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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Día de Muertos

Ya son varios años en los que en este espacio editorial realizo comentarios sobre la solemne celebración del Día de Muertos en México y sobre las diferentes ofrendas que se preparan en varios sitios de la ciudad. En estas Crónicas me referiré a las ofrendas que visité con mi esposa el pasado primero y dos de noviembre.

En primer término estuvimos en el Museo Casa del Risco en San Ángel, que no pudimos ver el año pasado porque llegamos cuando estaban cerrándola. Esta residencia, emplazada en el corazón de San Ángel, en el sur de la ciudad de México, frente al Jardín de San Jacinto, rodeada de señoriales casonas, fue declarada en 1931 Monumento Histórico de los siglos XVII-XVIII; es un fiel testimonio de la arquitectura civil del barroco novohispano.

La casa del Risco perteneció al abogado, escritor y político, Isidro Fabela (1882-1964), de quien hice una breve semblanza en una Crónica Intrascendente de noviembre del 2014, quien la donó al pueblo de México, así como la valiosa colección de arte que reunió junto con su esposa, Josefina Eisenmann; Fabela formó en 1958 un Fideicomiso con el Banco de México para que este acervo cultural fuera parte de los mexicanos. La Casa del Risco abrió sus puertas al público en 1963, cada año se hace una ofrenda en esta casa para honrar la memoria de Fabela; el arreglo de la misma es sencillo, empero, con todos los elementos con los que los indígenas celebraban a sus muertos: flores y alimentos diversos; tamales, pan de muerto, atole, maíz, mole y frutas, entre otros. No faltó la fotografía del difunto.

La construcción de esta bella residencia de dos pisos posee un patio central, en torno al cual se encuentran las habitaciones distribuidas, de acuerdo al trazo tradicional de la casa virreinal. En el patio hay una extraordinaria fuente, de autor anónimo, adosada al muro del mismo a modo de retablo barroco y está ornamentada con pedacería de porcelana, platos, platones, tazas, tibores de cerámica oriental, europea y mexicana, así como esculturas, conchas nacar y espejos que le dan una luminosidad muy especial. Al conjunto se le llama estilo “risco”. No obstante, la belleza de la fuente, a mi parecer, no hace armonía con la arquitectura de la construcción.

La fachada de la mansión es sobria y se ornamenta con la custodia de una hornacina (hueco semiesférico en una pared) de fina argamasa, en la que se resguarda la imagen devocional de los habitantes, la Virgen de Loreto. Un señorial torreón se levanta en el lado derecho del edificio (abierto al público), decorado con ventanas que iluminan la escalera interna de esta casona. La casa fue testigo de varios hechos histórico, entre ellos, la intervención del ejército de EUA en 1847.

La Colección de Arte de Isidro Fabela, se encuentra expuesta en 7 salas, donde se aprecian tanto obras mexicanas como europeas de pintura, escultura, artes decorativas y textiles. La pinacoteca está integrada por importantes autores europeos y mexicanos, cuya producción abarca desde el siglo XVI al XX, destacan obras religiosas de reconocidas firmas, así como pintura de género: retrato, paisajes y bodegones. Parte fundamental del acervo artístico es el mobiliario, las esculturas y textiles. A mí me llamaron la atencíon en particular dos bargueños, uno muy grande, pintados en negro y oro; estos muebles de madera son de origen español, fabricados entre los siglos XVI al XVII, con adornos de marquetería, tienen muchos cajones pequeños, compartimentos y estantes, concebidos para escribir o archivar papeles. Yo tengo una réplica de este mueble en rojo y dorado, fabricado por una empresa mexicana dedicada a elaborar muebles antiguos, la compré hace aproximadamente 25 años. Por otra parte, en la Sala del Comedor del Matrimonio Fabela, hay porcelana china, japonesa, de Compañía de Indias, loza inglesa y talavera poblana.

La Casa del Risco y el Edificio Anexo, constituyen actualmente, el Centro Cultural, espacio para la promoción de las diversas manifestaciones del arte, así como para la difusión de actividades académicas y culturales.

En los alrededores de Coyoacán, San Ángel y otras partes de la ciudad, en las celebraciones de muertos de este año, vi numerosos jóvenes maquillados para esta celebración, especialmente mujeres, que estaban artísticamente maquilladas de Catrinas, figura originalmente llamada la Calavera Garbancera, cuya versión original es un grabado de metal con autoría del caricaturista José Guadalupe Posada (1852-1913) final del siglo XIX; Garbancera es la palabra con la que se conocía al principio del siglo XX a las personas que vendían garbanza, que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos y renegaban de su propia raza, herencia y cultura. La Catrina originalmente era un símbolo popular de muerte, fue bautizada como tal por el muralista Diego Rivera (1886-1957). Diego Rivera convirtió a la “Calavera Garbancera” en una figura elegante, la Catrina. Aparentemente el maquillaje de la Catrina que vi en la ciudad de México, elaborado con arte, cuyo costo promedio es de 300 pesos, se extendió en esta área como una moda, tengo la impresión de que las jóvenes se disfrazaron de catrinas, como una alternativa mas de los disfraces que se usan en el Halloween de EUA, conocido como noche de brujas, y que no tiene una relación directa con el Día de los Muertos en México.

