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RUDOLPH W. GIULIANI

El motivo por el cual ignorar las creencias religiosas detrás de la amenaza es tonto y peligroso.

En 1983, cuando yo era el fiscal federal en New York, utilizaba la palabra “Mafia” al describir a algunas personas que arrestábamos o enjuiciábamos. La Liga de Derechos Civiles Estadounidense Italiana -que fue fundada por Joe Colombo, uno de los jefes de las cinco familias famosas de New York- y algunos otros grupos similares se quejaron de que yo estaba difamando a todos los italianos al utilizar ese término. De hecho, yo había violado una norma del Departamento de Justicia que prohíbe a todos los fiscales federales emplear el término Mafia. La norma poco conocida había sido insertada por el Fiscal General John Mitchell a principios de la década de 1970 por petición de Mario Biaggi, un congresista de New York.

Yo tenía una opinión diferente de utilizar el término “Mafia”. Reflejaba la verdad. La Mafia existía, y negar lo que la gente oprimida por esos criminales sabía que era cierto sólo daba más poder a la Mafia. Esta vacilación en identificar adecuadamente y honestamente al enemigo -“Mafia” era como los miembros se describían a sí mismos y mantenían su identidad italiana o ítalo-estadounidense -creaba la impresión de que el gobierno era incapaz de combatirlos debido a que era incapaz siquiera de describir correctamente al enemigo.

En forma similar, ustedes pueden escuchar acerca del ISIS o ISIL, o Daesh, pero no se equivoquen: Los terroristas se refieren a sí mismos como miembros del Estado Islámico. Así como hubiese sido tonto no lograr utilizar la palabra Mafia o admitir su identidad italiana, es tonto negarse a llamar a estos terroristas por el nombre que se dan a sí mismos o negarse a reconocer su justificación religiosa primordial.

Sí, es esencial hacer hincapié para el público en la distinción entre el Islam y los terroristas islámicos. Esa educación ha estado en progreso en los Estados Unidos al menos desde el 11/S. Recuerdo que durante mi última conferencia de prensa en ese día horroroso, insté a los neoyorquinos a no utilizar los ataques bárbaros para asignar culpa colectiva -porque hacerlo así reflejaría el tipo de pensamiento que inspiró a los terroristas. El Presidente George W. Bush y el Gobernador de New York, George Pataki, hicieron llamamientos similares, y el pueblo estadounidense tomó abrumadoramente en serio esa idea, y aún lo hace. Ellos supieron que los ataques fueron las acciones de personas con una interpretación distorsionada y malvada de la religión islámica.

Sin embargo es también esencial reconocer que hay partes de los textos islámicos que son utilizadas por estos terroristas para justificar el asesinato en masa en el nombre y para la propagación de su fe. Lamentablemente, esta confusión entre la religión y los que pervierten su significado es exacerbada por el gobierno de Obama y otros en posiciones prominentes de liderazgo que se involucran en eufemismos o desorientación con respecto al terrorismo islámico. Ellos hacen parecer que no ven ninguna conexión entre los actos de terror y la interpretación de las enseñanzas islámicas y la ley sharia por parte de los terroristas.

Por ejemplo: Fue y es ridículo que la administración describa el ataque de Nidal Hasan en la base del ejército Fort Hood en Texas en el 2009 como “violencia en el lugar de trabajo”, especialmente, ya que mientras él estaba cometiendo los asesinatos estuvo gritando “Alau Akbar”-Ala es grande. La administración fue similarmente reticente a describir como terrorismo, mucho menos como terrorismo islámico, los ataques en San Bernardino la semana pasada, aún cuando se acumulaba la evidencia dejando en claro la naturaleza del ataque.

La falla en hablar francamente acerca del terrorismo islámico abre la puerta a las vastas generalizaciones que pueden dirigir el debate en una dirección totalmente contraproducente. La idea de excluir a todos los musulmanes es impracticable y legalmente dudosa. Pronto desaparecerá. Pero está claro que el rechazo de la administración Obama a hacer frente a la naturaleza del terrorismo islámico no va a cambiar nunca. Eso es más que tonto. Es también peligroso.

Investigar a grandes organizaciones criminales multifacéticas como la Mafia o hacer la guerra contra organizaciones terroristas igualmente complejas requiere identificar en forma apropiada la razón fundamental organizacional. Hacer que sea políticamente incorrecto utilizar la designación apropiada, hace también mucho más difícil ver las conexiones que facilitan que estos grupos prosperen.

El rechazo a reconocer el vínculo islámico con el terror puede también contribuir a cometer errores. Nidal Hasan siguió siendo promovido por superiores que pasaron por alto la evidencia de que él estaba convirtiéndose en un radical islámico -ellos temían ser acusados de discriminación si hacían lo contrario. La semana pasada surgieron informes noticiosos de San Bernardino de que un vecino de la pareja terrorista había observado, en los días previos al ataque, comportamiento sospechoso pero no lo informó por temor a ser acusado de intolerancia.

Estamos pagando un duro precio en seguridad y protección por rezar en el altar de la corrección política. Las grandes burocracias son influenciadas fuertemente a menudo por las señales dadas por sus líderes; la negativa actual a identificar adecuadamente al enemigo evita la capacidad de la ejecución de la ley para categorizar e investigar en forma apropiada el comportamiento sospechoso. Cuanto antes discutamos en forma honesta el terrorismo islámico, más rápido detectaremos a estos terroristas.

Aquí está la realidad. Hay grupos radicalizados de musulmanes que escogen y eligen partes del Corán y los textos religiosos Hadith, interpretándolos como instrucciones para perseguir la yihad e imponer su religión en el mundo entero.

Ellos creen que los infieles tienen tres alternativas: la conversión al Islam, la sumisión (el pago de tributo), o la muerte. La matanza de los infieles es para estos extremistas una obligación religiosa que les devengará la entrada a una vida sensual y gratificante en el paraíso.

Para lidiar con esto, debemos fortalecer nuestras capacidades de vigilancia restableciendo las partes del Acta Patriótica que el Congreso quitó en junio.

Debemos establecer una zona de exclusión aérea en Siria para que los refugiados permanezcan allí y no sean traídos a los Estados Unidos. Nuestra ineficaz investigación de los antecedentes de Tashfeen Malik, una de los asesinos en San Bernardino, cuando ella llegó a los Estados Unidos es un ejemplo de por qué el proceso debe ser reacondicionado y hecho mucho más expansivo.  Por último, debemos reconocer y aceptar que hay una guerra terrorista islámica contra nosotros, y nosotros debemos responder en forma apropiada.

La desbordante mayoría de los musulmanes no tiene estas creencias. Como los miembros de otras religiones con raíces antiguas, estos musulmanes ignoran las porciones bárbaras de sus libros e historia. El Judaísmo hace mucho tiempo que quitó de la lectura del Viejo Testamento la lapidación de las mujeres por adulterio. Los cristianos abandonaron hace mucho tiempo las Cruzadas, inquisiciones y pogroms. Debemos alentar a los líderes musulmanes a mostrar al mundo que los terroristas islámicos representan una interpretación anticuada e inhumana del Islam. Estos líderes tienen que hablar en voz alta y drásticamente por los cientos de millones de musulmanes que rinden culto a un Dios pacífico, misericordioso y amoroso. Todos los estadounidenses, especialmente aquellos en los medios de comunicación, pueden hacer su parte alentando a esos líderes musulmanes a que se presenten con un mensaje positivo acerca del Islam moderno.

* Giuliani es el ex alcalde de New York.

 

 Fuente: The Wall Street Journal

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México