V. GAGO

Nada tiene tantos puntos ciegos como la indignación de la izquierda. Su conciencia es un coche que van aparcando por ahí a base de abolladuras. En su panóptico exclusivo de los derechos humanos, tan bien surtido de espejos retrovisores y de alertas acústicas, Palestina, Venezuela, Cuba o Irán son algo así como el bolardo impasible que les machaca la carrocería. La ejecución de Mahmoud Ishtiwi por sus correligionarios de Hamás representa la última evidencia de esta forma tan loca que tienen de conducir por la vida.

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Ishtiwi, uno de los jefes terroristas de Al-Qassam, el brazo armado de Hamas, recibió tres tiros a bocajarro en el pecho el pasado 7 de febrero, después de pasar un año en una checa de Gaza entre torturas de sus propias fieras, a las que había adiestrado. Los tormentos tuvieron que ser tan espantosos, que grabó en su muslo, con un clavo, la palabra zulum –“machacado”–, para que su familia entendiera que la confesión que le habían arrancado, y serviría para justificar su ejecución, era una farsa.

Ishtiwi fue el jefe sanguinario y escurridizo de los ataques de 2014 a Israel. Más de mil terroristas y un arsenal estaban bajo su mando en Gaza. ¿Qué hizo para caer en desgracia ante Mohammed Deif, el lider de Al-Qasam? Esta investigación del New York Times publicada este pasado miércoles revela que Hamas lo acusaba de practicar relaciones homosexuales y desviar dinero de la banda terrorista, para pagar por sexo y comprar el silencio de sus amantes en una sociedad islamista opresiva donde ser homosexual es una ignominia que se paga con la vida. Que se lo pregunten al poeta iraní Payam Feili, que acaba de refugiarse en Israel, huyendo de la persecución, la cárcel y, probablemente, la horca que le esperaban en Teherán, bajo el régimen ahora “amigo” de los ayatollahs.

No parece que la brutalidad con los homosexuales indigne a los amigos de la causa palestina. No habrá una flotilla de la libertad con la bandera del arcoiris, navegando hacia Gaza. Los violentos promotores del boicot a Israel no boicotearán las bombas de Hamas por sus checas de homosexuales. El nuevo fascismo estudiantil en las universidades de Estados Unidos seguirá impidiendo a periodistas e intelectuales judíos hablar en los campus, pero no moverá un dedo por los derechos humanos en los territorios palestinos controlados por el terrorismo. El periodismo mencionará Hamas como la autoridad civil legítima de Gaza, y no por sus atentados y las expeditivas leyes morales que aplican a los palestinos.

La izquierda española lo tiene un poco más difícil, es verdad. Campeona europea de antisemitismo, ejemplo de apoyo a los peores regímenes islamistas, pero también pionera del homosexualismo en las leyes y la educación, las zonas de sombra de los derechos humanos alcanzan en sus portavoces la dimensión de un agujero negro.

Con información de Antonio Escudero.

Fuente:porisrael.org