ISRAEL – Casi increíblemente, la Dra. Dalia Fadila se convirtió en la primer decana de una universidad islámica en Israel. Una misión revolucionaria para avanzar en la sociedad árabe, que ahora ha abierto su propio conjunto de escuelas

Fadila decana
Educadora Dr. Dalia Fadila, fotografiada en Tira (Cortesía)

Por Dov Lieber

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La niña se llama Amal y tiene habitación propia. Puede ser que no suene revolucionario pero tal como dice la educadora árabe-israelí que creó a Amal: “Cualquiera cosa que se dé por sentado en cualquier otro contexto, aquí es una revolución”.

La habitación de Amal aparece en la primera página de un libro, “¿Dónde está mi familia?” destinado a la enseñanza de inglés a árabes de cinco años. Pero para la Dr. Dalia Fadila, titular de un doctorado en literatura, cada imagen es un símbolo. “Muestra individualismo. La mujer en la comunidad árabe (en general) no está considerada individuo con derecho a habitación propia”.

La historia de Amal y su progresista familia – su padre hace los sándwiches para llevar a la escuela y la madre en traje de negocios sale a trabajar – es parte del plan de estudios que se enseña en la última historia de éxito de Fadila, las Escuelas Q. La idea es que mientras aprenden inglés, los alumnos también adquieren valores progresistas y se convierten en ciudadanos del mundo. Junto a un ilustrador, Fadila concibió y escribió toda una serie de libros Q School, y más de 2.000 estudiantes, de edades 2-18, han estudiado su programa en cinco localidades de Israel y Jordania en los últimos ocho años.

La primera escuela Q en Tira comenzó en 2008 con 30 estudiantes. Este año, las escuelas también operan en ciudades árabes israelíes del norte: Nazaret, Jaljulia y Tayibe, en Jerusalem Este, en la ciudad cisjordana de Ramala y, desde 2012, en Ammán, Jordania. En 2014, Fadila también fundó un nuevo preescolar bilingüe para edades 2-4 en Tira.

En Israel, las escuelas han crecido casi sin publicidad. Fundadora y directora general de Q School, Fadila dice que la calidad del inglés de sus egresados, y su posterior éxito, han atraído a los padres. En cuanto al crecimiento en Jordania, fue resultado de un Ted Talk que dio hace cinco años en Israel, que atrajo la atención de los educadores jordanos.

Pasé una noche con Fadila, de 43 años, en la Escuela Q en su ciudad natal de Tira, ubicada a una hora al norte de Tel Aviv en el conjunto de las comunidades árabes conservadoras conocidas como “el Triángulo”.

Con su pelo largo hasta los hombros, lápiz labial rojo brillante, pantalones de cebra y capa beige hasta la rodilla, Fadila equilibra la moda actual con las expectativas tradicionales. Durante nuestra entrevista, habló en largas oraciones y complejo inglés académico. Es fácil visualizarla como profesora en el Centro Interdisciplinario Herzliya (IDC), donde enseña las complejidades de la sociedad árabe-israelí. Lo que es más difícil de imaginar es que durante ocho años fuera decana de la universidad al-Qasemi – fundada en 1989 exclusivamente para la Sharia y los estudios islámicos.

Almorzando con dos mujeres árabes del Triángulo en la Universidad de Tel Aviv me dijeron que debía estar equivocado: ninguna mujer podría haber sido jefa de la al-Qasemi.

“Para ser feminista, primero tienes un sueño. Entonces alguien te bloquea ese sueño”

Si una casa en Tira estaba destinada a producir un educador árabe revolucionario en la década de 1980, era la de Fadila.

Su padre era jefe de educación en lo que entonces era un pueblo de 11.000 habitantes (y hoy una ciudad de 25.000). Era tan progresista – a veces para consternación de sus hijos y esposa más tradicionales – que a menudo utilizaba el ejemplo de la redención judía después del Holocausto para predicar el valor de la educación.

Bajo la tutela de su padre, Fadila y su hermana se convertirían en las primeras mujeres de la aldea que asistieron a la universidad. Actualmente, dos de sus cinco hermanos menores estudian maestría en EE.UU., y los otros son abogado, ingeniero y profesor.

