gabriel-albiac-y-la-maquina-de-buscar-a-dios-de-blaise-pascal-6042777-1

JORGE S. CASILLAS

Columnista de ABC, publica «Blues de invierno», una novela negra en la que aborda el 11-M y que ha tardado una década en escribir. Estuvo durante años en una carpeta bajo el rótulo «Novela póstuma»

En el apartamento de Gabriel Albiac (Utiel, Valencia, 1950) hay montañas de libros ordenados de derecha a izquierda y una colección de estilográficas fuera de lo común. Es un entorno simpático, pero muy distinto al de su última creación, «Blues de invierno» (Editorial Confluencias), una novela negra de las que genera ansiedad por avanzar en ella. Un libro cuya acción se desarrolla en apenas dos días y donde confluyen el espionaje, el amor de pago y los atentados del 11-M.

-¿Qué expectativas tiene con esta cuarta novela?

-Empecé a trabajar con ella en el verano de 2004 y acabé en el de 2014 aunque algunas cosas las reescribí todavía en 2015. Durante todo ese tiempo la novela ha estado dentro de una carpeta que se llamaba «Novela póstuma». A mi edad uno tiene la impresión de que cuando escribe no sabe si verá lo escrito terminado. Eso tiene sus ventajas, y es que no escribes para nadie. Escribes lo que te da la gana y como te da la gana.

-Debe ser de las primeras novelas que toca, aunque sea ligeramente, los atentados 11-M.

-Es extraño. Toda la literatura como todo el cine estadounidense posterior al 11 de septiembre están marcados por el 11 de septiembre. Me produce gran asombro esa especie de borrado que hemos hecho aquí del 11-M como si fuera un interdicto, algo a lo que no podemos ni siquiera asomarnos. Ese momento rompió en dos la historia reciente de España. En la novela el 11-M es el espacio en el que se cruzan las tramas narrativas y por eso he querido tomar ese espacio temporal, porque la novela trata de la extinción de un mundo y de la irrupción de otro. De la extinción de ese mundo forjado en los grandes ideales surgidos después de la Segunda Guerra Mundial y la irrupción a partir de la caída del Muro de una sociedad que ni siquiera conocíamos. De una sociedad dura, de supervivientes, una sociedad cuyos individuos han podido sobrevivir a base de ser auténticas navajas de barbero. La novela toca exactamente el momento en que el viejo y el nuevo mundo se cruzan para decirse: «Adiós, estáis acabados. Habéis muerto y solo sobreviviremos nosotros».

-Sorprende ese olvido del 11-M en una sociedad como la nuestra, más o menos acostumbrada al terrorismo.

-Pero aquí hay una historia totalmente diferenciada, que no tiene nada que ver con las formas anteriores. El 11-M se saldó en una derrota terrible. Después del 11-S lo que hubo fue una reacción de la sociedad americana en su conjunto. Fue una reacción en la que dijeron: «No, esto no se puede tolerar y no lo vamos a tolerar». Lo que sucedió en España después del 11-M fue el 14-M, unas elecciones que vinieron marcadas por una voluntad estricta de rendición. Después del 11-S empezó una guerra. Después del 11-M empezó una derrota.

Escribir con la tijera

-Los que le conozcan más como ensayista se van a sorprender con esta trama policial en la que abundan prostitutas y vicios caros. ¿Le divierte este género?

-Te diviertes en el sentido pascaliano del término. Los humanos, dice Pascal, sobreviven gracias a la diversión, que es lo que les evita la realidad última de estar enfrentados a la muerte. Cuando tú escribes un ensayo sabes lo que vas a hacer, pero en la novela es distinto. La novela nace en el momento en que un personaje empieza a hablar por cuenta propia. Yo me di cuenta de que «Blues de invierno» podía funcionar al cabo de un año de hacer y hacer papeles cuya mayoría terminaban en la papelera. De pronto me di cuenta de que Yuki estaba hablando [Yuki es quizá la protagonista del libro]. Yuki no era en mi propósito inicial un personaje central de la novela. Pero, de pronto, dos personajes que no estaban concebidos como centrales adquieren un lenguaje propio y se lanzan a hablar. Y de pronto el resto de los personajes parecen el coro donde resuenan esas palabras de Yuki y de Yanna. Es una cosa que al mismo tiempo te angustia porque ya no controlas la novela.

-Entre unas cosas y otras, ha tardado diez años en escribirla.

-El punto de arranque fue la definición de los personajes. Y el primero de los personajes que emerge es Julia. Lo que sucede es que de las más de cien páginas que entre 2004, 2005 y 2006 configuran el personaje de Julia puede haber pasado a la versión final de la novela un párrafo y medio. Yo a los amigos jóvenes que empiezan a escribir siempre les digo que escribir se escribe con la tijera. La estilográfica sirve para redactar, pero la escritura empieza en el momento en que opera la tijera.

Twitter en papel

-Dijo una vez Eduardo Jordá que en España hay 5,000 lectores buenos.

-Es un optimista, eh. Es un optimista porque la lectura se está extinguiendo en España y todo el sistema educativo y cultural español no ha movido un dedo para evitar eso. En España todo el sistema de enseñanza se ha planificado para que la lectura salte por los aires, para que los lectores desaparezcan. Los que estamos en la Universidad hemos constatado la pérdida de la capacidad de leer en nuestros alumnos de un modo vertiginoso en los últimos 15-20 años. Pretenden que les digan cuatro cosas muy sencillas y muy rápidas: que les den Twitter en papel.

-Le propongo una cosa: véndame la novela sin decirme ni que es «la mejor» ni «la más personal» que ha hecho.

-«Blues de invierno» es la novela de nuestro mundo que termina. No sabemos lo que viene, y casi es mejor que no lo sepamos, pero en ese cruce de unas horas entre los dos mundos uno puede quizá atisbar lo que pudimos ser y lo que inexorablemente vamos a ser.

-¿Qué opinión le merece la actual crisis migratoria?
-Yo diría que se asemeja a lo que sucedió después de la Segunda Guerra Mundial. Lo terrible es que yo creo es que hemos tenido una responsabilidad salvaje en eso. Después de no sé cuántos años de Guerra en Irak tanto Estados Unidos como Europa no tuvieron otra idea mejor que retirar todas las fuerzas militares en un momento en que cualquier analista sabía que retirar esas fuerzas sería abrir una matanza sin límite en la zona. Y es lo que ha sucedido. Ahora lo que no podemos hacer es poner cara de que somos inocentes.
-Tengo entendido que salió de España en 1969 y haciendo autostop.
-Sí, sí (se ríe). Pero fue un viaje muy corto. Era el verano del 69 y acabé en París, donde estuve sobreviviendo durante un mes y pico a base de barrer en bancos (vuelve a reír) y de vivir en residencias universitarias terribles; de no dormir nunca y de alimentarme de bocadillos. Pero bueno, no es muy distinto de lo que hacen los chavales ahora con medios distintos.
Fuente:abc.es