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En el puesto desde 2005, Abbas, hoy ya con 81 años a cuestas, ha navegado por aguas turbulentas durante una década completa en la que en múltiples ocasiones ha amenazado con renunciar.

 

ESTHER SHABOT

No es la primera vez que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, también conocido como Abu Mazen, anuncia su deseo de abandonar la vida política. En el puesto desde 2005 tras la muerte de su predecesor, Yasser Arafat, Abbas, hoy ya con 81 años a cuestas, ha navegado por aguas turbulentas durante una década completa en la que en múltiples ocasiones ha amenazado con renunciar. Sin embargo, ello nunca se concretó tanto por dificultades para la sucesión debido a la falta de un posible liderazgo alternativo capaz de contar con el consenso necesario, como por la amenaza de fragmentación interna de la ANP, plagada de rivalidades y alianzas cruzadas que presagiaban un peligroso caos en caso de que Abbas desapareciera del panorama. Ni qué decir de la inyección de fuerza que habría recibido el Hamas, que gobierna a la población palestina de Gaza desde 2007 como fuerza opuesta y ahora ya desasociada totalmente de Abbas, si la ANP entraba en proceso de fractura y debilitamiento tras la salida del poder de Mahmoud Abbas.

A principios de este mes, Abbas sorprendió con su renuncia a dos de los tres puestos que ocupaba. Dejó de ser presidente ejecutivo de la OLP y también máximo dirigente de Al Fatah, aunque permanece como presidente de la ANP. Al parecer, sus intenciones de retiro tienen que ver con la percepción de que no ha alcanzado sus objetivos y de que sus fracasos superan a sus éxitos. Si bien sus campañas políticas y diplomáticas en la ONU y otros foros internacionales le han significado respetabilidad personal y reconocimientos múltiples a la legitimidad de un Estado palestino, en el ámbito concreto de la relación con Israel sus ganancias han sido escasas. Ni siquiera hay en curso negociaciones entre los gobiernos de Ramala y Jerusalén, el proyecto de establecer un Estado palestino al lado de Israel se ve cada día más remoto debido al giro que ha tomado la política oficial este país con su actual gobierno, y en el ámbito internacional la cuestión palestina ha perdido visibilidad e interés debido a la centralidad que han tomado otros problemas de dimensiones colosales. La guerra civil en Siria y en Yemen, la inestabilidad en Irak, las oleadas imparables de refugiados que intentan llegar a Europa, el polémico manejo del acuerdo con Irán, las atrocidades del ISIS y las turbulencias en los países que experimentaron los cambios de la Primavera Árabe constituyen realidades que han desplazado al tema palestino a los márgenes de las preocupaciones de las potencias, especialmente de Estados Unidos.

Todo ello, aunado a la conciencia de que paralelamente a este panorama desfavorable crece el descontrol interno en la ANP  por una endémica corrupción tanto de sus cuadros dirigentes como de su burocracia, está detrás  del deseo de Abbas de abandonar el puesto. Esa posibilidad muy probablemente desencadenaría un alto grado de incertidumbre en cuanto al conflicto palestino-israelí. Se puede especular que si Abbas se va, la ANP corra el riesgo de desmoronarse, con lo cual toda la ecuación de la zona se modificaría radicalmente. En ese sentido no fue casual que en la visita que el premier israelí Netanyahu hiciera a Gran Bretaña hace poco, el primero manifestara su disposición a reemprender negociaciones sin precondición alguna con el gobierno de Mahmoud Abbas. Netanyahu sabe que la desaparición o disfuncionalidad creciente de la ANP no es conveniente para la seguridad de Israel, por lo que tal declaración de estar dispuesto a renovar el diálogo puede ser interpretada como el lanzamiento de un salvavidas a alguien que está a punto de ahogarse y que le es importantísimo mantener con vida.

Fuente:excelsior.com.mx