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NATHAN SHARANSKY

Rompiendo el Silencio no es una organización ilegítima, sino que utiliza acusaciones infundadas como verdades y las denuncia ante extranjeros crédulos con el fin de anular las decisiones de un gobierno democrático.

En varias ocasiones, miembros y simpatizantes de Rompiendo el Silencio – el grupo de ex soldados israelíes que acusan a las FDI de cometer actos inmorales e ilegales en Judea y Samaria – han comparado su campaña con la de los disidentes que lucharon por los derechos humanos en la Unión Soviética. En 2010, por ejemplo, la organización figuraba en una lista corta de tres finalistas para el Premio Sajarov del Parlamento Europeo, que reconoce a prominentes activistas por los derechos humanos en todo el mundo, y los defensores de la polémica nominación identificaron al grupo como heredero del legado de Andrei Sajarov.

Según este punto de vista, la lucha para poner fin a la presencia militar de Israel en los territorios mediante presión internacional sobre el Estado judío es análoga a la lucha para derribar el Telón de Acero, que llamó la atención del mundo a la represión soviética.

Por desgracia, la comparación es profundamente errónea. Por un lado, ignora por completo la clara e importante distinción para disidentes soviéticos – entre la dictadura y la democracia, y con ella pasa por alto las diferencias fundamentales entre la Unión Soviética e Israel. Los disidentes soviéticos deseaban democratizar un régimen dictatorial, para crear el tipo de institución representativa de la que Israel ya ha sido bendecido. Debido a que estas instituciones no existían en la URSS, teníamos depender de fuerzas externas para obligar al régimen a responder a nuestras demandas.

Rompiendo el Silencio, por el contrario, ignora al gobierno democrático existente y pretende resolver un tema político controvertido mediante la presión internacional. Por supuesto que es legítimo pensar que el ejército israelí debe retirarse del territorio de Judea y Samaria. Pero es igualmente legítimo creer que esa opción podría ser peligrosa e incluso catastrófica para Israel. Esta es una cuestión política que debe ser decidida por los ciudadanos israelíes a través de sus representantes electos, mas no mediante un pequeño grupo de profetas auto-proclamados y su coro de partidarios extranjeros.

Asimismo, Rompiendo el Silencio emplea tácticas totalmente diferentes a las del movimiento soviético por los derechos humanos. Cuando denunciamos violaciones de ésta índole ante el régimen soviético, proporcionamos información sobre todos los casos para que el régimen pudiese responder (al menos en teoría). Sin embargo, Rompiendo el Silencio opera de tal manera que gobierno israelí es incapaz de investigar adecuadamente o responder a sus demandas. Esto es aún más sorprendente sabiendo que Israel, como una democracia que funciona, ha establecido canales para castigar esas infracciones de los que en la URSS sólo podíamos soñar.

Tengo entendido que desde el año 2004, Rompiendo el Silencio no ha apelado al Fiscal General del Estado de Israel o la Corte Militar para pedir que el gobierno o el ejército investiguen presuntas violaciones de los derechos humanos, pese a que Israel de hecho investigó y castigó infracciones de este tipo durante el mismo período. Además, cuando el ejército israelí decidió investigar las denuncias del grupo por su propia voluntad, no había manera de verificar o refutar porque la organización se negó a proporcionar datos de los soldados involucrados.

El grupo alega que tal anonimato es necesario para proteger a sus informantes. ¿Qué tan vacía suena esta excusa, si consideramos que los ciudadanos soviéticos sufrieron repercusiones mucho peores por criticar a su régimen y aún así se unieron a nuestra campaña abiertamente. Los documentos que otros disidentes y yo personalmente firmamos y presentamos ante las autoridades soviéticas contenían datos de cientos y miles de ciudadanos perseguidos, de diversas religiones y grupos étnicos, conscientes de que al identificarse se convertían en blancos fáciles para interrogatorios y represalias. Sin embargo, cuando los miembros de nuestro grupo fueron detenidos y la KGB contactó a muchas de estas personas, ninguno estaba dispuesto a declarar en contra de la información que había proporcionado.

En otras palabras, nuestra campaña se basó en la buena disposición de los ciudadanos comunes para oponerse a la presión oficial para revelar la verdad acerca de la crueldad del régimen. Rompiendo el Silencio no está dispuesto a confiar en un sólo soldado israelí para publicar su nombre y enfrentar las consecuencias.

No pretendo insinuar que Rompiendo el Silencio es una organización ilegítima, y creo que las acusaciones de que el grupo actúa como agente de gobiernos extranjeros son ridículas e injustas. Los críticos del grupo deben oponerse a través del discurso público, no mediante una legislación.

Pero seamos claros: ésta no es una organización de derechos humanos en ningún sentido de la palabra. Una cosa es enfocar la atención internacional sobre la situación de los perseguidos por regímenes corruptos y presentar sus casos a las autoridades para investigarlos y responder, y la otra es utilizar acusaciones infundadas como verdades y denunciarlas ante extranjeros crédulos con el fin de anular las decisiones de un gobierno democrático.

Aquellos que desean tomar el manto de la lucha soviética harían bien en reflexionar sobre los verdaderos riesgos que toman los disidentes al decir la verdad sobre los gobernantes represivos. También harían bien en detenerse y pensar en lo afortunados que son al no tener que tomar esos riesgos.

Nathan Sharansky es Presidente de la Agencia Judía para Israel, antiguo refúsenik y preso de conciencia en la Unión Soviética.

Fuente: Haaretz

Traducido por Esti Peled

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