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WALL STREET JOURNAL


La amenaza del ISIS se volverá global a menos que sea derrotado pronto.

Puede pasar algún tiempo antes que los investigadores en Egipto puedan confirmar las afirmaciones por parte del Estado Islámico (EI) que es responsable por el “derribo” el fin de semana pasado de un avión ruso de pasajeros sobre la península del Sinaí, aparentemente en represalia por la intervención de Vladimir Putin en Siria.

Las aerolíneas comerciales rusas tienen un historial de seguridad famoso, y es muy pronto para descartar que una falla estructural o mecánica provocara que el avión se rompiera en el cielo, matando a 224 pasajeros y tripulación.

Pero para el jueves el peso de la evidencia fue suficiente como para persuadir a David Cameron que “fue más probable que no” que el avión fuera derribado por “una bomba terrorista”, con el Presidente Obama agregando que “es ciertamente posible que hubiera una bomba a bordo.” El primer ministro ingles suspendió los vuelos desde Reino Unido a la ciudad vacacional de Sharm El Sheikh, dejando varados a miles de turistas británicos, y el Sr. Putin suspendió los vuelos rusos a Egipto el viernes.
Bravo entonces para el concepto del Sr. Obama que el mundo puede de alguna manera disminuir la fuerza y el alcance del ISIS no prestándole mucha atención. En febrero el sitio web Vox le preguntó al Presidente si “los medios de comunicación exageran a veces el nivel de alarma que debe tener la gente acerca del terrorismo.”

“Absolutamente”, respondió él, agregando que el nivel de atención dado al terrorismo se trata “todo de calificaciones.”

La afirmación del Sr. Obama podría venderse fácilmente a los lectores de blogs izquierdistas. Debe parecer alejada de la realidad a los aliados de Estados Unidos, incluido Egipto, que encuentran que el caos extendido de Siria ahora los ha alcanzado. La economía egipcia se ha recuperado modestamente durante el último año en gran medida gracias a un salto en el turismo, que equivale al 5% del PBI y a más de un millón de empleos. “La magnitud del esfuerzo necesario para asegurar las necesidades de 90 millones de personas es enorme y está más allá del esfuerzo de cualquier hombre”, nos dijo en marzo el Presidente Abdel Fattah al Sisi. Ahora se ha vuelto mucho mayor.

El ejército egipcio ha estado combatiendo a una insurgencia terrorista en Sinaí durante años, convirtiendo a la península en tierra de nadie. En el año 2014, terroristas derribaron un helicóptero militar egipcio con un misil tierra-aire. En julio atacaron un barco patrulla egipcio utilizando un misil guiado. En septiembre, cuatro soldados estadounidenses sirviendo en una misión internacional de mantenimiento de la paz en Sinaí fueron heridos cuando dos artefactos explosivos improvisados golpearon su caravana.

Casi 300 soldados egipcios y muchos cientos de civiles han resultado muertos en la lucha. El Estado Islámico considera al Sinaí una “provincia” desde la cual sus combatientes -en su mayoría beduinos locales que juraron lealtad al líder del ISIS, Abu Bakr Al-Bagdadi, el año pasado- pueden montar ataques contra el resto de Egipto, Israel y la cercana Arabia Saudita. Ese no es riesgo menor, sobre todo teniendo en cuenta que Egipto debe contender también con vástagos del Estado Islámico sobre su frontera con Libia.

Pero el peligro mayor es la capacidad creciente del ISIS de ganarse la lealtad de grupos o individuos geográficamente distantes más allá de Siria o Irak. Lo está haciendo en parte a través de sus canales de propaganda sofisticados, pero principalmente a través de la fuerza de su ejemplo. En tanto el ISIS esté en la lucha y no sea derrotado por Estados Unidos u otros “regímenes apóstatas”, se vuelve un polo de atracción radical natural -el proverbial “caballo fuerte” en la carrera por la simpatía ideológica entre los jóvenes musulmanes en todo el mundo.

Eso es lo que hace tan peligroso al enfoque displicente del gobierno de Obama en cuanto a combatir al ISIS. Los reveses en los campos de batalla locales, tal como la conquista de Ramadi por parte del ISIS en mayo, no se quedan locales. Ellos amplifican un Medio Oriente creciente y la percepción mundial que Estados Unidos no tiene estómago para una lucha real y está preparado para tolerar la existencia del Estado Islámico en el largo plazo. Cuanto más tiempo controla el ISIS grandes porciones de Irak y Siria, más fuertes se harán sus vástagos en Sinaí, Afganistán, Norte de Africa y otras partes.

El disparate más grande de la política para Medio Oriente de la administración ha sido imaginar que un enfoque distante ante los problemas de la región mantendría sus problemas lejos de nosotros. Pero como con la crisis de los refugiados en Europa, o los ataques yihadistas en Estados Unidos inspirados en el ISIS, la tragedia en el Sinaí es otro recordatorio que tratar de restar importancia a la amenaza del terrorismo sólo acerca más a casa sus riesgos.

Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México