A pesar de su hogar progresista, Fadila dice que sufrió creciendo en los confines de la más amplia comunidad conservadora y religiosa. “Durante muchos años me sentí sofocada”, dice con seriedad, porque los estudiantes armaban bullicio alrededor del vestíbulo del Q Colegio en Tira. “Pensé que debería tener un poco de libertad – libertad de expresión, libertad de movimiento, libertad de desarrollo. Alguna opción de poder soñar con convertirme en alguien que quería ser”.

De la sensación de represión nació su feminismo. “Para llegar a ser feminista, primero tienes un sueño”, dice secamente. “Luego hay un obstáculo frente a ese sueño”.

En la escuela secundaria, devoró literatura feminista árabe – un género que ahora piensa que tiene poco valor. Pero lo que aprendió del movimiento feminista en la sociedad árabe-israelí en la década de 1980 fue que las mujeres con poder serían castigadas por la sociedad con el divorcio y la marginación social. Y así, en lugar de convertirse en crítica social frustrada, Fadila decidió ser líder desde dentro.


Fadila asistió a la Universidad de Bar-Ilan de Tel Aviv, donde obtuvo su primer título en literatura inglesa y su maestría en literatura sobre la minoría femenina. En relatos de escritoras minoritarias esperaba “ver cómo tratan la ira las mujeres en literatura”.

Durante la Guerra del Golfo a principios de 1990, la extraña estudiante árabe en la sala de conferencias, recuerda que le costaba comunicarse con los demás estudiantes, judíos. A veces se sentía “responsable” de los ataques con misiles Scud de Saddam Hussein en Ramat Gan, donde está la universidad. Sin embargo, no culpa a los otros estudiantes, cuando con frialdad académica llama a esas dificultades una “experiencia emocional personal” y no un “encuentro externo concreto”.

Pero entre los profesores judío-estadounidenses del departamento de inglés de la universidad encontró aliados, dice que fueron “modelos a seguir de cómo una minoría puede ser excelente”.

Fadila con un libro
Dalia Fadila en el preescolar Tira, con su libro “¿Dónde está mi familia?” (Cortesía)

Una década más tarde, decidida a hacer un doctorado, visitó la oficina de su profesor favorito, Michael P. Kramer, experto en literatura judía estadounidense. Cuando Fadila recurrió a él por primera vez, ella creía que debía escribir sobre autores clásicos como Hawthorne y Melville. En cambio, él le sugirió estudiar escritoras árabe-estadounidenses apenas investigadas. “Una vez que abrió la puerta, Fadila entró corriendo”, dijo Kramer.

Poco después de los ataques del 11/9, Fadila sintió que su educación superior debía “servir a una agenda específica”. A través de su tema de doctorado, buscó definirse y hacer esa definición aceptable. Al hacerlo, esperaba ayudar a ampliar las posibilidades de todos los israelíes árabes.

El momento eureka llegó cuando se abocó a las primeras 50 páginas de su tesis doctoral sobre Sirine, un personaje iraquí-estadounidense en la historia “Media Luna”, de la escritora jordano-estadounidense Diane Abu-Jaber. Sirine trabaja en un restaurante libanés, donde logra “redactar un guión” de su identidad fusionando la cocina iraquí y la estadounidense. “Es un libro muy simbólico y se enamoró de ella. Escribí ese largo capítulo como homenaje a todo el libro”, recuerda. “Y entonces se lo di al profesor Kramer”.

“‘Esto no es un doctorado”, dijo, “porque te has enamorado del personaje. No es análisis literario”.

Y reaccionó. Cuando aprendió a distanciarse de Sirene y a verla como sujeto, la candidata a Doctorado podría hacer lo mismo consigo misma. Viéndose objetivamente podía abarcar todas sus personalidades aparentemente contradictorias.

“Podía elegir enojarme y culpar a los judíos, los hombres y los musulmanes, y quedarme en ese caos filosófico, o podía tomar todos los ingredientes, como un chef, y tratar de juntarlos”.

“Los árabes en Estados Unidos, como los judíos de Estados Unidos y otras minorías, un día tomaron la decisión de que, ya que están en ese nuevo contexto de minoría dentro de una mayoría, pueden decidir quiénes son. Llamarse afroamericano es hacer equilibrio de tu herencia. Es un enfoque sistemático”.

