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RABBI YOSEF BITTON

La rebelión de los judíos contra el ejército de Antiojus Epifanes comenzó con un acto muy específico: Matitiyahu HaCohen, también conocido como “Jashmonayí”, el líder de la ciudad de Modi’in, rehusó obedecer la orden de Antiojus de hacer un sacrificio a un ídolo pagano, y en lugar de ofrecer su vida en martirio, dejándose matar para no practicar la idolatría, luchó y terminó eliminando a los que traían las órdenes de Antiojus. Este acto heroico inspiró la revolución armada contra el tirano Antiojus. Y si bien Matitiyahu dio el primer paso, fueron sus cinco hijos: Yojanán, Yehonatán, Yehudá, Shimón y El’azar, los que lideraron la larga guerra contra los griegos y liberaron Yerushalayim.

El líder principal de la rebelión armada fue el famoso Yehudá Macabí, que luchó con muchísima valentía durante dos años en gran desigualdad numérica contra un enemigo muy superior y mucho mejor organizado para la guerra.

Finalmente, el 25 de Kislev del año 165 aec, Yehudá Macabí y su improvisado ejército judío, vencieron a los griegos y reedificaron el Bet haMiqdash.  Aquí es donde ocurrió el milagro del aceite de Janucá.

Lo que es un poco menos conocido es que las guerras con los griegos continuaron por muchos años después de Janucá.

Los griegos no se dieron por vencidos y volvieron con ejércitos más poderosos. Pero HaShem estuvo de nuestro lado.  En el año 164, Antiojus llegó con su poderoso ejército griego seléucida y rodeó Yerushalayim. Era inusual que el propio rey se presentara en el combate. Pero Antiojus quería asegurarse personalmente de que esa iba a ser la batalla final contra los obstinados judíos que le habían arrebatado la capital de la provincia griega de Judea. La intención de Antiojus era destruir Jerusalem y su Templo, y matar a todos los judíos de la ciudad. El día 22 de Shebat de ese año le llegaron noticias a Antiojus que los Partos, uno de los ejércitos más temidos de la antigüedad, estaban atacando la capital de su reino, Jerat. Antiojus decidió posponer su ataque final contra los judíos y llevó a su ejército a combatir a los Partos. En esa guerra Antiojus fue derrotado y asesinado por los Partos.

En el 13 del mes de Adar del año 161aec el poderoso general griego Nicanor fue vencido en batalla por Yehudá Macabí y su improvisado ejército.

En el mismo año, 161, los griegos mandaron al General Bacjides, con un ejército muchísimo mayor.  En esta batalla murió Yehudá Macabí y su hermano Yehonatán tomó el liderazgo del ejército.

En el año 151 los griegos fueron nuevamente derrotados. Aunque los problemas siguieron. Yehonatán fue engañado y asesinado por los griegos y su hermano, Shimón en el año 142, se convirtió en el líder de Israel. Fue Shimón quien finalmente  y después de muchos años, pudo no sólo eliminar al ejercito griego sino también erradicar la cultura Helénica y establecer un estado judío independiente, donde la Torá fue nuevamente la única ley del pueblo de Israel.

Las victorias de los Yehudim sobre el ejército griego no fueron consideradas sólo un triunfo militar épico, sino por sobre todo una serie de milagros que ocurrieron batalla por batalla.

Durante más de dos siglos, desde el año 165 aec hasta el año 68 de la era común, los judíos solíamos celebrar y agradecer a HaShem con una festividad especial cada una de las batallas libradas contra el poderoso ejército griego (23 de Shebat, 13 de adar, etc.). Un antiguo libro de crónicas compuesto al principio de la era común por Jananiá ben Hizqiá, llamado Meguilat Ta’anit, registra todos estos días de fiesta, un total de treinta y cinco, en los cuales se celebraban las victorias de los Jashmonayim.

Sin embargo, tras la destrucción del segundo Bet haMiqdash en el año 68 de la era común, nuestros Jajamim entendieron que ya no podíamos celebrar más esas fiestas “nacionales”, porque nuestro Bet haMiqdash, que también representaba nuestra independencia política,  estaba destruido, y el pueblo de Israel derrotado y en el exilio. Los Jajamim suspendieron las celebraciones de todas las victorias registradas en Meguilat Ta’anit  (בטלה מגילת תענית) con excepción de una: “Janucá”, a causa del milagro del aceite. Esta es la razón por la cual celebramos Janucá encendiendo las velas. Y es por este motivo que la festividad no se concentra en las victorias militares de los Jashmonayim, sino en el milagro del aceite. Aunque aun así, en las Tefilot de Janucá (‘al hanisim) mencionamos, sin muchos detalles, las victorias de los hijos de Matitiyahu Cohen Gadol y recitamos el Halel, agradeciendo a HaShem por los múltiples milagros que Él hizo con nuestros antepasados, salvándolos de sus poderosos enemigos.

Fuente:halajá del día