Kurt Hollander

El fotógrafo y escritor neoyorquino afincado desde hace 25 años en México, construye un manual y guía para denunciar los sistemas corruptos generados por la vida antinatural en las grandes urbes.

MÓNICA MARISTAIN

“En una megalópolis como la ciudad de México, los seres humanos ya no mueren por causas naturales”, afirma el estadounidense Kurt Hollander, afincado desde hace años en la capital mexicana y quien, como buen judío neoyorquino, ejerce una aprensiva manera de enfrentar la existencia, siempre temeroso, siempre atento a los peligros.

Las urbes como verdaderos monstruos repletos de parásitos, ácaros e infecciones, suelen atentar contra la vida de los habitantes y para ello está el detective Hollander, un hombre capaz de detectar con fina ironía y profundo sentido de la investigación el peligro de vivir en un territorio extravagante y antinatural como es la ciudad “que más amo y a la que más amo odiar”, afirma.

Editado por Trilce, Formas de morir en México, el libro de Kurt Hollander, describe varias situaciones extremas en las que la muerte asalta de manera sigilosa la vida de los capitalinos y, paralelamente, narra la intensa enfermedad que padeció el autor luego de un desafortunado viaje a Perú.

Se trata de una especie de manual decimonónico, ilustrado con fotografías y gráficos y desarrollado a partir de cuatro ejes (aire, agua, alimento y alcohol) seleccionados por su directa relación con las principales enfermedades de los capitalinos (cardiovasculares, gástricas y hepáticas).

Junto a estos tópicos, se enmarca el proceso histórico y social de la muerte en México, las prácticas médicas en la actualidad, los cultos religiosos en torno a la muerte y los tediosos trámites que se deben superar tras un fallecimiento.

EL AIRE CONTAMINADO

Kurt es uno de los tantos consumidores involuntarios de tabaco en una ciudad de fumadores. En el capítulo “Aire”, explora los riesgos que supone ser un deportista ocasional en una ciudad mermada por el esmog y los kilos de concreto y denuncia las sumas millonarias que las empresas tabacaleras pagaron para introducirse al mercado nacional.

El capítulo “Agua” es una revisión histórica de la ciudad como un territorio de tradición lacustre; mira al pasado para documentar la transformación que sufrió la fluvial Tenochtitlan en manos de Cortés y el vertiginoso desarrollo tecnológico de la infraestructura que provee a la capital de su actual sistema de aguas.

Entre otras cosas, el agua representa para Hollander un vehículo mortal de bacterias que amenaza la vida de los mexicanos, aunque los microorganismos no son el único peligro que el agua trae consigo: fiel a su origen, la ciudad de México conserva en el subsuelo las prehispánicas aguas que lo circundaron. No sería extraño que muy pronto el imperceptible hundimiento que la ciudad sufre año tras año se convierta en una forma más de morir en México.

En nuestro país, la gastronomía es una forma de la pasión. Pocos países presumen una cocina proporcionalmente regional y cosmopolita. Para escribir el capítulo “Alimento”, Kurt asumió el desafío de nacionalizar su paladar. En su proceso de iniciación recorrió puestos callejeros, mercados y restaurantes locales que sobreviven a pesar de la instantánea proliferación de las cadenas de comida rápida. Para el neoyorquino, comer en México se ha vuelto cada vez más agradable, pero sus años de residencia en la ciudad le han enseñado que la muerte también entra por la boca y el mayor desafío para un extranjero consiste en detenerse.

Kurt Hollander (Nueva York, 1959) es escritor y fotógrafo. Ha vivido en la ciudad de México durante más de 25 años. Sus textos han sido publicados en The Guardian, Guernica, Salon,New York Times, Los Angeles Times, Aeon, The Ecologist, Art in America, entre otras publicaciones.

En México, ha tenido exposiciones individuales y colectivas en el Palacio de Bellas Artes, La Panadería, El Museo de la Ciudad de Querétaro, Galería Yam, Hotel Oslo y El Salón des Aztecas; en Nueva York, en la Rotunda Gallery y Casa Mezcal.

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¿UNA TEORÍA DEL MIEDO?

–Pensaba si tu libro no es en cierto modo una manera de esbozar una teoría del miedo

–Bueno, hay varios elementos de paranoia y eso lo viví durante mucho tiempo en México; era como una especie de llaga abierta que me daba mucho miedo en el contexto de una ciudad llena de parásitos y de peligros.

–Las situaciones que narras en el libro tienen el carácter falta de lo intransformable.

–Yo soy pesimista, no sé si por mi edad o por ser de Nueva York; sobre todo en lo que concierne en la vida en las ciudades. Ahora hay como una especie de limpieza de imagen e incluso dicen que están limpiando el aire, pero hay tantas personas, tantos coches, tanta industria, que no sé cómo van a lograr esa limpieza.

