Cerca de 270 familias de judíos franceses, casi 3,000 personas, descendientes de expulsados de España en 1492 inician los trámites para solicitar la nacionalidad española.

REFILE - CORRECTING YEAR The mother (2nd L) and sister (L) of Yoav Hattab, killed in an attack on a Paris grocery on Friday, mourn beside a symbolic coffin during a procession in Bnei Brak near Tel Aviv, before his funeral January 13, 2015. The bodies of four French Jews killed in an attack on a Paris kosher grocery have been flown to Israel for burial in Jerusalem on Tuesday.  REUTERS/Nir Kafri (ISRAEL - Tags: POLITICS CIVIL UNREST RELIGION)

EVA CANTÓN

 Llevan en su interior una herida de siglos, un sentimiento de exclusión heredado -como se hereda la lengua, la cultura o las costumbres- que el paso del tiempo no ha logrado borrar. Sin embargo, desde mediados del año pasado, las palabras que más repiten son “reconciliación” y “reparación”. Las pronuncian en los consulados españoles, como el de París, donde cientos de judíos franceses de origen sefardí se emocionan hasta la lágrima al contar su experiencia familiar. Un poderoso deseo les guía en la conmovedora aventura que han iniciado: adquirir la nacionalidad española.

Mireille Valensi, jubilada de 62 años, que toda su vida escuchó a su abuela Palomba hablar ladino, vivió como un acontecimiento “absolutamente extraordinario” la aprobación de la Ley impulsada por el Ministerio de Justicia español que abre la puerta a los descendientes de los judíos expulsados de Sefarad en 1492.Ese acto dramático que tanto marcó a la sociedad española del siglo XVI, supuso la salida de unos 100.000 judíos que huyeron en sucesivas oleadas, primero a Portugal, Marruecos o el sur de Francia. Luego a Italia, Bélgica y Holanda y después a Grecia y Turquía.

“A mí no me expulsaron, expulsaron a mis ancestros, pero notaba dentro de mí ese sentimiento de exclusión. España sí, ¡pero sin mí! Y resulta que, de repente, todo eso se hunde como un castillo de naipes; desaparecen esas barreras, todos esos errores y volvemos a algo que, en mi conciencia, se va a normalizar. Para mí es extraordinario”, relata Valensi a EL PERIÓDICO.

“COMO UN SUEÑO”

Para Murielle Timsit, una informática de 42 años que vive en la periferia de París, presentar su candidatura para obtener la nacionalidad es “como un sueño”. “Cuando voy a España me siento como en casa, es como volver a mi tierra. Cuando entro en la judería de Córdoba, en la de Toledo o la de Girona, siento algo muy fuerte que no siento en el barrio judío de París”, dice.

Un vínculo con España que sienten todos los alumnos de Laura Gil-Merino, profesora del Instituto Cervantes, al que desde finales de enero acuden todos los martes Mireille y Murielle para superar uno de los requisitos que exige la ley: un examen de lengua española y otro de conocimientos de la Constitución y realidad sociocultural del país al que quieren regresar simbólicamente. “Muchos han salido del sistema escolar hace tiempo y están nerviosos, porque para ellos no es un examen normal. Van a adquirir la nacionalidad y es el sueño de toda su vida, como me dijo una alumna de 90 años que superó la prueba con sobresaliente”, recuerda Gil-Merino.

De todas formas, en la mayoría de los casos no han perdido el contacto con el idioma de sus antepasados. “¿Cómo es posible que mantuvieran lengua?”, se pregunta Mireille. “Mis bisabuelos vivían en Turquía, fueron acogidos por el Imperio Otomano, podrían haber hablado solo turco y olvidar el español. Pero no lo hicieron jamás”, prosigue, sorprendida del regalo cultural que supone conservar el español que se hablaba en la península en el siglo XV.

Además de los diplomas acreditando un nivel A2 de español y conocimientos de la Constitución, los solicitantes tienen que probar la condición de sefardí originario de España y una vinculación especial con el país. Esa condición deberá figurar en un certificado expedido por la autoridad rabínica correspondiente.

Pero una vez adquirida la nacionalidad española, ¿qué es lo que va a cambiar en la vida de los judíos franceses, que ya son ciudadanos europeos? “Para los candidatos es algo más simbólico que práctico. Es de orden sentimental”, comenta Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes de París.

Muchos de esos candidatos tienen casa en España y viajan a menudo al otro lado de los Pirineos, algunos no descartan dejar Francia para instalarse en la tierra de sus antepasados, pero no vinculan necesariamente esa decisión a la situación que viven los judíos en el Hexágono, donde los ataques antisemitas se han disparado en los últimos años.

LA NUEVA JERUSALÉN

“Para ellos es volver al corazón de Sefarad. Es la nueva Jerusalén. Guardan pena y dolor, pero con la ley se cierra una herida y se repara una injusticia histórica”, señalan en el consulado de París, que ha recibido hasta la fecha a miembros de unas 270 familias, lo que podría representar entre 2.500 y 3.000 expedientes. En su mayoría profesionales liberales y con edades que van desde los 40 a los 90 años.

Todos han ido a buscar información para iniciar las gestiones de solicitud de la nacionalidad española, que se tramitan a través de la Dirección General de los Registros y del Notariado del Ministerio de Justicia. La duración media entre su presentación y la concesión suele ser de un año.

“He trabajado mucho y ahora quiero dedicarme a lo que me apetece. Solicitar la nacionalidad es una aventura extraordinaria, pero cuando tenga mi DNI español daré gracias por el reconocimiento que supone. Si mi padre y mi abuelo vivieran lo habrían hecho, así que yo no sólo lo hago por mí, sino también por ellos”, resume Mireille que aun recuerda aquello que le dijo un día su padre: “Somos judíos, sí. Pero al final, antes que nada, somos ibéricos”.

Fuente:elperiodico.com