El 28 de octubre, en el Centro Maguén David, se celebraron 25 Años de la Marcha de la Vida edición adultos. El evento contó también con el testimonio del Dr. Bernard Wollschlaeger, hijo de nazi convertido al judaísmo.

ELENA BIALOSTOCKY PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO- Desde hace 25 años, México participa en el evento internacional de la Marcha de la Vida, un proyecto educativo internacional de Keren Hayesod, basado en los dos eventos más importantes de la vida judía del siglo XX: La Shoá (Holocausto) y el establecimiento de Medinat Israel (Estado de Israel).

A través de este proyecto, se enseña a los jóvenes la historia del Holocausto, en los mismos lugares donde sucedió. A la vez, se conmemora Yom Hashoá en Polonia, y Yom Haatzmaut en Israel.

Este programa se lleva a cabo año con año, por un lado con jóvenes preparatorianos y universitarios; y por otro, por adultos.

El 28 de octubre en el Centro Cultural Maguen David se se celebraron 25 Años de la Marcha de la Vida, en presencia de los adultos que han realizado la Marcha de la Vida. El evento contó también con el testimonio del Dr. Bernard Wollschlaeger, hijo de nazi convertido al judaísmo.

Presentes estuvieron  representantes del Comité estadounidense Marcha de la vida, Phyllis y Richard Heideman.

Al comenzar el evento, tomó la palabra Moisés Punsky, Presidente de la Marcha de la Vida México: “Que satisfacción reunirnos ésta noche que han sido parte de este gran proyecto. Todos aquellos con los que reímos, cantamos y lloramos. Veinte y cinco años han pasado desde que Keren Hayesod, para conmemorar sus primeros setenta años de existencia, trajo a México éste nuevo proyecto.

Son veinte y cinco años de marchar por la vida, de hacer presencia y poder decir orgullosamente aquí estamos, cuatro mil quinientos participantes, cada uno viviendo una extraordinaria experiencia, marchando todos con un objetivo común, cada uno aprendiendo de nuestra historia, identificándonos y recordando a nuestro pueblo, veinte y cinco años de crear nuevas amistades y sintiendo la calidez de los que junto a nosotros marcharon.

Veinte y cinco años de Varsovia, Cracovia, Maidanek, Treblinka y muchos más. Marchamos solemnemente de Auswitch a Birkenau. Veinte y cinco años de Tel Aviv, Jerusalén el Kotel y más, conmemorando a los soldados caídos y celebrando Yom Haatzmaut celebrando el establecimiento del Estado de Israel”

En video, fuimos testigos de diferentes épocas de la Marcha de la Vida. También se homenajeó a los sobrevivientes del Holocausto que acompañaron a los participantes. En la última proyección, varias generaciones cantaron el himno Hatikva.

Desde Estados Unidos la Sra. Phyllis Heideman, Miembro del Comité de La Marcha de la Vida, quien comentó: “Me siento muy honrada e impresionada por encontrarme hoy en este día. México es muy especial como país y comunidad judía. Son pocos los sobrevivientes que quedan hoy en día. Es para mí sorprendente que, de los cuarenta y cinco países participantes en la Marcha de la Vida, México esté en el doceavo lugar del mundo. Con la Marcha podemos saber quiénes fuimos y quienes somos hoy el Pueblo Judío”.

El evento contó también con el testimonio del Dr Wollschlaeger, hijo de nazi convertido al judaísmo.

Wollschlaeger, nacido en Alemania, estudió medicina en Alemania e Israel y completó su educación en Florida, Estados Unidos.

“Nací en Alemania y siempre me sentí orgulloso de la carrera militar de mi padre. Había fotos en nuestra casa de mi padre vestido de militar y condecorado con la Cruz de Hierro. Era miembro de la Panzerdivisión y oficial de la Wehrmacht que participó en las campañas de Checoslovaquia, Francia, Polonia y la Unión Soviética. Aunque nunca fue miembro del partido nazi, compartía la visión hitleriana de una Alemania grande.

Crecí en un hogar nacionalista con un padre autoritario, que nunca hablaba de la Segunda Guerra Mundial, pero sí se sentía orgulloso de la Cruz de Hierro que recibió. Pude ver las visitas que recibía mi padre de sus antiguos compañeros del ejército que bebían, cantaban el himno alemán y la canción que se consideró el himno del Partido Nazi, Dier Fahne Hoch.

En 1972 cuando se realizaron las Olimpiadas de Múnich y se presentó el atentado terrorista contra el equipo israelí participante, fue cuando inició mi curiosidad de saber acerca del Holocausto.

Mi padre nunca me contestaba, y supe cuando hacerlo: esperar a que estuviera ebrio. Entonces, me dijo toda la verdad y mencionó su orgullo por sus acciones durante la guerra.

Nunca había yo conocido a ningún judío. Me presenté con el cura de mi parroquia y me sugirió que fuera yo a ver a un rabino. Después de platicar con él me invitó a pasar el Shabat en su casa y, de ese día en adelante, no faltaba yo cada fin de semana.

En un determinado año, se juntó Shabat con la noche de Navidad. No sabía dónde ir, pues mi madre era una  mujer católica, ortodoxa y observante. Finalmente decidí acudir a la cena de Shabat. Al día siguiente,mi padre me echó de la casa.

Salí de mi casa con la ropa que llevaba puesta. Fue la comunidad judía del pueblo que me ayudó a terminar mi carrera. Más adelante, un grupo de israelíes visitó Alemania y me invitaron a Israel.

De vuelta a Alemania, decidí hacer todos los pasos necesarios para convertirme al judaísmo. Después de años de estudio conseguí convencer a los judíos de la comunidad de la sinceridad de mi intención. Debido a que quedaban muy pocos judíos en Alemania, tuve que finalizar mi conversión en Suiza. Después de mi conversión, viajé a Israel adonde serví como médico de las fuerzas armadas israelíes.

Más tarde me establecí en Florida, donde he sido miembro activo la Liga Anti Difamación.

Mi hijo siempre ha asistido al colegio judío. Cuando tenía ocho años, me preguntó acerca de mi padre. Le dije la verdad; a mi hijo, le parecía una historia muy interesante para platicar a sus amigos, y le comenté que esa historia era únicamente para la familia .

En una ocasión me encontré con un antiguo compañero de ejército de mi padre que cargaba un maletín. Al abrir el maletín quedé sorprendido, había unos rollos de la Torá partidos en pedazos, y muy maltratado. Me dijo: eso hacía tu padre cuando entraba a un pueblo judío: hacia pedazos los libros sagrados y los manuscritos de la Torá.

Un par de días después, me llamaron del colegio. Al llegar, me comentaron que mi hijo había dicho que su abuelo era nazi. En ese momento, le conté al director mi historia, y la repetí a los niños para que supieran que, en la vida, es posible cambiar”.