–¿Qué hemos hecho con las ciudades? Son verdaderos laboratorios de enfermedades, formas además de maltratarnos

Sí. Y esa es la primera parte del libro, donde trato de demostrar cómo la hemos cagado. En la segunda parte se relata la manera de cómo las personas se defienden de la agresión económica, biológica y cultural. Mi definición de la cultura es la acumulación de técnicas de supervivencia: de cómo la gente misma, a través de la música, la comida, la bebida, la medicina natural, constituyen estrategias para sobrevivir formando un concepto de cultura que la abarca. Así, los pobres y los más jodidos son los que producen más cultura. Los más limpios, los más libres de violencia, los más aprensivos, no producen nada, sólo son consumidores.

–Y en ese consumo, los “no lugares” como los Starbucks o los Oxxo resultan territorios de uniformidad, donde no suele respirar porque los reconoce como una especie de albergues…

–Exactamente. Por eso yo le tengo tanto miedo a la ciudad de México, pero eso mismo que es tan peligroso y duro ha generado una cultura formidable de la que me enamoré cuando llegué aquí hace 25 años. Se trata de una cultura milenaria, con una riqueza que data de hace mucho tiempo. Salí corriendo de Nueva York, que se había vuelto una ciudad nada interesante, ya no producía nada. Cuando yo era joven, Nueva York era una gran productora cultural.

–Hay una gran brecha de todos modos entre la farmacéutica y la herbolaria, uno podría pensar que sería bueno que esa brecha se achicara un poco

–Hablo en mi libro de la farmacéutica internacional, un sistema parasitario que mueve millones de dólares, un libre comercio global cabrón. También lo que digo es que en la ciudad de México hay remedios para todos los niveles socioeconómicos y hay farsantes en todo. Fui a los mercados de Sonora e Iztapalapa en busca de chamanes que curaran mis males, obviamente no lo hicieron, pero ahí entendí cómo funciona eso. Lo que hacen es bajarte el estrés, son placebos bien diseñados que te generan la confianza interna para salir adelante. La medicina es muy difícil y me resultó complicado encontrar a un doctor que hiciera algo por mí, hasta que hallé a un profesional de la homeopatía y eso cambió todo. La diferencia entre la homeopatía y la alopatía es que la primera te ayuda a generar y aumentar tus propias defensas. Hago en ese sentido una comparación con la economía. Si tienes una cultura y una economía muy fuertes, resistes la invasión de otras culturas y de otras economías. En el cuerpo es igual, si aumentas tus defensas, tendrás más resistencia a la hora de ser invadido por alguna enfermedad.

–Las ratas son un enorme problema en las ciudades y en México abundan.

–Sí, porque las ratas al igual que las cucarachas, sobreviven a todo. Saben cómo vivir en los sitios más tóxicos y seguir vivos. También son los portadores más importantes de bacterias y parásitos. La rata en la historia de México es muy importante. Lo que mató a la mayoría de la gente no fueron las espadas, ni los caballos, ni los perros, sino las ratas que bajaron de los barcos españoles. No se puede exterminar las ratas, van a sobrevivir a todo. No sé qué tan importante sea esto, las causas mayores de la muerte en México no tienen que ver con las ratas sino con los hombres. Los antibióticos le han quitado importancia a las ratas, lo que ahora mata en México es la comida procesada, el azúcar.

–La comida mexicana tradicional tiene mucha armonía, contrariamente a la comida procesada que rompe esa armonía

–Armonía es buena palabra para definir la comida tradicional mexicana, que quebrantó la entrada de los españoles. Las bacterias han jugado un papel importante en la evolución de todas las especies y hoy hay plantas y estamos nosotros, los humanos, que tienen más bacterias en su ADN que su propio ADN. Cuando comes una planta local, consumes bacterias. La flora intestinal es nuestro sistema de defensas y estará condicionado por la cantidad de bacterias que haya allí. Los aztecas para ello tenían cosas muy buenas como el amaranto, el nopal, el pulque…todo eso se rompe con una dieta foránea que no tiene nada que ver con la alimentación natural. Durante mucho tiempo, el sistema digestivo de los indígenas funcionaba bien con una alimentación a la que estaban acostumbrados, luego comienzan a morirse todos por el alto nivel de alcohol y de grasa. Obviamente, la dieta moderna tiene mil veces más grasa, mil veces más azúcar. Hoy la gente se muere de diabetes, de tumores, todas enfermedades relacionadas con esos cambios en la dieta. La comida industrial mata las bacterias, los probióticos.

–El tema de tu libro es original, al igual que el tratamiento…

–Encontrar un tema es algo muy rico a la hora de hacer un libro. Me pasó que me creía el súper chido cuando lo empecé a hacer y la investigación me demostró que en realidad no sabía nada de la ciudad de México.

 

Fuente:sinembargo.mx