Fadila cree que los árabes en Israel aún no han fusionado su identidad. Más bien, han vivido en un “caos ambivalente” desde la creación de Israel. ¿Son palestinos?¿Son israelíes? ¿Musulmanes? ¿Árabes? La tensión de esta crisis de identidad continúa frenando su progreso, dice.

Los ensayos de una joven revolucionaria

Las escuelas Q no son el primer intento de Fadila de cambiar la educación árabe mediante el aprendizaje de inglés. Mientras estudiaba para su primer y segundo grados, dio clases en la escuela secundaria a la que había asistido en Tira. Allí, la joven idealista conoció las consecuencias de ir contra corriente.

“Quería potenciar a mis alumnos y tratar de desarrollar su pensamiento a través de la literatura inglesa. Pero fui atacada por la comunidad por pérdida de tiempo de los estudiantes, por no concentrarme en las calificaciones y la gramática”.

De hecho, otros maestros y padres firmaron una carta tratando de echarla, lucharon durante tres años, pero no sirvió para nada.

Su estilo de enseñanza único y su flamante grado de maestría, causaron impresión en el representante de educación inglesa del Ministerio de Educación, quien la invitó a dar clases en el instituto al-Qasime cerca en Baqa al-Gharbiye, que acababa de abrir un departamento de Inglés.

Y así Fadila se convirtió en el primer miembro femenino de la facultad en la universidad religiosa y masculina al-Qasime. Pero cada pieza de la literatura inglesa que eligió para enseñar, provocaría una mini guerra. Los estudiantes y profesores la acusaron de atacar sus valores islámicos, a pesar de que no elegía nada demasiado progresista. Entre sus selecciones de enseñanza: “La hija del tratante de caballos” de DH Lawrence – una novela sobre el paso a la mayoría de edad en la Inglaterra rural de 1920 sobre una hija que se transforma en la esposa de alguien; y “Uso diario”, una historia de Alice Walker situada en la América del Sur de 1960 en la que dos mujeres afroamericanas jóvenes luchan con su patrimonio.

“Estas historias bastaron para que los estudiantes protestaran de estar arruinando sus buenas costumbres musulmanas. No era literatura feminista radical. Representaban dos modelos diferentes de vida. ¿Puedes decidir por qué llevar hijab? Pero yo estaba sacudiendo el statu quo y eso era intolerable”.

La hija del vendedor de caballos, de DH Lawrence
La hija del vendedor de caballos, de DH Lawrence

Aún así, era 2002 y el instituto buscaba ser acreditado como colegio oficial por parte del Ministerio de Educación. Sus dos grados de una universidad israelí eran un activo valioso. El presidente de la universidad – que de verdad cree en el empoderamiento de la mujer – la ascendió a jefe del departamento de inglés.

Nadie se presentó a la primera reunión que convocó. Los empleados varones dejaron claro que consideraban un “descaro” que ella, directora, convocara una reunión. Así Fadila comenzó a construir sus propias redes. Organizó una primera reunión de diálogo en la universidad con las comunidades cercanas, judíos y árabes juntos. Luego, utilizando sus conocimientos de inglés y de relaciones públicas, organizó una conferencia religiosa internacional en el instituto, atrajo a líderes musulmanes de Turquía y líderes cristianos de Europa.

La conferencia tuvo lugar tres años seguidos. Todo el mundo en la universidad, incluidos los eruditos religiosos, comenzaron a apreciar el prestigio internacional que estaba atrayendo. “He jugado el juego un par de años. Así gané conexiones y poder dentro del sistema”, dice sin pedir disculpas.

El éxito llevó al presidente de la universidad a promoverla como decana, la más joven. Pero, cuando el presidente se tomó un año sabático en EE.UU. y le pidió que lo sustituyera, lo que debía haber sido un triunfo “fue un período horrible” de resistencia masculina en todas sus formas, dice Fadila, llegando a exigirle previo al Ramadán que renunciara a preparar comidas a sus tres hijos (dos hijos, hoy 11 y 17, y una hija de 16 años).

El presidente que la apoyaba dejó al-Qasime, y no le ofrecieron su puesto. En su lugar, le ofrecieron la presidencia de la incipiente universidad de al-Qasime de ingeniería. De decana de 4.000 estudiantes pasó a gestionar un centro de sólo un centenar.

