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Marcus Klingberg, que sirvió como agente secreto soviético durante 30 años, falleció a principios de esta semana a la edad de 97 años confíando, todavía, en las promesas de la URSS. 

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Mi abuelo me enseñó una lección de lealtad”, cuenta el nieto de Klingberg, Ian Brossat, a 2mag.com.. Quién mejor para enseñar sobre lealtad que un espía. Su abuelo espió para la 97 URSS durante más de 30 años pasando secretos y materiales clasificados a las que tuvo acceso como director científico adjunto del Instituto Israelí de alto secreto de Investigaciónes Biológicas (IIBR). El considerado espía más dañino de la historia de Israel falleció a principios de esta semana a la edad de 97 años.

Marcus Klingberg era comunista, de esos que confiaban con los ojos cerrados en las promesas de la URSS. Sirvió, espió, confió, juró lealtad a la URSS durante más de 30 años. Klingberg utilizó su puesto de director científico adjunto del Instituto Israelí de alto secreto de Investigaciones Biológicas (IIBR) en la ciudad de Ness Ziona para pasar información sobre Israel a su país. Sin embargo, él no creía que con su trabajo estuviera perjudicando a Israel, sino que lo que quería era “fortalecer el socialismo en la lucha entre los bloques occidental y oriental”, afirma su abogado, Michael Sfard.

El espía contaba en su autobiografía que uno de los motivos que le llevaron a pasar información a su país fue el bien de la paz. Un bien que para conseguirlo, según Klingberg, había que compartir la información de el IIBR, no era justo que esa información de tal nivel quedara solo en manos de una superpotencia durante la Guerra Fría. Klingberg era uno de esos espías que aún creía en la paz, que confiaba en poder conseguir el equilibrio entre la zona oeste y  este como método para proteger  a la humanidad.

Un superviviente del Holocausto

Nacido en Polonia, Klingberg pasó toda su vida involucrado en el bloque del Este, al que no dudó en servir fielmente durante 30 años. Fuedetenido, interrogado, juzgado, condenado por espionaje y encarcelado en secreto. Pasó 16 años en prisión y varios años más bajo arresto domiciliario. Sin embargo, lo único que a él le apenaba era saber que su trabajo sirvió de poco. Saber que Israel había tomado una dirección que para él no era la acertada.

“Yo sé que en Israel se le considera un traidor, pero toda su vida se dedicó a la Unión Soviética. Los soviéticos le dio la oportunidad no sólo para sobrevivir (Klingberg es un sobreviviente del Holocausto), sino también para luchar contra los nazis que masacraron a su familia y la gente. Siempre recordaba que “, cuenta su nieto. Ian Brossat es ahora teniente alcalde de París.

En su libro, Klingberg describe el momento en el que fue reclutado por un miembro de la inteligencia soviética que no dudó en regalarle caviar para poder convencerlo.

Dos espías, dos destinos muy diferentes

La muerte de Klingberg es una buena oportunidad para comparar el destino de un espía biológica con la de un espía atómico. No hay mucho en común entre Mordechai Vanunu, que trabajó como técnico nuclear en el Centro de Investigación de Negev nuclear. Vanunu reveló detalles del programa de armas nucleares del país a la prensa británica. No obstante, al igual que Klingberg él también era comunista, y también creía en que su trabajo ayudaría a conseguir la paz mundial.

 Pero eso sí, Vanunu no corrió la misma suerte que su compañero en su condena. Pese a que los dos fueron condenados a cadena perpetua. Klingberg pudo salir de la cárcel y disfrutar de su familia en París pero Vanunu continúa siendo perseguido y con serias restricciones de movimiento. Según ha declarado el propio Vanunu “la avanzada edad de Klingberg” ha podido ser la razón por la que él gozó de mayores privilegios.
Fuente:lainformacion.com