasó un popular mercado y mató a 37 civiles según las estimaciones más bajas. Este poco prodigarse en ataques contra el IS, durante los últimos años, ha venido acompañado de una notable pérdida de terreno frente a los yihadistas. En 2014 perdieron su última base en Raqqa y más recientemente Palmira a favor de Estado Islámico.

Retroceso ante los yihadistas

En pleno retroceso sobre el mapa, con un recién estrenado apoyo militar brindado por Rusia y con la comunidad internacional viéndolo como un mal menor para Siria en comparación con el Estado Islámico Asad ha visto su oportunidad de ofrecerse como ariete contra el IS.

“Si os preocupan los refugiados dejad de apoyar a los terroristas”, retrajo a Occidente esta semana el dirigente sirio. Sin embargo, al ser consultados por EL MUNDO la mayoría de refugiados sirios dicen huir de los bombardeos de Asad o culpan al presidente sirio de iniciar el caos en su país. Desde el inicio del conflicto, en marzo de 2011, la estrategia de Asad ha consistido en castigar a los civiles para sembrar el odio, amnistiar a dirigentes extremistas -así hizo en 2011 con Hasan Aboud, hoy líder del grupo salafista Ahrar ash Sham- y no frenar en seco al IS. Arabia Saudí y Qatar, cuyo objetivo solo era desestabilizar a su enemigo regional, han contribuido a mejorar la imagen de Bashar Asad financiando a los más radicales de entre la oposición. El tiempo y la inacción internacional han jugado a favor de Asad.

Hoy extremistas y Al Qaeda capitalizan la oposición – lo que justifica que llame “terroristas” a toda la oposición -, y el IS es una amenaza global, más importante para Occidente que los desmanes del presidente sirio. Bombardeando ayer Raqqa, el máximo dirigente sirio inauguró su rehabilitación en la arena mundial como nuevo adalid del antiterrorismo.

Fuente:elmundo.es