Sin desanimarse, a los tres años Fadila había cambiado el nombre de la universidad de Baqa al-Garbiyyeh a Colegio de Ciencia e Ingeniería, la trasladó más cerca de la autopista 6 para hacerla más accesible, trajo nuevos ingenieros y profesores, en particular más mujeres y judíos y aumentó el alumnado a 1000. (A pesar de su trabajo como gerente general de las Escuelas Q, Fadila continúa sirviendo como presidente de la universidad, trabaja allí casi todas las mañanas).

Fadila no describe su dura carrera con amarguraSabe que está luchando contra creencias profundas. También está invadiendo una de las pocas áreas en las que hombres árabes e israelíes todavía sienten que pueden lograr estatus social de prestigio. “Los hombres árabes no tienen ejército ni instituciones gubernamentales en los que trabajar. Ni tienen grandes empresas de alta tecnología para desarrollarse. Tienen escuelas, municipios, uno o dos colegios y empresas familiares”, dice. “Como mujer, estás ocupando su puesto“.

El marido de Fadila, Abed, coordinador de traumatismo en un hospital de Kfar Saba (y que aparece en la Escuela Q la noche que va a ayudar con algún trabajo administrativo), dice que es “un reto ser pareja de alguien que está liderando el cambio. Está orgulloso de su esposa y la describe como “alguien con un talento poco común”.

Para mantener estable su hogar bajo la presión de su trabajo,ambos se esfuerzan en no llevar a casa sus problemas de trabajo.

La enseñanza vence a la intifada

Fadila cree que su mensaje es más fuerte porque, “como mujer árabe-musulmana de la aldea” es información privilegiada real. Pero sabe que su trabajo está limitado, en Tira y más allá. Para empezar, la tasa de empleo femenino árabe-israelí nacional es sólo del 33%.

Está enojada con los parlamentarios árabes que pasan la mayor parte de su tiempo “cabildeando por la libertad de Palestina, dejando de lado la educación y el empleo”. Miles de árabes de Israel van a Jordania o Cisjordania a la universidad, y regresan muy mal preparados para el mercado israelí de trabajo, se queja. Ella cree en dos estados para dos pueblos, pero opta por centrarse en el punto de que los árabes dentro de Israel deben ser tratados como ciudadanos iguales.

“Quizás es el momento”, dice ella con valentía, “de centrarnos en nuestros asuntos como minoría. No tenemos ningún otro contexto, ninguna otra sociedad. Como madre, mi sueño es que mis hijos tengan éxito aquí”.

Para mejorar la educación superior en el sector árabe, el gobierno israelí anunció recientemente que se construirán universidades especiales para los árabes en Israel. También prometió casi $ 4 mil millones para un plan estratégico que revitalice el sector árabe-israelí.

Fadila se centra decididamente en impulsar el empoderamiento de la comunidad.

Aunque critica a Netanyahu y otros en el gobierno por algunos comentarios públicos, los árabes israelíes pueden y deben fortalecerse mediante la integración con la mayoría judía, dice, y deben centrarse un poco menos en la “sensibilidad cultural”.

El trabajo educativo de Fadila ha encontrado muchos admiradores en las comunidades judías de Estados Unidos donde ha impartido conferencias en Nueva York, Washington, Nueva Jersey y Baltimore. Las comunidades han financiado becas para muchos de sus estudiantes que viven por debajo del umbral de la pobreza.

Fadila lamenta que sus escuelas no tienen donantes árabes todavía. Hay un plan para recibir fondos del gobierno para la educación preescolar en Tira.

Lamenta que las relaciones entre judíos y árabes en Israel han empeorando incluso antes que los tiroteos en Tel Aviv incrementaran las fricciones. Desde la nueva ola de terror que comenzó en octubre, los judíos han dejado de visitar su popular mercado de los sábados en Tira.

Al final de la entrevista resume su motivación y su visión: “Niños totalmente educados, aun con algo que perder, serán más positivos para sí mismos y el estado. También tendrán las habilidades para defender mejor sus derechos y competir por puestos de trabajo. Es una revolución mucho más suave que una intifada”, dice, “y a largo plazo, más sostenible”.

Fuente: The Times of Israel – Traduce y edita: Silvia Schnessel para Enlace Judío México

https://www.enlacejudio.com/2016/01/13/israel-educadora-arabe-busca-cambiar-el-mundo-arabe-israeli-desde-dentro/

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