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STEPHEN M. FLATOW

Las horribles revelaciones acerca de los terroristas de las Olimpíadas de Múnich de 1972 castrando a una de sus víctimas israelíes no es apenas otra historia de horror. Hay importantes implicaciones políticas y estratégicas.

La historia de cómo una banda de terroristas palestinos secuestró y asesinó a 11 miembros del equipo olímpico israelí, uno de ellos ciudadano estadounidense, es muy conocida. El New York Times ha revelado ahora detalles adicionales acerca de cómo los terroristas abusaron en forma salvaje de sus víctimas, castrando incluso a una de ellas.

Los atacantes de Múnich afirmaron ser miembros de “Septiembre Negro,” como si eso fuera algún grupo “extremista” separado, en contraste con la supuestamente más “moderada” Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Pero esa fue una ficción creada para propósitos de propaganda. Fatah, la facción más grande de la OLP, fue responsable por la masacre. Uno de los planificadores de Múnich, Mohammed Oudeh — más conocido como Abu Daoud — fue citado en el diario jordano Al-Dustur en 1972 diciendo, “No hay tal organización como Septiembre Negro. Fatah anuncia sus propias operaciones bajo este nombre, así Fatah no aparecerá como el ejecutor directo de la operación.”

En esos días, Fatah era dirigido por Yasser Arafat y Mahmoud Abbas era el hombre número dos. Hoy Abbas es director de Fatah, de la OLP, y de la Autoridad Palestina. Abu Daoud escribió en su autobiografía de 1999, “Desde Jerusalem a Múnich,” que Abbas arregló personalmente la financiación para el ataque de Múnich.

Sé que Martin Indyk, Dennis Ross y el resto del gentío del proceso de paz todavía insiste en que Abbas es más “moderado” que otros líderes palestinos. Pero Abbas y su movimiento Fatah siempre han tratado a los asesinos de Múnich como héroes, y todavía lo hacen.

Amin el-Hindi, uno de los planificadores de la masacre de Múnich, fue contratado por Abbas para desempeñarse como director de la Inteligencia General Palestina. En el aniversario del fallecimiento del planificador de Múnich, Ali Hassan Salameh, la página de Fatah lo llamó un “mártir” (shahid) y declaró que “su recuerdo permanecerá por siempre en nuestros corazones.” En Gaza — a la que EE.UU dio u$s47 millones en ayuda “humanitaria” el año pasado — hay una escuela primaria, una escuela secundaria para niñas, y un estadio deportivo nombrados como Salameh. En el pueblo de la AP de El-Bireh (adyacente a la ciudad capital de Ramallah), hay un complejo deportivo llamado “El Auditorio Mártir Atef Bselso”; Bselso fue uno de los planificadores del ataque de Múnich.

El anteriormente mencionado, Abu Daoud, probablemente fue el más famoso de los planificadores de Múnich.  Fue capturado en Francia en 1977, pero cuando la OLP se quejó del arresto, las autoridades francesas lo liberaron rápidamente. A raíz del último terrorismo árabe en París, ¿reconocerán los franceses finalmente que apaciguar a los terroristas no rinde frutos? El tiempo lo dirá.

Una edición en idioma inglés de la autobiografía de Daoud fue publicada en 1999 por el editor de Arcade de la Ciudad de New York. Presuntamente Arcade envió cheques de regalías a Daoud — significando de que él se benefició en forma directa del asesinato de un ciudadano estadounidense y los otros atletas. Arcade debe avergonzarse. Uno puede sólo esperar que a raíz de las últimas revelaciones sobre Múnich, ciudadanos indignados instarán a Arcade (212-643-6816) a donar una suma igual a las familias de las víctimas.

Cuando Daoud falleció en el 2010, Abbas envió a su familia un telegrama de condolencias, que decía, “El fallecido fue uno de los líderes prominentes del movimiento Fatah y vivió una vida llena de lucha, esfuerzo devoto, y el sacrificio enorme del fallecido por el bien del problema legítimo de su pueblo, en muchas esferas. Él estuvo en el primer plano en todo campo de batalla, con el objetivo de defender la revolución [palestina]. Que hermano maravilloso, compañero, combatiente duro y obstinado, implacable.”

Uno se pregunta cuanta pensión proporcionan Abbas y la AP o Fatah a la familia de Daoud. ¿No debe deducirse una suma igual de los u$s500 millones que el gobierno de Obama envía a Abbas cada año?

Les dejaré a los psicólogos analizar qué factores culturales o personales inspirarían a un terrorista árabe a cometer ese tipo específico de atrocidad. Pero nadie puede negar que hay un patrón grotesco y conocido. Relatos de testigos oculares documentan la mutilación sexual de las víctimas judías por parte de los terroristas árabes en el pogrom de Hebrón de 1929. La castración y otras cosas peores de los defensores judíos de Kfar Etzion en la guerra de 1948 han sido bien documentadas. Amnon Rubinstein, ministro de educación en el gobierno de Yitzhak Rabin, ha escrito sobre la mutilación sexual de muchos de sus camaradas capturados en la guerra de 1967. La lista espantosa sigue y sigue.

El punto es que lo que hicieron los asesinos de Múnich no fue alguna aberración, sino que fue parte de una tradición bárbara entre los terroristas árabes, que Abbas y su movimiento Fatah eligieron perpetuar. A ellos es a los que el gobierno de Obama quiere dar un estado independiente y soberano apenas a millas de las ciudades y aeropuertos de Israel.

Y esa es la lección final de las revelaciones de Múnich: Si alguien quiere argumentar que los mutiladores palestinos de israelíes merecen un estado, entonces vayan adelante y planteen ese argumento — pero dejen de decirnos que ellos son moderados y buscadores de la paz. No puede haber más ilusiones acerca de su verdadera naturaleza. Sus propias acciones hablan por sí mismas.

Stephen M. Flatow, abogado en New Jersey, es el padre de Alisa Flatow, quien fue asesinada en un ataque terrorista palestino patrocinado por Irán en 1995.

 

Fuente: Algemeiner

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México