Es pequeña y está en vías de desaparecer, pero la comunidad judía de El Cairo existe. 

Soplando el shofar Ben Ezra Synagogue Cairo

“¿Alguna vez has preparado un cuerpo para la sepultura judía?” Era la mañana del sábado, 13 de abril de 2013. La persona al teléfono me había llamado una hora antes para hacerme saber que Carmen Weinstein, líder de la comunidad judía de El Cairo, había muerto.

Yo había llegado a El Cairo hacía casi ocho meses para trabajar en la Embajada de Estados Unidos, y Weinstein fue una de las primeras personas que conocí. Tenía unos 80 años, era la “Dama de Hierro” de la comunidad judía de El Cairo. Había visto la comunidad reducirse en su vida a menos de dos docenas de, la mayoría, octogenarias señoras de más de 70 años. La misión de Weinstein era simple: celebrar las fiestas religiosas, y la gente vendría – desde ancianitas a judíos expatriados. Me convertí en su asesor estadounidense de confianza para asegurar que los traseros estarían en los asientos para Jánuca, Purim y Pesaj. Me divertía con cuentos del religiosamente pluralista pasado pre-1948 de El Cairo, cuando judíos, musulmanes y cristianos vivían juntos de forma relativamente armoniosa.

“Seth, ¿sabrás hacerlo?”

“Nunca lo he hecho antes, Magy, pero puedo averiguar cómo se hace”.

Magda Tania Haroun Silvera (para mí conocida como Magy) me había llamado esa mañana para darme la noticia de Weinstein. Magy y su hermana, Nadia, se convirtieron en mis madres judías después de un encuentro casual en una fiesta de Januca, cuando me sorprendió saber que había judíos egipcios menores de 60 años, y que vivían a la vuelta de mi casa. Las hermanas nunca dudaron en complacerme con comida, té, café, dulces y con historias de los viejos tiempos.

Con esa llamada me convertí en el Jevra kadisha* de El Cairo, después de buscar en Google rápidamente “Jevra kadisha” y encontrar la guía del Centro Judío Park SlopeMagy y Nadia me recogieron, y fuimos al Hospital Italiano en la sección Abbasiya de El Cairo. Magy, Nadia y un ordenanza se giraron a mí esperando instrucciones mientras estábamos junto al cuerpo de Weinstein. Pedí los cubos de agua y las hojas estériles, y di instrucciones sobre el lavado, la purificación y el envoltorio. Fue un día emocionalmente agotador – no sólo porque era mi primera experiencia en la preparación de un cuerpo para la sepultura judía, sino también porque era un cambio de guardia. Weinstein ya no existía; Magy (la nueva presidente) y Nadia (la nueva vicepresidente) estaban ahora a cargo.

Magy y Nadia hicieron un trabajo magistral de organizar un funeral y entierro dignos. Para anunciar el nuevo carácter de la comunidad judía de El Cairo, se anunció públicamente que el primer día de shiva** se celebraría en la sinagoga central de la calle Adly, Shaar Hashmayim.

Decenas de amigos y observadores locales curiosos que no sabían que El Cairo todavía tenía judíos vinieron a presentar sus respetos.

El derrocamiento en julio de 2013 de la Hermandad Musulmana, y el deterioro de la seguridad, hacen que sea difícil para los Harouns continuar las celebraciones judías públicas. Convencí a Magy que los servicios de Rosh Hashaná y Iom Kipur son importantes: En Rosh Hashaná leí la Torá y toqué el shofar para un grupo de ocho personas, pero el servicio fue corto; horas antes, el Ministerio del Interior había sido blanco, sin éxito, de un atentado suicida, y el personal de seguridad de la sinagoga estaba nervioso. Magy lamentó que esa sería la última vez que se soplara un shofar en El Cairo.

Preocupados por el entorno de seguridad, el servicio de Yom Kipur fue trasladado a una pequeña sinagoga que rara vez se utiliza en los suburbios del sur de El Cairo, oculta a la vista por una pared y la puerta. Para un grupo de 12 – en su mayoría expatriados – leí la porción de la Torá, canté algunas canciones, y me centré en las enseñanzas de otro judío egipcio, Saadia Gaón, que describió el shofar como un “llamado al deber” para el arrepentimiento. El hecho de que un servicio de Rosh Hashaná y Iom Kipur se produjera en El Cairo era lo más importante en nuestras mentes.

Magy y Nadia entendían las limitaciones del Egipto post-Hermandad Musulmana. Un toque de queda impuesto por el gobierno mantenía a la gente casa por la noche. Las “señoras” no querían salir a la calle. Los visitantes de Egipto eran pocos. Magy y Nadia hicieron lo que pudieron, y se centraron en el inventario de los bienes de la comunidad para asegurar que su patrimonio se conserva.

Sus esfuerzos, y su lugar como mi familia adoptiva, hicieron la llamada telefónica del 6 de marzo de 2014 mucho más dolorosa:

“Está todo bien, Magy?”

“Nadia acaba de morir. Tuvo un ataque al corazón”.

No fue necesario que hiciera la siguiente pregunta. Corrí a casa para conseguir el  manual de Jevra kadisha y regresé al hospital italiano. Esta vez, el patio estaba lleno de niños, parientes y amigos. Se dice que ningún pariente cercano debe preparar un cuerpo judío para el entierro, pero Magy y dos de sus amigas de infancia fueron inflexibles en asegurar que Nadia fue tratada con el máximo respeto. Me guió a las tres amigas, que se conocían desde hace 40 años – una judía, una cristiana y una musulmana – a través de los ritos. No se derramaron lágrimas durante los rituales. Pero cuando reuní a las tres para una oración final, todos los ojos se llenaron de lágrimas.

La muerte de Nadia fue un golpe serio en muchos niveles diferentes. Sólo tenía 57 años. Su madre, Marcelle, todavía estaba viva. El funeral, realizado en una mezcla de árabe, francés y hebreo, estuvo lleno de los gritos de egipcios que veían a una amiga y miembro de la familia irse demasiado pronto. La noche después del entierro, cientos de personas llenaron el patio de la sinagoga de la calle Adly. Durante el café y el té árabes, un jeque de Al-Azhar, el centro más importante de Egipto de aprendizaje islámico, presentó sus respetos y llamó a la unidad de todos los egipcios, independientemente de la religión.

Me duele haber estado tan íntimamente cerca de la muerte de dos líderes de la comunidad judía de El Cairo durante los años que viví en Egipto. Pero tuve la oportunidad de contribuir de una manera pequeña para mantener unida a la comunidad. Es pequeña y desaparecerá, pero la comunidad judía de El Cairo existe. Espero que encuentre la fuerza para hacer sonar el shofar que anuncie el 5776 y hacer saber a todo Egipto que todavía están allí.

Seth Wikas trabajó en la Embajada de Estados Unidos en El Cairo de 2012 a 2014. Las opiniones expresadas en este artículo son estrictamente suyas y no reflejan las de su empleador.

* Jevre kadisha son los miembros de la comunidad judía encargados de la purificación y entierro de las personas fallecidas de la comunidad.

** Shiva es el período de duelo observado dentro del judaísmo

Fuente: Forward / Seth Wikas

Traduce y edita: Silvia Schnessel para Enlace Judío México 

https://forward.com/culture/320686/blowing-the-shofar-in-cairo/#ixzz3mCoVc9WH

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