En el Jardín de San Jacinto también visitamos otra casona convertida en galería de arte y venta de reproducción de muebles antiguos. La galería colinda con los muros del Templo de San Jacinto, uno de los más antiguos del país cuya construcción se inició a mediados del siglo XVI. La ofrenda de esta galería, estaba en la entrada de la misma, bellamente decorada con todos los aditamentos que se usan en la celebración del Día de los Muertos.

Deambulamos alrededor de los puestos de artesanías que se instalan en esas fechas del Jardín de San Jacinto. Considero que las artesanías que en ellos se ofrecen, en su gran mayoría, perdieron la originalidad, calidad y frescura de las artesanías auténticas que tanto hemos disfrutado por toda la República. A una casa de distancia del Museo del Risco, en un restaurante, al igual que el año pasado, escuchamos a un pequeño grupo que interpretaban música cubana… ¡Azúcar!, como expresaba la cubanísima cantante Celia Cruz.

Otra ofrenda que visitamos fue la de la casa del actor y director el Indio Fernández, de la Época de Oro del Cine Mexicano, fallecido en 1986, ubicada en Coyoacán, detrás de un muro de piedra volcánica. Parte de la construcción es de piedras de ruinas prehispánicas, mosaicos de conventos, toda una fortaleza enmarcada por el despliegue de arcos que soportan su interior.

La construcción fue iniciada en 1946 y concluida a la muerte del actor. El proceso de edificación de 40 años estuvo a cargo del dueño y del famoso arquitecto Manuel de la Parra. La casa servía de vivienda y como set cinematográfico para numerosas películas; las numerosas fotografías de sus muros son testigos de las visitas de renombradas personalidades: Diego Rivera, Marilyn Monroe, María Félix y María Callas, entre otras.

Desde hace más de tres décadas, en esta casa se colocan ofrendas alusivas al Día de Muertos; este año la gigantesca ofrenda fue dedicada a Ninon Sevilla, actriz y rumbera, también de la Época de Oro del Cine Mexicano.

En el laberinto de la Casa del Indio se ofrecieron varias ofrendas, no solo la de Ninon Sevilla; para mi gusto la mezcla de objetos, pinturas y fotografías no siempre es afortunada; por lo demás, muchos de los objetos que “se sacaron del baúl”; están deteriorados. La Casa que durante el año se renta para diferentes eventos, se percibe como deteriorada y hasta cierto punto sucia.

Emilio “El Indio Fernández” nacido en el Mineral de Hondo en Coahuila, fue hijo de padre mexicano e india Kikapú (indígenas originarios de Wiskonsin, EUA, que emigraron al sur huyendo de los conflictos bélicos que se registraban en la zona a causa de las expediciones colonizadoras europeas; los indios Kikapúes, viven en la región llamada el Nacimiento, en el Valle de Sta. Rosa, Coahuila, a 130 km. de la frontera con EUA), estudió la carrera militar y se unió a la Revolución; salió del país por su complicidad en un frustrado ataque contra el presidente Alva Obregón y vivió en EUA, donde ejerció diversos oficios, entre ellos el de doble de cine.

Regresó a México en 1933 para incursionar en la industria fílmica como actor; en 1941 dirigió su primera película. “El Indio” es evaluado como uno de los más grandes cineastas mexicanos y el principal representante del llamado nacionalismo cinematográfico. Junto con el fotógrafo Gabriel Figueroa, el argumentista Mauricio Magdaleno y los actores Pedro Armendáris, Dolores del Río y María Félix, formó uno de los más importantes equipos del cine nacional.

A mediados de los sesentas, las películas de “El Indio Fernández” entran en una etapa de decadencia, entonces volvió a su papel como actor. Recuerdo que en la mayoría de sus films hacía el papel de malo; creo que en realidad lo era, su personalidad era violenta. A finales de los setenta estuvo preso en Torreón, Coahuila, después de ser hallado culpable de la muerte de un agricultor, fue liberado 6 meses más tarde bajo fianza. Por no presentarse a firmar en varias ocasiones, debido a un accidente, fue encarcelado de nuevo. Cuando estuvo libre regresó a su casa de Coyoacán, en donde en soledad, vendía cultivos de su jardín para sobrevivir. Cuando murió dejó un legado de 129 películas, yo recuerdo que antes de su muerte, pasé frente a su casa, el Indio estaba desquiciado, tocando con el tacón de su bota en la puerta de madera para que le abrieran.