El 8 de noviembre en La Universidad Hebraica, se llevó a cabo el gran evento Limud 2015, en el cual se reunieron más de cincuenta personas para impartir ponencias acerca de diferentes temas: educación, vida judía, historia y más.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO- Entre los ponentes estuvo Víctor Harari, quien nació en Alepo en 1942 y vivió en Siria hasta 1958, fecha en la cual emigró a Israel. En 1963 llegó a México, donde ya vivían sus hermanos mayores.

Harari reveló de primera mano, en el Día Limud, la verdad acerca del trato a los judíos en los países árabes, después del establecimiento del Estado judío.

“Sabemos del sufrimiento de los judíos por los pogroms y la Shoá” dijo Harari “Sin embargo, poco se ha hablado de las vejaciones que sufrieron los judíos de los países árabes- y en especial de los de Alepo”.

“Mi familia y yo vivíamos en el barrio judío de Alepo, donde nos tocaron persecuciones y maltratos”.

“Un día, a finales de 1948, mis padres no nos enviaron a clases. Desde mi casa, oí mucho alboroto y balazos en las calles. Subí a la azotea y vi que una turba gritando, sacaba los Sifrei torá (libros de la Torá) y las corachas (estuches de filacterias) de la sinagoga. Acto seguido, los llevaron a la explanada de la mezquita, les echaron gasolina y les prendieron fuego”.

“El Rabino Moshe Mizrahi, rabino de la Comunidad judía de Alepo, se amarró a una silla, diciendo:”Si van a quemar la sinagoga, quémenme en ella”. Los árabes lo sacaron con todo y silla, lo llevaron a la explanada y le forzaron a abrir los ojos, diciéndole que así vería como era quemada su Torá.

Los trozos de papel y pergamino volaban por las calles, pues había mucho viento. Mientras esto sucedía los árabes gritaban: “Gloria a Alá, muerte a los sionistas”. Nos llamaban sionistas, no judíos.

Nosotros vivíamos a tres cuadras de la mezquita y los pedazos de papel quemado llegaron a nuestra azotea.

En Alepo, la ley permitía que vejaran, insultaran y golpearan a los judíos; la policía se quedaba impasible ante lo sucedido.

Un día, se supo que iban a matar a los judíos. Mi padre trabajaba en un banco y su jefe era amigo de la familia; mandó a su hijo por nosotros; envió a a mi mamá y a mis hermanas disfraces de musulmanas para sacarlas de la casa; nos llevó a su casa, en el barrio cristiano. Allí, nos daban pan, frutas secas y verduras, porque sabían que nosotros llevábamos una dieta kosher y así podíamos comer alimentos permitidos por nuestras leyes. Estuvimos escondidos dos días. Al tercero, corrió el rumor de que todo se había calmado y pudimos volver a casa.

Mis padres no qusieron trasladarse a Israel porque les asustaba que tuviéramos que hacer el servicio militar”.

Para escuchar más, vea nuestro video.

 

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