El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sostiene una conferencia de prensa al cierre de su visita a París, Francia. 1 de diciembre, 2015. El presidente Barack Obama dará un discurso el domingo en el que prometerá el uso de "cada aspecto del poder" de Estados Unidos para destruir a Estado Islámico, en un esfuerzo por asegurar que el Gobierno hace todo lo que está a su alcance para manejar la amenaza del terrorismo. REUTERS/Benoit Tessier

BRET STEPHENS

¿Cómo nos convertimos en un país más temeroso de causar ofensa que de jugar a la defensa?

Nadie que haya observado el discurso de Barack Obama el domingo por la noche, esbozando su estrategia para derrotar al Estado Islámico podría haber quedado decepcionado por la actuación. La decepción presupone esperanza de algo mejor. Ese barco navegó y se hundió hace mucho tiempo.

Para ahora estamos familiarizados con la mentalidad de Obama. Él no plantea un caso, predica una moral. Él confunde repetición con persuasión. Él no lucha con la dirección, detalles o compensaciones de la política porque los ha determinado a todos. Sus políticas nunca fallan; es nuestra paciencia la que está fallando. Él no pregunta lo que puede hacer por su país, sino lo que su país puede hacer por él.

¿Y qué es eso? Es que nosotros veamos lo que ha sido obvio para él desde hace mucho tiempo, como un maestro exasperado explicando conceptos simples a un salón de clases de idiotas.

¿Alguien? ¿Alguien?

Ese es el motivo por el cual casi todo lo que dijo el Presidente anoche lo ha dicho antes, y en las mismas frases trasnochadas. Su estrategia de cuatro puntos para derrotar al ISIS está sin cambios. Su hábito de decirnos a nosotros -y a nuestros enemigos- lo que va a hacer se remonta a los primeros días de su presidencia. Su creencia de que el terrorismo es otra cuestión de control de armas se basa en las fuentes profundas de la verdadera creencia liberal. Su exigencia de una autorización simbólica del Congreso para el uso de la fuerza militar tiene al menos un año de antigüedad, aunque tan recientemente como en el año 2013 él estuvo demandando que el Congreso mate en conjunto la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar. Por entonces estaba ocupado alardeando de que al Qaeda estaba en un camino a la derrota.

Las partes más irritantes del discurso de Obama llegaron cuando tocó lo del Islam y los musulmanes. “No podemos”, entonó, “volvernos unos contra otros permitiendo que esta lucha sea definida como una guerra entre Estados Unidos y el Islam.” El terrorismo, como él lo ve, va a ser menos temido por el daño que causa que por la exageración que corre el riesgo de provocar.

Este es el Presidente como maestro del auto-reproche preventivo -la sugerencia de que los estadounidenses siempre estamos al borde de regresar a la maldad de donde vinimos. ¿Pero desde cuando nos hemos vuelto unos contra otros, o definido la guerra contra el terror como una guerra contra el Islam?

Syed Rizwan Farook, un musulmán muy barbado y abiertamente devoto, era un empleado del condado en buenos términos con sus colegas que no levantaron una ceja hasta que él y su novia extranjera abrieron fuego en San Bernardino. Las primeras 48 horas de la investigación equivalieron a una fuga nacional de lo obvio, un ejercicio heroico de sensibilidad cultural y restricción intelectual, mientras fue debatido todo motivo excepto la yihad como una explicación potencial para el asesinato en masa. De no ser porque la esposa de Farook juró lealtad al ISIS momentos antes del ataque, podríamos estar todavía debatiendo si realmente había ocurrido un acto de terrorismo islámico.

El domingo, el diario italiano La Stampa publicó una entrevista con el padre de Farook, también llamado Syed. “Mi hijo dijo que él compartía la ideología de Al Baghdadi [Abu Bakr, líder del ISIS] y apoyaba la creación del Estado Islámico”, dijo el Farook anciano al corresponsal Paolo Mastrolilli. “Él también estaba obsesionado con Israel.”

El padre continuó explicando que había tratado de razonar con su hijo diciendo que Israel ya no existiría más en un par de años y que los judíos pronto estarían retornando a Ucrania, así que no había necesidad de levantar las armas para la yihad. “Pero él no me prestó atención, estaba obsesionado.”

Ahora la familia Farook profesa conmoción absoluta por lo que ha sucedido. ¿Cómo pueden estar conmocionados? ¿Cómo nos hemos convertido en una sociedad en la que un hijo dice a su padre que apoya al ISIS y no logra registrar en esta familia musulmana aparentemente integrada, que está viviendo el sueño americano, que tal vez sería apropiado un llamado al FBI?

Así es como nos hemos convertido en esa sociedad: Fingiendo que la rama extremista del Islam a la cual pertenecía claramente Farook es una religión protegida en vez de una ideología peligrosa. Suponiendo que es en cierta forma inmoral albergar reservas más graves acerca de 10,000 refugiados de Siria o Irak que de, digamos, Nueva Zelandia. Siendo tan temerosos de ofender moralmente que descuidamos desempeñar la forma de defensa más elemental.

Si ves algo, di algo, dice el eslogan ubicuo. Pero que el cielo te ayude si lo que ves y dices resulta ser errado -un reloj alarma, por ejemplo, en contraposición a una bomba.

Esta es la visión de la sociedad del Presidente Obama, y es el motivo por el cual dio esta homilía estéril y regañadora que no ofreció ninguna defensa seria contra la próxima masacre yihadista. Nos hemos vuelto un país que no despierta a la seriedad excepto cuando son asesinadas un gran número de personas. Catorce muertes aparentemente no van a mover la aguja política en lo que respecta a este presidente. ¿Lo harán 1400?

Fuente: The Wall Street Journal-

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México