DR. GUIDO MAISULS

Erich Seligmann Fromm (destacado psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista judeo alemán) se preguntaba en 1941 cuando publicó “El miedo a la libertad”: ¿Cómo fue posible que una nación desarrollada, civilizada y culta como Alemania pariera a un régimen genocida como el nazismo?

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Y en febrero de 2016 yo me pregunto:

¿Cómo es posible que miles de jóvenes europeos hayan abandonado sociedades abiertas, cultas y democráticas para integrarse como yihadistas a las hordas fundamentalistas del Estado Islámico en Siria o en Irak para torturar y asesinar cristianos?

¿Cómo es posible que el mundo occidental ignore acusando a las víctimas cuando cientos de adolescentes palestinos y árabes israelíes (educados en el odio por sus mayores) salgan con cuchillos a asesinar inocentes ciudadanos israelíes por el hecho de ser judíos?

Erich Seligmann Fromm se preguntaba en 1941:

“Pero si la mayor parte de los hombres fueron corderos ¿Por qué la vida del hombre es tan diferente de la del cordero? Su historia se escribió con sangre; es una historia de violencia constante, en la que la fuerza se usó casi invariablemente para doblegar su voluntad. ¿Exterminó Talaat Pachá por sí solo millones de armenios? ¿Exterminó Hitler por sí solo a millones de judíos? ¿Exterminó Stalin por sí solo a millones de enemigos políticos? Esos hombres no estaban solos, contaban con miles de hombres que mataban por ellos y que lo hacían no sólo voluntariamente, sino con placer”. “El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad y no el malvado o el sádico”

“La amenaza más seria para nuestra democracia no es la existencia de los estados totalitarios extranjeros. Es la existencia de nuestras propias actitudes personales y en nuestras propias instituciones de aquellos mismos factores que en esos países han otorgado la victoria a la autoridad exterior, estructurando la disciplina, la uniformidad y la dependencia respecto a “El Líder”. Por lo tanto, el campo de batalla está también aquí: en nosotros mismos y en nuestras instituciones”.

“El individuo deja de ser él mismo; adopta por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, y por lo tanto se transforma en un ser exactamente igual a todo el mundo y tal como los demás esperan que él sea. La discrepancia entre el yo y el mundo desaparece, y con ella el miedo consciente de la soledad y la impotencia. […] La persona que se despoja de su yo individual y se transforma en un autómata, idéntico a los millones de otros autómatas que lo circundan, ya no tiene por qué sentirse solo y angustiado. Sin embargo, el precio que paga por ello es muy alto: nada menos que su personalidad.”

En el 2016 el ciudadano de occidente continúa siendo: “… La persona que se despoja de su yo individual y se transforma en un autómata, idéntico a los millones de otros autómatas que lo circundan…”

Pero nos decía Miguel de Cervantes:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

Fuente:www.identidades.com.ar