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Una exposición en Berlín se adentra en el periodo entre 1933 y 1945 con obras creadas, vendidas o expoliadas durante el régimen nacionalsocialista.

HELENA CELDRÁN

La antigua Hamburger Bahnhof —Estación de Hamburgo—, de mediados del siglo XIX, es una de las más antiguas de las que siguen en pie en Alemania. Su papel original duró poco: punto de unión de las líneas de ferrocarril entre la capital alemana y Hamburgo, la cercana Estación de Lehrter —en el emplazamiento actual de la Hauptbahnhof, Estación Central— comenzó a quitarle tráfico hasta apagarla.

Reutilizada como museo desde diciembre de 1906 y pinacoteca de arte desde los años ochenta, ahora le aguarda una nueva misión, servir como hogar temporal a la vasta colección permanente de la Neue Nationalgalerie, la gran galería de arte moderno de Berlín, cerrada para su ampliación desde comienzos del 2015. Cada seis meses, el centro exhibirá una selección de los fondos hasta que finalicen las obras.

La primera de estas exposiciones, recién inaugurada, engloba el arte creado o confiscado y vendido en los años del nazismo. En la larga lista de autores incluidos en Die schwarzen Jahre. Geschichten einer Sammlung. 1933 – 1945 (Los años negros. Historia de una colección, 1933-1945) destacan Otto Dix, Lyonel Feininger, Picasso, Franz Marc, Giorgio de Chirico, Edvard Munch, Paul Klee, Ernst Ludwig Kichner…

La historia tras cada cuadro

Hasta el 31 de julio de 2016 en la capital de Alemania, cada pieza tiene una historia individual relacionada con el arte, la política y los museos en el Tercer Reich. Algunos de los trabajos disfrutaron de la aprobación nazi y se mostraron como ejemplo a seguir, mientras otras —de artistas perseguidos, exiliados, silenciados en un exilio interior o incluidos en una lista negra que les impedía exhibir y vender su arte— fueron denostadas y catalogadas como “arte degenerado”.

Obedeciendo a la idea de ofrecer pequeñas narrativas de una época en que el arte fue ahogado, el espectador puede disfrutar de las obras acompañadas de su contexto. Retrato de la hija Angelina (1935) es la carta de presentación de Alexander Kanoldt, que se autodenominó públicamente como “un fanático nacionalsocialista” y a pesar de tratar temas apolíticos, el régimen consideraba que su estilo podía calificarse de “degenerado”.

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Una historia trágica es la que esconde el cuadro Mademoiselle Yvonne (1939), de Max Lingner. Alemán residente en París, el autor representa a una comunista francesa que fue mensajera clandestina para la resistencia. De andares decididos y elegantes, fue arrestada, torturada y deportada a Auschwitz, donde fue asesinada en 1943.

Arte “degenerado” a la venta

La muestra incide en que los trabajos prohibidos casi nunca se destruyeron, el nazismo comerció con ellos en secreto, una manera más de recaudar fondos para los fines expansionistas de Adolf Hitler. Udo Kittelmann, especialista en arte y director del museo contemporáneo de la Hamburger Bahnhof, habla de un interés renovado por el arte robado por los nazis y su relación directa con la persecución a partir del “descubrimiento de un gran número de trabajos en poder de Cornelius Gurlitt”.

Kittelmann recuerda que el padre de Gurlitt era uno de los cuatro marchantes de arte contratados por el Reich para vender arte expoliado. En 2012, las autoridades bávaras descubrían el alijo de cerca de 1.400 cuadros que almacenaba el ya anciano hijo en un piso de Múnich.

Fuente:20minutos.es